CULTURA / ESPECTáCULOS
Así llegó Joaquín Furriel a La Malasangre, la obra de Griselda Gambaro que protagoniza junto a Carolina Fal, y que hoy y mañana se dará en la sala de La Comedia. Perfil de un actor.
› Por Fernanda González Cortiñas
Aunque por estas costas sólo se lo conoce por papeles de galán joven en tiras televisivas como Soy gitano y Jesús, el heredero, Joaquín Furriel dista mucho de ser solo una cara bonita en la telenovela de la tarde. Dice que encontró su veta artística solo, a los trece, cuando escapando del tedio escolar y como para tener bajo control su hiperkinesis, descubrió el teatro. "Empecé en el taller de la escuela. Y no dejé nunca más", asegura enfático del otro lado de la línea. Un lustro en La Comedia de Almirante Brown y luego, ya afincado en Capital Federal (nació en Adrogué), el Conservatorio Nacional de Arte Dramático, le darían su lugar en piezas que van desde su debut en Tennessee, de Jorge Leyes, al Juan Moreira de Gutiérrez, pasando por Crimen y castigo de Dostoievski, Sueño de una noche de verano, de Shakespeare y El Puente de Gorostiza. Sin renegar de la televisión, asegura que el teatro es su verdadera pasión. Por eso este fin de semana llega a Rosario para presentar, bajo la dirección de Laura Yusem (la misma directora que la estrenó en 1982) y junto a Carolina Fal y elenco, La malasangre, de Griselda Gambaro. Allí es Rafael, un jorobado que en pleno rosismo se enamora de Dolores, una aristocrática joven que descubrirá su verdadera belleza.
"La malasangre es una obra muy leída en el Conservatorio, de modo que ya la conocía. A mí me gusta mucho la Gambaro, así que cuando me convocaron, no lo dudé. Era un material que tenías muchas ganas de hacer y pensé que para el momento profesional que me estaba tocando vivir, era una buena obra".
--¿Y cuál era ese momento?
--Estaba en un punto en el que había decidido dejar las tiras diarias, que era lo que venía haciendo en los últimos tres o cuatro años y dedicarle más tiempo al teatro que es mi anclaje real con la profesión. Así que en este sentido La malasangre era ideal: había una historia nuestra, un personaje a componer, una trama para trabajar. Por suerte, en teatro siempre me he manejado con mucha libertad en relación a los proyectos; siempre escojo qué hacer y con quién trabajar, y es que a diferencia de la televisión, donde hay mucha más gente y a veces el actor es intercambiable, hasta prescindible, en teatro la responsabilidad de estar ahí arriba, frente a todos, es siempre del actor.
--En general, los actores con formación académica, siempre tienen un extrañovínculo con la televisión, una suerte de relación amor--odio. ¿Cuál es la suya?
--Mientras estudiaba para mí el único oficio que podía tener un actor era hacer teatro. Sin embargo, nunca me interesé en la puesta o en la dirección, ni siquiera en escribir o en enseñar; sólo pensaba en actuar. Cuando me dí cuenta de eso, también me di cuenta que para poder potenciar eso tenía que tener un ingreso sostenido. Y ahí apareció la tele. La televisión es una fuente de ingreso para mucha gente, incluso para los actores. Pero si tengo que definirla, mi relación con ella es de afecto, porque entre otras cosas, la televisión hoy me permite hacer esta gira por el país, algo que me resulta alucinante.
--En este sentido, ¿le pesó ser una cara bonita?
--Al principio sí, porque no me gustaban los personajes más "populares"; yo quería ser Sganarelle y no Don Juan, o Mercucio en vez de Romeo; pero uno es lo que es. Igual creo que siempre se puede elegir y, por ejemplo, Rafael, el personaje de La malasangre es un tipo deforme al que todos humillan...
--Pero es el héroe de la historia...
--Sí, y también es una belleza, pero por dentro.
(La malasangre se presenta en el teatro La Comedia, hoy y mañana, a las 21.30 y el domingo, a las 20).
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