Con una masiva respuesta de público, continúa en Santa Fe el 8vo Argentino de Teatro, que comenzó el martes con Edipo y yo, una puesta en escena de la tradicional Comedia de la UNL, y Todo, obra escrita y dirigida por el talentoso Rafael Spregelburd, dos trabajos que recibieron el caluroso aplauso del público local. Esa actitud se repitió a lo largo de las tres primeras noches de un festival que se apoya en su notable programación.

La gente de la Universidad Nacional del Litoral se afianza año tras año, en un encuentro teatral que se caracteriza por la diversidad de propuestas que abarcan diferentes capitales teatrales del país y permite chequear no sólo el trabajo de figuras destacadas, sino también experimentaciones que llegan de la mano de las nuevas generaciones de teatristas. Hoy precisamente abre la programación la obra Mujeres de ojos negros, ópera prima de Romina Tamburello, actriz que escribe e interpreta junto a Camila Olivé un universo escénico poblado por dos mujeres solas, adoptando los roles de madre e hija, ropajes aptos para jugar un ritual que les permita seguir necesitándose mutuamente. La puesta dirigida por Paola Chávez es una muestra del mejor teatro rosarino que se viene generando a partir de los talleres teatrales de los últimos años.

Como sucede en la mayoría de los festivales donde se presentó, La familia argentina, de Alberto Ure, fue ovacionada de pie por un público que disfrutó del talento de los rosarinos Luis Machín y Claudia Cantero, que junto a Carla Crespo componen el staff actoral dirigido por la consagrada actriz Cristina Banegas. Pero el Argentino sigue demostrando que, más allá de la trayectoria y el profesionalismo de muchas propuestas de Buenos Aires, también existen actores como el sanjuanino Ariel Sampaolesi, que sorprendió con su unipersonal Feroz. O la fibra de un actor como el mendocino Manuel Ernesto Suárez, que vivió gran parte de su vida en el exilio y que en Lágrimas y risas contó un pedazo de su vida.