Domingo, 20 de noviembre de 2011 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › TEATRO. EL MALENTENDIDO, DE ALBERT CAMUS, SEGúN CARLA SACCANI.
Luego de su experiencia en Fraternidad, la joven e inquieta directora presenta un trabajo que, tal como afirma en su diálogo con Rosario/12, "es una oportunidad de amigarnos con esos momentos de la vida en que nos quisimos morir".
Por Julio Cejas
Después de sorprender con su ópera prima Fraternidad, en una notable versión del texto de Mariano Moro, la inquieta directora Carla Saccani se prepara para estrenar al frente del grupo Pasillo Teatro su segundo trabajo, basado en uno los textos paradigmáticos de la literatura dramática: El Malentendido, de Albert Camus. La propuesta, que podrá verse el 28 de este mes a las 20.30 y el sábado 3 de diciembre a las 21.30 en la Sala Lavardén (Sarmiento y Mendoza), contará con las actuaciones de María Belén Ocampo, Vilma Echeverría, Daniel Feliú, Daniel "El Lince" Covacevich y María Romano, todos bajo la asistencia de dirección de María Florencia Sanfilippo. En un extenso diálogo con Rosario/12, la directora Carla Saccani confesó que con este texto de Camus se recibió como actriz en la Escuela de Teatro, pero pensando siempre en el tema de la dirección, intuyendo que llegaría el momento de ponerlo en escena.
-Mariano Moro y Albert Camus fueron tus primeras fuentes de inspiración para el trabajo de dirección...
-Me enamoro de los autores. Como lectora los elijo casi instintivamente por lo ácidos que puedan ser, por lo brutales, porque nos muestren verdades descarnadas, por su falta de prejuicio, porque tengan una visión muy oscura del hombre. A los 15 años había llegado a Sábato buscando éso, esa patria -como dice Camus-, pero huí de El túnel para abrazar El extranjero. Empecé a obsesionarme con hacer teatro de texto, sin caer en la muerte del cuerpo: ese es el gran desafío de El malentendido y fue el mismo en Fraternidad; palabra de autor, palabra viva con cuerpos vivos, sólidos, que narren y actúen esa historia que alguien escribió.
-En épocas en que todavía resuena mucho la tan mentada "dramaturgia del actor", vos seguís partiendo de la escritura de los autores.
-Para escribir los autores, para actuar los actores. No creo en la dramaturgia del actor, son dos fuerzas que se oponen muchas veces sin buscarlo: la actuación y la literatura. Mi desafío a la hora de dirigir es hacer que esa guerra entre autor y actor, resulte un combate seductor para el espectador. La batalla de los actores es por apropiarse de los textos, la de los autores es hacer palabras lo suficientemente sólidas y memorables como para que un grupo de teatreros pueda enamorarse de ellas un largo tiempo.
En la selección realizada para armar el equipo actoral de El malentendido está otra de las claves en las que se basa esta creadora, que pone el acento en el trabajo de los actores a tal punto de alcanzar resultados tan auspiciosos como en Fraternidad.
"Para hacer El malentendido llamé a Belén Ocampo, compañera de la Escuela, Daniel Feliú y el Lince Covacevich que eran compañeros de la Escuela Móvil, y María Romano, con la que habíamos actuado en Martha Stutz. Después la convoco a Vilma Echeverría, que nos aportó mucha dinámica y enriqueció las actuaciones de todos. Y quiero mencionar a cuatro artistas de esta ciudad que son casi tan gestores de la obra como nosotras: Pepe Grinolio, Ramiro Sorrequieta, Esteban Sesso y Vanesa Baccelliere, que le sumaron su mirada y su enorme trabajo a este proyecto, al igual que el director Pablo Romano, Natacha Soboleosky y Luciana Tamburello, que se sumaron en la última etapa del proceso", dice la directora del proyecto.
-¿Qué moviliza un texto como El malentendido en una creadora de tu generación?
-La principal motivación estética es darme el gusto de montar en escena a dos mujeres asesinas que toman el asesinato como un oficio, poner en escena personajes extremos, que se atreven a lo peor, que se salieron de la cultura, que se dedican a lo que todos deploramos, por eso me interesa tanto esta obra.
Una motivación estética, poética y política alienta a esta directora a pensar en El malentendido como "una patada en la cabeza", un canto poderoso, dantesco, contra la buena onda porque sí. "Vivimos en un mundo, dentro de un discurso, que a todo le otorga fácil y groseramente un sentido cualquiera. Te pasa algo terrible y viene enseguida alguien a decirte 'vas a ver que es para mejor'. Esto se multiplica en todos los órdenes de la vida, hay una tendencia generalizada a evitar los conflictos, a no discutir, la maldita posmodernidad le adjudicó una insoportable mala fama a las discusiones", afirma con energía la directora, de 31 años.
-¿Qué vigencia encontrás hoy en los postulados de Camus, a partir de este estreno de una de sus obras paradigmáticas?
-El malentendido es una obra necesaria, donde la vida se desnuda, donde se caen todas las caretas y todos los sentidos superficiales, para tener la oportunidad de encontrar los verdaderos. Sartre decía: "El hecho de que la vida carezca de sentido, posibilita el hecho de dárselo". Creo que autores como Camus y como Sartre son necesarios en este momento histórico que está atravesando la Argentina y que fueron dejados de lado por las universidades y por el teatro, mucho tiempo.
-¿Cuáles son tus expectativas con respecto a la recepción del público frente a un desafío como el que planteás?
-Estoy muy ansiosa por ver qué pasa con este trabajo, por ver si el público se fascina con lo mismo que yo. Es una obra que nos despoja absolutamente de todos los sentidos superficiales, de todas las patrias que nos inventamos, nos conecta con la angustia de estar vivos. El malentendido es una oportunidad de amigarnos con esos momentos de la vida en que nos quisimos morir. Cuando uno más angustiado está, más cerca de encontrar verdades profundas se encuentra también.
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