CULTURA / ESPECTáCULOS › EMILIO BELLON ESTRENó SU OBRA STARDUST, UNA CITA CON EL SéPTIMO ARTE
Desde El mago de Oz hasta Fellini, desde "Over the rainbow" hasta "Hello Dolly", el espectáculo fue un recorrido de felicidad. Un mundo de réplicas entre las imágenes del cine, la música de los artistas y la adhesión del público.
› Por Leandro Arteaga
Infructuosamente, Dorothy trata de escapar al tornado pero, una vez allí, rodeada de sueño, inicia un viaje que a cada espectador le hará recordar su relación particular con El mago de Oz. Primer peldaño para este sendero amarillo que bajo la coordinación de Emilio Bellon (crítico de cine de Rosario/12) y con el título Stardust, una cita con el Séptimo Arte, hubo de colmar las instalaciones del bar Lennon (Urquiza y Paraguay) durante la noche del domingo.
Fue un itinerario de cine, de música, pero por sobre todo (y con el manto de la medianoche como regalo), un caminar de amistad compartida: Dorothy/Judy Garland es la imagen primera, que invita a hacer caso a la bruja buena, para permitir entonces que se sucedan tantas canciones como recuerdos.
Desde esta premisa hubieron de enhebrarse las voces de Graciela Mora (soprano), Juan Carlos Novero (barítono) y Marcela Novero (mezzosoprano). Interpretaciones que recorrieron un repertorio conformado, entre otras, por las canciones "Over the rainbow", "Noche y día", "Summertime", "As time goes by", "Hay humo en tus ojos, "Unchained melody" y "Hello Dolly". La templanza de Juan Carlos Novero, la delicadeza perfecta de Mora, las participaciones de Marcela Novero, encontraron vínculo profesional desde versiones personales, afines al espíritu original, plenas de variaciones guiadas por los arreglos de Leonel Lúquez en los teclados.
Hubo también momentos para la compañía del saxo, a través de Ismael Avecilla, y para la letanía de la armónica, a cargo de Jacobo López; ambos, congeniando en uno de los momentos más bellos del cine de Federico Fellini: allí cuando en I clowns un payaso despide al otro desde el sonido de su trompeta.
Es decir, se trató de un diálogo, de un mundo de réplicas entre las imágenes del cine, la música de los artistas, la adhesión del público. Las palabras de Bellon fueron guía y actuaron con su magia, capaz de lograr la alquimia del tiempo: "¡Cuántos recuerdos!", "¡Quiero bailar, no aguanto!", decían muchos y muchas de los presentes ante el melodrama Algo para recordar o desde la alegría de Cantando bajo la lluvia. Esta última, momento para la suspensión, para dar fin a la primera parte, y para que las palabras de Bellon fuesen también las del maestro que es: sea tanto para dar cuenta de las para nada ingenuas coreografías de Gene Kelly --y su lluvia de felicidad en pleno macarthysmo-, o para practicar sus pasos de baile ante la platea festiva.
Stardust se compuso de un compartir ameno, con el cine como estrella divina, con muchas estaciones para celebrar: la despedida entre Bogart y Bergman en Casablanca, Astaire y Rogers al bailar, el rostro esculpido de Jeanne Moreau, la elegancia de Jeremy Irons, o la melancolía que se cifra en el desenlace de Polvere di stelle entre Alberto Sordi y Monica Vitti. Allí, finalmente, el polvo de estrella al que alude el nombre elegido para la travesía toca el final de su recorrido, a la vez que evoca el espíritu de Hoagy Carmichael, y el de los tantos intérpretes que han tenido esta popular canción, en una lista a la que se suman, con devoción, quienes han hecho posible esta noche de sorpresas.
¿Habrá reiteración? ¿Segunda parte? Lo que sí es seguro es que tripulantes que zarpen de entusiasmo nunca faltarán, siempre habrá. Porque como el mismo Emilio Bellon se encargara de subrayar, durante las imágenes de la película Mame: "Es el arte el que nos hace vivir mundos diferentes". Así de distinta fue la noche de Stardust.
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