CULTURA / ESPECTáCULOS › CARLOS SORíN VINO A PRESENTAR SU úLTIMA PELíCULA, "DíAS DE PESCA".
El director habló con Rosario/12 del film que protagoniza Alejandro Awada. Es la historia de un viajante que va al sur para alejarse de su adicción al alcohol y recuperar a su hija. "Está buscando lo que busca todo el mundo, un poco de felicidad", dice.
› Por Edgardo Pérez Castillo
Más allá de los premios que, con cada una de sus creaciones, cosecha en festivales internacionales, dejando a un lado el reconocimiento consensuado en relación a su enorme condición como director, Carlos Sorín entiende que el estreno de sus obras requiere necesariamente de su respaldo. "El apoyo de la prensa es fundamental para que la película se conozca, y nosotros tenemos que trabajar en ésto. Acompañar al estreno de la película forma parte de nuestro trabajo", apunta con sencillez el cineasta, de paso por la ciudad con motivo, precisamente, del estreno de Días de pesca.
Después de haber desconcertado a cierta crítica con El gato desaparece, en este nuevo largometraje Sorín vuelve a transitar un camino que se construye desde los pequeños gestos, ése que lo llevó a cautivar al público con obras como Historias mínimas, Bombón el perro o La ventana. Aunque lógicamente con sus particularidades, en todas se hace presente la aparición de protagonistas embarcados en una búsqueda. En Días de pesca, es un viajante de comercio, Marco, quien emprende rumbo al sur (paisaje bien conocido por Sorín) para dejar atrás su adicción al alcohol y reencontrarse con su hija.
"En este caso él está buscando lo que busca todo el mundo, un poco de felicidad, de pasarla bien --explica el director a Rosario/12--. El personaje, que interpreta estupendamente bien Alejandro Awada, trata de salir de un infierno que pasó con el alcohol y recuperar el tiempo que perdió, las cosas que perdió. Trata de pasarla bien, de ir a pescar, encontrar afecto, encontrar a su hija que no ve hace mucho tiempo. De éso se trata. Tarea no fácil, especialmente a la edad que tiene él.
- ¿Hay allí una búsqueda de redención?
- Sí, si se quiere es un camino de redención. Pienso que hay algo de éso. El lo debe sentir, el personaje lo debe sentir. Debe sentir además que no puede fallar, porque otra oportunidad no va a tener. La reincidencia en cualquier adicción, en el alcohol o cualquier droga, es más grave que la adicción en sí, no se sale fácilmente. El lo sabe y trata de hacer el esfuerzo de que le vaya bien.
- Es interesante que, siendo el director y creador de la película, habla del personaje casi desde la postura de un espectador. En ese sentido, hace algunos días en una entrevista con Página/12 decía que le interesa generar un cine ambiguo, no dar una lectura cerrada.
- En general es el cine que a mí más me gusta ver, por lo tanto es el que más me gusta hacer. Es aquel cine que le deja al espectador una zona para que interprete, que no le dé todo explicado y digerido, sino que el espectador pueda sacar sus propias conclusiones y hacer su propia versión de la historia. Ese es el cine que más me interesa. Para ver y para hacer. Esta película tiene algo de éso, deja al espectador un terreno para que, durante o después de la proyección, haga su versión. Toda versión, que hará en función de su historia personal y su sensibilidad, es válida. En buena hora que haya muchas versiones.
- Hay allí una valorización del espectador.
- Sí, porque el espectador no es un objeto pasivo que nosotros llenamos con cosas. Buena parte del cine norteamericano es así, donde el espectador es un objeto receptivo que recibe todo, no aporta nada. En este tipo de cine que me interesa necesitás que el espectador participe, es otra cosa, otra propuesta distinta. Y no hablo sólo de mis películas, sino de todo un tipo de cine que las excede, por supuesto.
A lo largo de su filmografía, Sorín construyó esa relación con los espectadores. Incluso, también, con El gato desaparece, su anterior film, donde para muchos críticos Sorín rompió con la línea mostrada a lo largo de su riquísima producción. En ese sentido, en esa observación de buena parte de la crítica hay, por un lado, un reconocimiento a una identidad cinematográfica. Pero, por el otro, se evidencia también una suerte de rígida presión hacia la libertad creativa de un director que, sin embargo, no se deja condicionar.
"Nunca se sabe qué ocurre --explica, y sonríe, Sorín--. Porque si vas conformando una película en función de lo que ya venís haciendo te pueden decir que es más de lo mismo, o también que configura un estilo. Si me dicen que El gato... va por otro lado es porque antes había un estilo. Pero nunca se sabe qué está bien y qué está mal. Para mí lo único que cuenta son las películas. Cada película es un universo y éso es lo único que importa. Yo no veo mi carrera, yo veo mis películas. En todo caso, la última es la única que me importa, o la próxima. El gato desaparece, sí, es una película de género, porque quería probarme como director de género. Y mi próxima película, en ese sentido, va a sorprender más, porque también abro a otra cosa distinta. Me gusta que cada película de alguna forma sea un desafío. Un desafío narrativo, estético. Entonces, en mi próxima película que recién está empezando a gestarse, ya voy por otro lado, distinto a lo que venía haciendo. Te puede salir bien o mal, pero me parece que vale la pena".
- En ese terreno de desafíos, el hecho de trabajar con no-actores abre el juego a la aparición del imprevisto.
- Sí, siempre hay un porcentaje de éso. En Días de pesca quizás un poco menos, porque respeta mucho más el guión. De todas maneras salvo Victoria Almeida y Awada, que son los personajes principales, el resto son todos no-actores: las enfermeras son enfermeras, el entrenador de boxeo hace éso, el guía de pesca es guía de pesca. Son exactamente como los ves, viven de éso, visten y hablan así. Creo que evidentemente eso le da una especie de carnadura de verdad, de realidad. Te das cuenta que ese hombre hace éso, que de alguna manera está actuando, pero que es así. Tiene el riesgo de que algo no sirva, que se pare delante de la cámara y no pase nada. Hasta ahora me ha salido bien, pero entiendo que es una apuesta con cierto tipo de riesgo. Pero es algo que busco. Necesitás, también, actores especiales, como actores y como personas, que puedan tener la generosidad de trabajar al nivel de los no-actores. Hay que bajar los énfasis, mimetizarse con ellos. Hacen falta actores especiales. Awada es uno de ellos, sin dudas.
- Mencionaba que está trabajando en su próximo proyecto, y en ese sentido Días de pesca fue una película que se fue modificando desde su concepción original hasta que su concreción.
- Sí, fue algo bastante inusual. Creo que tengo cuatro o cinco versiones hechas a lo largo de ocho años. La fui abandonando, cambiando. Es más, lo que estoy trabajando ahora es un guión de 2006, que ahora después de seis años veo con otra mirada y le descubro los errores y aciertos. Es como los vinos, hay que dejarlos reposar para que crezcan. Es bueno tomar distancia con los proyectos, si es posible dejarlos dos o tres años y después volver, porque el punto de vista cambió y podés ver qué ha dejado de funcionar y qué cosas tienen potencial.
En el proceso de construcción de Días de pesca, una de las principales modificaciones estuvo vinculada con el personaje principal, que pasó de ser un enfermo terminal a un adicto en recuperación. "Quizás era demasiado dramático", explica Sorín, y reflexiona: "Siempre trato, aunque son dramas, de sostener una cierta mirada de humor, un poco más de liviandad en la película".
- La decisión de no extremar el drama permite que reluzcan las pequeñas cosas, los pequeños gestos. La felicidad misma puede estar en algo muy pequeño...
- Sí, en general la felicidad está en lo pequeño, sin duda.
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