CULTURA / ESPECTáCULOS › CINE. MADRE CABRINI PROYECTA MAñANA, A LAS 20.45, CABARET, EL CLáSICO DE BOB FOSSE
La película estrenada en octubre de 1972 en el cine Gran Rex podrá volver a disfrutarse en su manera de interrogar la historia, en la maestría de su recreación artística integral y en la inolvidable actuación de Liza Minnelli.
› Por Emilio A. Bellon
El libro de Sidney Paralieu Los cines de Rosario, ayer y hoy (Editorial Ross, 2000), consigna que Cabaret se estrenó el 30 de octubre de 1972, en el siempre presente cine Gran Rex, hoy otro de los tantos templos que abrieron sus puertas en los últimos años en los espacios comunitarios en los que otrora se oficiaban otros ritos de fe. Precedida por una serie de premios Oscars --el mismo año que el film de Francis Ford Coppola, El Padrino había recibido la máxima distinción--, el film del tan talentoso Bob Fosse, que ya era todo un nombre en el campo de la comedia musical, podrá volverse a ver en la sala del cine Madre Cabrini, mañana, a las 20.45.
En el inicio de aquellos años setenta, en el espacio de una abierta política a los grandes debates y a las cinematografías independientes, la relectura crítica de los momentos históricos se planteaba en diversas latitudes como un fuerte imperativo generacional. Y por cierto, ya desde los 60, una comedia musical podía pensarse desde estos lugares, como lo representaron las variadas realizaciones que parten desde West Side Story, de Robert Wise del 61, conocida en el país como Amor sin barreras, The Sound of Music del mismo director, que adoptó aquí el equívoco título de La novicia rebelde. Y ya sobre fines de la década, Yellow submarine, Oliver, Woodstock y tantas más.
A partir de recibir ocho Oscars, Cabaret, con guión de Jay Allen y Hugh Wheeler, según un musical de Broadway dirigido por John Van Drutten, pasó a ser un excepcional film de taquilla, saludado por el gran público y la crítica.
Muchos recordarán el afiche, los carteles cuando el estreno. El fondo negro, las luces de la marquesina, las candilejas, graficando el nombre. Como en una de sus presentaciones, el personaje de Sally Bowles, con su indumentaria negra, sus botas y su sombrero bombín. Todo en negro, en esos días en que la ominosa sombra de las fuerzas del nazismo se iba desplegando a través de amenazas, persecuciones, complots. En ese Berlín, retratado por Christopher Isherwood en sus páginas; tal vez, jugado en el film desde la figura de Brian Roberts, el personaje que compone Michael York.
En ese Berlín de 1931, en el KitKat Club, y desde la tan particular composición que asume el presentador del mismo, un antológico y magistralmente ambiguo Joel Grey (Oscar actor decundario) se abre esta historia desde un espejo azogado que irá reflejando y refractando el devenir siniestro de la propia historia. Y allí como estampas están los parroquianos, algunos con uniformes; otros, espectrales, cerúleos, lascivos, expectantes. Toda un galería, un corredor de personajes que son los actores de ese momento, en ese espacio, en el que desde allí, desde arriba y abajo del mismo escenario, los diferentes sucesos se van armando conforme un tono despiadado y burlón, excesivamente grotesco y violento, remarcado por un subrayado juego gestual y de comportamiento acrobático de los cuerpos.
Sí, es El Cabaret. Ese espacio, ámbito en el cual los hechos se van enmascarando en un juego de representaciones, en el que se dejan al descubierto los blancos y estigmatizaciones y donde se reafirma el poder omnímodo del dinero. Como lo expresa la canción Money, Money, que se escenifica en un tintinear de monedas, de imágenes que reproducen los distintos signos de cambio, en los rostros ávidos, en las miradas codiciosas; jugadas hasta el límite por Liza y Joel Grey.
En este film, la hija de Judy Garland y Vincent Minnelli, la tan amada cantante y actriz que hoy ya cuenta con sesenta y seis años, compone a esta joven llamada Sally Bowles, amante ocasional de Brian e igualmente ambos lo serán, por un breve tiempo, de Maximilian Von Heune, rol que interpreta Helmut Griem. Ella es la estrella del cabaret, tiene a su cargo algunas interpretaciones memorables, como la que lleva por título Maybe this time y MeinHerren, grandes aciertos de una memorable banda sonora, de este musical que ya Harold Prince había estrenado en noviembre del 66 en Nueva York.
A manera de contrapunto respecto de los vínculos presentados entre Sally y Brian, el guión presenta a una pareja formada por Nathalie Landaeur, una joven aristocrática, de origen judío, y un prometido entusiasta llamado Fritz Wendel. Ambos roles son asumidos, en el film, en ese espacio de amenazas y terrores nocturnos, por los actores Marisa Berenson y Fritz Wepper. Las persecuciones raciales, el desprecio hacia los que no pertenecen a la raza aria, se patentiza en una de las canciones desde la despiadada y humillante imagen que ofrece la escena, mientras el presentador interpreta If you could see.
Mientras tanto, las fuerzas del nazismo van avanzando. Y los sectores más conservadores, los nostálgicos del viejo orden, los grandes empresarios, siguen viendo con terror las sombras de la revolución de Octubre. Los nuevos pactos ya se fijan y se sellan en el mandato que depositan en los jóvenes arios, quienes, con el brazo desplegado en alto entonarán, en una cervecería de las afueras, Tomorrow belongs to me.
Desde el Wilkommen que se escucha ya en el inicio, acompañado por timbal y platillos, hasta el Aufwiedersehen final, mientras ahora ya el espejo ondulante muestra ese cuerpo de la oficialidad nazi ocupar casi todo el plano; Cabaret, obra maestra de Bob Fosse, interroga sobre los mecanismos de la historia, nos lleva a recorrer las diversas conductas humanas, a vivenciar sin juzgar las pasiones amorosas, a experimentar el camino de las recreaciones artísticas.
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