Jueves, 7 de marzo de 2013 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › MUSICA. GENERACIóN SUBTERRáNEA. LA OTRA HISTORIA DEL ROCK DE ROSARIO
Creado por Sergio Rébori, y con la producción de Virginia Giacosa, el libro reúne artículos, anécdotas y papelería. Así, propone un recorrido fascinante del mapa rockero de la ciudad. Inclusive, desde antes de Los Gatos.
Por Leandro Arteaga
A Sergio Rébori le brillan los ojos de la alegría. Seguramente como a cualquier lector curioso, mínimamente interiorizado en el tema o, todavía más, si es partícipe del relato. Algo de esto hay, y seguro se respirará esta tarde cuando en Plataforma Lavardén se den cita invitados, amigos, compañeros, músicos, de esa larga historia que tiene el rock de la ciudad. Generación subterránea es el título del libro (con artículos, anécdotas, imágenes, folletería, y CD como bonus) que Rébori presentará a las 19.30 en Sarmiento y Mendoza, en compañía de una muestra de fotos, afiches, volantes, revistas más música en vivo (entre ellos, Coki Debernardi).
Artesanal y marginal puede decirse de este libro que se atreve a desentrañar al rock que Rosario tiene (porque tuvo), pero desde la alteridad, las grietas. "Por eso lo de 'la otra historia', porque hay una historia oficial, la de que un día hubo un grupo llamado Los Gatos, veinte años después 'la trova', de donde salieron Baglietto y Fito, y que hacia fines de los '80 sonó alguna banda de pop, como Identikit por ejemplo. Ahora bien, de todo lo que pasó durante esos años no hay registro, no se sabe nada, es la historia oculta", explica Rébori a Rosario/12.
"Eso tiene una explicación o varias --apunta--. Algo en común es que la realidad de los '60, '70, y parte de los '80, es la de un rock atravesado por dictaduras, donde los medios ignoraban completamente al movimiento, y con una ciudadanía que miraba con desconfianza al de pelo largo y guitarra. En ese contexto el rock se va desarrollando. Hay que tener en cuenta que desde Los Gatos hasta Baglietto, no sale prácticamente un disco (hay uno solo, editado en 1976). Pero la historia es que había cientos de grupos fogoneando, tratando de hacer lo suyo, y uno piensa qué era lo que los movilizaba, porque sabían que era apostar a la derrota: nadie se planteaba grabar, perdían dinero, tenían problemas con la ley. El trabajo era empezar a ver qué había pasado ahí".
Me suena a esencia rockera. Entiendo también que el libro es, evidentemente, consecuencia de un recorrido personal.
Hace años que venía con la idea, desde los '80, cuando hacíamos las revistas subterráneas, mecanografiadas, con Letraset para los títulos. Siempre estuve atento a esas movidas, colaborando, haciendo algunas cositas. El antecedente más directo es en el 2005, 2006, cuando empezamos a hacer El Picaperro, una publicación que hacíamos con un grupo de artistas de diferentes disciplinas, y la particularidad que tenía era que la acompañaba siempre un CD, con la consigna de difundir bandas nuevas. Como fui siempre medio melómano, de guardar cintas, casetes, TDK de conciertos, recitales, empecé a meter bonustracks que me gustaban, y vimos que tenían buena recepción. Así decidimos hacer un número dedicado a la historia del rock de Rosario, pero muy acotado. Presentamos la revista como de costumbre, en un bar, y fue algo que explotó. Y quedó como un proyecto a continuar, pero archivado. Hasta que me llama Virginia Giacosa, periodista y amiga, y me propone presentarnos a Espacio Santafesino. Ella se encargó de la parte de la producción, trámites y papeles. Lo preparamos, lo llevamos y ganamos el subsidio. En la defensa que hicimos del proyecto, el jurado (donde había gente de Buenos Aires) nos decía que no entendía por qué en Rosario, una ciudad tan prolífica en músicos y con el rock, nunca hubo nadie que hiciera un registro de todo esto.
- ¿Cómo fue esa tarea? ¿De qué manera te fuiste organizando?
- Fue complicado. Teníamos un esquema donde decidimos incluir a Los Gatos Salvajes pero sin detenernos mucho, porque no era algo sobre lo que no hubiere registro, entonces dijimos "vamos a pasar por ahí y saltamos a los '70". Cuando empezamos a hacer las primeras charlas veíamos nombres que se repetían. A los cuatro meses, en lugar de avanzar ¡habíamos retrocedido como diez años! Tuvimos que ir a buscar esas raíces, ahí fue donde aparece el "Topo" Carbone, un baterista histórico, que había estado en la última época de los '60 y nos empieza a dar una mano para reconstruir ese mapa. Lo que teníamos a favor y en contra era que al no haber bibliografía tuvimos que ir a las fuentes, lo que hacía más rico el trabajo, como una arqueología musical. No sabíamos cómo sonaban muchos de los grupos, pero nos encontramos con gente que había conservado fotografías, recortes, y reconstruimos el "antes" de Los Gatos.
- Sin un buen archivo veo que este libro hubiese sido imposible.
- Esa fue una pata fundamental, gracias a quienes llamamos "guardianes del tesoro", tipos que durante cuarenta años han conservado afiches, volantes, entradas, y que por lo general no son los músicos, sino gente que satelizaba con determinado grupo, un asistente, un plomo, o el que diseñaba los programas. El músico por lo general se olvida, a excepción de los bateristas, que son muy meticulosos. Y desde lo personal también, porque a través de los años me ha tocado vivir muy de cerca esta historia, es más, en algún momento intenté ser músico de rock, lo que me permitió ingresar en esa comunidad en la que no éramos tantos. Te estoy hablando fines de los '70 y principios de los '80, donde era común cruzarte con Fito, con Juan Baglietto, porque todos íbamos a ver a todos, no era una cuestión de género musical, sino que había que estar en esos espacios, porque funcionaban como lugares de libertad, ¡si bien después nos esperaba el colectivo para llevarnos presos! Era algo que sentíamos así.
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