CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. EVA ARGENTINA. UNA METáFORA CONTEMPORáNEA EN VENECIA
La artista rosarina Nicola Costantino representará a la Argentina en la prestigiosa Bienal italiana, donde propondrá una serie de cuatro obras multimedia de alta tecnología, mediante las que busca desplegar un retrato ambiguo de Eva Perón.
› Por Beatriz Vignoli
Por segunda vez consecutiva el arte de Rosario representa a la Argentina en la Bienal de Venecia. Y el tema es nada menos que Eva Perón. Eva argentina. Una metáfora contemporánea, es el título de la serie de cuatro instalaciones que expondrá desde el 1 de junio de este año la artista rosarina Nicola Costantino en la 55ª Bienal de Venecia, con curaduría de otro rosarino: Fernando Farina. Se trata de una serie de obras multimedia de alta tecnología que articulan performance, video y objetos mecánicos buscando desplegar un retrato ambiguo de Eva Perón.
Costantino, que hasta el 3 de mayo expone fotografías en el ECU de Rosario (ver reseña en la edición de Rosario/12 del 5 de marzo de 2013) responderá en Venecia a un doble desafío, conceptual y espacial. Y redobla la apuesta tentando una probable polémica política, aludida en el subtítulo. El director artístico de esta edición, Massimiliano Gionni, tituló a la bienal "El palacio enciclopédico" evocando un proyecto de museo patentado en 1955 por un artista ítaloamericano, Marino Auriti. Iba a ocupar más de 16 cuadras y medir 136 pisos de altura en la capital de Estados Unidos.
Nunca llegó a realizarse, o nos hubiéramos enterado. Pero Gionni lo rescata como imagen de las cosmologías personales que con cierta pretensión de omnisciencia buscan reconciliar los mundos individuales y colectivos. Por otra parte (aunque sin llegar a los extremos de Auriti) cierto grado de sana megalomanía es casi una condición necesaria para exponer en el Arsenale, el pabellón argentino de 500 metros que fue inaugurado en la edición anterior de 2011 por otro rosarino, Adrián Villar Rojas.
En resumen: todo a lo grande para una figura mundialmente relevante que resuena en las multitudes, por una artista que suele connotar en sus esculturas cuestiones tan espinosas como el Holocausto nazi o el aborto. Y ahora, el peronismo. Cuestiones a las que además les suele poner el cuerpo, a veces de manera muy heterodoxa, y esta no será la excepción: este año, en Venecia, Nicola "es" Evita. La encarnará, vestidos y rodete y maquillaje de por medio, primero performáticamente y luego proyectando su imagen a través de una sutil fantasmagoría de videos, bajo un diseño de iluminación que genera una atmósfera barroca, en una puesta de cuidada teatralidad. Nacida en 1964, Nicola Costantino pertenece a la generación que no conoció a Eva Perón, y cuya información acerca de ella le llega mediada en gran medida por una frívola y despiadada ópera rock: Evita. "Esta obra de arte enfrenta los preconceptos establecidos de una imagen comunicada durante sesenta años en forma partidista o estéticamente relacionada con lo kitsch", declara la artista en la carpeta de su proyecto.
La Eva de Costantino (hasta donde puede saberse) no será kitsch sino camp, glacial, cadavérica y espectral. Al igual que Madonna en la adaptación cinematográfica de la ópera rock en los años 90, derrocha glamour. Pero el camp y el glamour, en manos de Costantino, están lejos de ser una mera pátina de encanto superficial: son un arma. Se confabulan con lo siniestro para crear ironías dramáticas.
Costantino sabe plasmar el horror que provoca el encuentro entre los cadáveres animados y las máquinas que los animan. La repetición automatizada (como en ciertas esculturas cinéticas críticas de los años 60) admite ser leída en su obra como una crítica a la deshumanización. Y en las cuatro estaciones de esta Eva surge pronto el metal bajo la seda.
En medio del Pabellón, una instalación performática, titulada Lágrimas, representará "el dolor del pueblo". En una sala de autopsia o embalsamamiento habrá un gran freezer y una mesa. Dos operarios sacarán del freezer moldes de silicona, de donde desmoldarán hielos con forma de lágrimas; luego rellenarán los moldes con agua y los repondrán en el freezer. Las lágrimas que se acumulen sobre la mesa serán llevadas en palas para incrementar la montaña de lágrimas que cubrirá una gran camilla metálica, a la luz de lámparas quirúrgicas. La capa más profunda de lágrimas es de resina con luz interior de LED que emana a través de las lágrimas de hielo. Estas se derretirán y al gotear sobre la estructura inferior de la camilla, producirán el sonido de la lluvia.
Al final se verá un Vestido máquina, de cierta similitud formal y emocional con la figura Ave Eva, de Aurelio García. El objeto de hierro cromado, en escala natural, se desplaza con máxima aceleración en línea recta, hasta chocar violentamente contra las paredes de la habitación. Cuando choca, automáticamente retrocede, gira 90 grados y vuelve a arrancar, en una repetición incesante.
La serie comienza con la metamorfosis de Nicola en Eva Perón. Esta primera parte se titula Transformaciones. El espectador ingresa a una instalación que reproduce el dormitorio de Eva con muebles de estilo francés. Aparece en el espejo del tocador una retroproyección, que permite ver al reflejo de Nicola realizar la acción de transformarse en Eva: se tiñe de rubio, se peina con rodete y se prueba seis juegos de indumentaria distintos. Estas y otras caracterizaciones se proyectarán mediante seis proyectores, en una videoinstalación panorámica de 17 x 3 metros en escala natural, Evas múltiples, donde los mismos muebles de las filmaciones sirven de decorado escénico para "su vida como un sueño hecho realidad", según apunta la artista.
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