CULTURA / ESPECTáCULOS › LA PELíCULA DE ROMANO SOBRE EL GENIAL PIANISTA. UN VIAJE AL TALENTO Y LA DISCIPLINA.
"Alexander Panizza. Sólo piano" se proyecta en El Cairo. Una inmersión pasional, obsesiva, en el mundo de la música y de un pianista extraordinario. "Me interesaba mucho el retrato, casi como de un testigo" dice Pablo Romano, el realizador.
› Por Leandro Arteaga
Entre la variada programación semanal de El Cairo Cine Público, destaca la segunda semana de exhibición de Alexander Panizza. Sólo piano, de Pablo Romano; ganador en el último Festival Latinoamericano de Video y Artes Audiovisuales Rosario en los rubros mejor video rosarino y mejor fotografía (Romano y Arturo Marinho), así como título programado durante la edición 2012 del Bafici.
Romano posee una trayectoria dilatada, de búsqueda permanente, ya situado como nombre de referencia para el ámbito audiovisual, cuya presencia será justamente homenajeada durante la programación de la próxima "Conecta.02, Muestra de Cine Interdisciplinaria" (del 4 al 9 de julio), en donde se proyectarán El tenedor de R. (1997) y Una mancha en el agua (2005). Otra buena oportunidad para visitar sus trabajos.
Alexander Panizza. Sólo piano acompaña -también intuye, descubre, fisgonea- la intimidad del pianista durante su preparación para los conciertos de la temporada 2010 que en el Teatro Príncipe de Asturias del Centro Cultural Parque de España tuvieran a las Sonatas de Beethoven como protagonistas. En este sentido, el recorrido del argumento señala al piano como aspecto nodal en tanto objeto, no sólo musical, porque la historia arrancará allí cuando el instrumento arribe al domicilio del músico, mientras éste lo espera con una calma intensa, que desmiente tranquilidad, apenas un manto sobre lo insondable. Allí es donde la cámara de Romano se sumerge.
Ahora bien, lo que aparece cuando Panizza se desoculta es, justamente, la música. Y el cine, como ninguna otra arte, está allí para presenciarlo: acto de milagro, que sucede como si de una explosión mágica se tratase. Que evidentemente está ocurriendo en toda oportunidad: mientras Panizza lee/mira las partituras en sus manos -y las notas suenan en él-, cuando dialoga y fuerza en palabras insuficientes lo que sólo la música permite, cuando apela al misterio de un casete negro que guarda en la memoria pero no sabe en cuál cajón ha quedado entre tantas mudanzas.
Allí, también la artesanía del realizador: el casete como MacGuffin hitchcockiano, que prende en el espectador para una develación posible pero en todo caso posterior. Entre tanto, los campos y contracampos de diálogo entre Panizza y su esposa, o de réplica docente entre Panizza y alumno, así como el montaje paralelo entre la música que se enseña y los juegos del niño (en primer o segundo plano, el piano siempre suena y transita los lugares diferentes de la casa y, claro, la vida de quienes allí habitan), o la toma cenital que permite al teclado ser un recorrido de horizonte blanco/negro, sobre el que los dedos del músico saben cómo y cuándo y dónde pulsar. Tanta belleza, que en tanto sucesión de tiempo ininterrumpido, es también suspensión misma de lo temporal: allí cuando cine y música saben cómo -paradoja esencial- coincidir. Es por eso que cuando en la película la música es, el montaje de planos se ausenta; por eso, el cine filma -como nadie más puede- la música.
"El parece que lo hace todo muy simple -dice Romano a Rosario/12-, pero detrás de eso hay una gran construcción, un trabajo cotidiano, de todos lo días, de una persona obsesionada con una pasión por la interpretación. Me interesaba también ver el diálogo que se entabla con unas partituras que tienen más de doscientos años, ver cómo ese lenguaje del romanticismo se hacía presente hoy, en Rosario".
-Visto que Panizza es un obsesivo, ¿cómo recibió el músico la propuesta de ser filmado desde la intimidad?
-Es un obsesivo, pero lo es con su trabajo. Es alguien que no toma a la música clásica como algo que está por arriba de otras cosas, sino que es bastante desenfadada su visión de la interpretación de este tipo de música. Cuando le hice la propuesta, le interesó muchísimo, porque coincidíamos en muchos aspectos desde nuestras miradas. Si bien en ese momento pensé "o me insulta o acuerda". Yo le dije que con él sentía que su relación con las partituras y la interpretación era la del capitán Ahab con Moby Dick, un monomaníaco que persigue a la ballena blanca, a la que no va a poder atrapar nunca. Pero allí es donde está la punción, en el recorrido, en el viaje, no en el final. Y eso yo lo veo mucho en él, en tratar de encontrar el sonido justo; es muy hermoso, me conmueve mucho.
Si la película de Romano se adentra en el mundo Panizza desde el arribo del piano; la secuencia final tendrá que ver con salir de allí del hogar íntimo para ir al encuentro, precisamente, de otro piano. El del escenario. Pero para llegar, primero toda una sucesión de escenas y situaciones donde el tiempo se extraña, el comportamiento físico y emocional progresivamente comulgan, y la cámara se vuelve casi invisible, fantasma, hasta estar ausente para quien en ese momento está por salir a escena a tocar una vez más, pero como ninguna otra vez será.
Alexander Panizza. Sólo piano. 10 (diez) puntos.
Argentina, 2012
Dirección y guión: Pablo Romano.
Sala y horarios: El Cairo. Sábado a las 18. Domingo a las 22.15
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