Después de cosechar elogios como parte del Zo'Loka Trío (junto a Marcelo Katz y Juan Manuel Costa), con el dúo 2 o'Clock (con Pablo Márquez, con quien editaron Deja vú y su set de peculiares reversiones a clásicos del rock) o con el notable disco Colibrí que publicó junto a Nora Sarmoria, Victoria Zotalis volvió a incurrir en una pequeña sociedad. Esta vez es el bajista Tavo Centurión quien aporta el 50 por ciento restante de "Origami", el dúo con el que Zotalis ofrece nuevas versiones de sus canciones, y con el que mañana a las 22 actuará en Doscuartos Espacio Cultural (Sarmiento 1232, planta alta), sumando como invitada a la percusionista Victoria Virgolini. En ese mismo espacio, el sábado a las 15 Zotalis dictará un seminario intensivo de canto, al que los interesados pueden sumarse escribiendo a [email protected].

"En sí el nombre 'Origami' surge un poco para nombrar este proyecto sobre canciones mías, que vengo componiendo hace un tiempo --explica Zotalis en su diálogo con Rosario/12--. De hecho algunas ya las he presentado en el disco que saqué con Nora Sarmoria, Colibrí. Ahora con Tavo en principio partimos de canciones mías, y hay variedad de gustos. El nombre, 'Origami', tal vez tenga que ver con el concepto de delicadeza, de la pequeñez del dúo, el carácter de intimidad que tiene el encuentro que se dio ente nosotros. Además estamos trabajando mucho en la producción de los arreglos, el concepto, y aunque las composiciones son mías la estética es una creación compartida".

Lo cierto es que los pequeños formatos parecen ser una constante para esta cantante que cosechó elogios por renovar la escena jazzística, ésa en la que fue incluida una y otra vez, aún cuando sus obras escapaban al rótulo. Lo cierto es, también, que las formaciones reducidas le han permitido un despliegue vocal intenso, versátil, cargado de arreglos y marcas personales, dándole lugar a un interesante contraste. "Tal vez es como para balancear --admite Zotalis--. No soy una cantante delicada. Aunque me guste la delicadeza, me conmueve la intensidad de lo interpretativo. También es cierto que los formatos más chicos hacen que a veces sea más fácil organizar ensayos (risas). ¡A veces las estéticas tienen que ver con cosas triviales! Fuera de chiste, las veces que armé proyectos fueron fruto de encuentros muy singulares".

El dúo con Centurión, según indica la cantante y compositora, encuadra en esa singularidad, y si bien hay perspectivas de ampliar la formación, todo dependerá de una química que va más allá de los virtuosismos: "Siempre con la gente que me encuentro somos delicados y medio gourmet en la selección. Encontrarse con alguien no trata solamente de que sea buen músico, que está buenísimo, sino que haya afinidad en el proceso creativo. A veces para cocinar eso, dos o tres ya son multitud. No es que sea imposible, pero es lo que se me ha dado. También es interesante, desde una formación pequeña, ver cómo se puede lograr la potencia, expresiva y sonora, desde la intención, no sólo por sumar cantidad de volumen o de músicos".

- Las formaciones pequeñas le dan también un mayor grado de libertad al momento de interpretar, pensándolo aquí sí desde la improvisación propia del jazz.

- En las formaciones en las que he estado ha sido con grandes improvisadores, sí, pero que igual gustan mucho del arreglo, porque hay un laburo de arreglo, algo muy definido. Siempre está bueno tener un tablero para revolear, primero tiene que estar éso, el límite para propulsarse, para tener qué romper. De hecho, me gusta poder tener tiempo de ensayo y que el show sea fruto de una producción cotidiana. Es linda la espontaneidad de encuentros con otros músicos, pero cocinar un código compartido requiere de horas de ensayo. Es una construcción que permite llegar a lugares muy interesantes, trascender lo más obvio que uno va a hacer. Para salir del surco, morder el pasto y agarrar campo adentro, hay que tener un coequiper. Porque sino uno responde con lo predecible.