Lunes, 5 de agosto de 2013 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › CINE. BERNIE, DIRIGIDA POR RICHARD LINKLATER, CON JACK BLACK Y UNA INOLVIDABLE SHIRLEY MACLAINE
Dueño de una puesta en escena admirable, ya consecuente con una obra personal, autoral, el director norteamericano ofrece una mirada reflexiva, muy irónica, desde la figura de un simpático asistente funerario. Sólo puede verse en DVD.
Por Leandro Arteaga
Bernie
EE.UU., 2011
Dirección: Richard Linklater.
Guión: Richard Linklater, Skip Hollandsworth, a partir del artículo de Hollandsworth publicado en Texas Monthly.
Fotografía: Dick Pope.
Música: Graham Reynolds.
Montaje: Sandra Adair.
Intérpretes: Jack Black, Shirley MacLaine, Matthew McConaughey, Brady Coleman, Richard Robichaux, Rick Dial.
Duración: 104 minutos
Sólo disponible en DVD.
9 (nueve) puntos.
Bernie pasó de largo la posibilidad de cartelera, aún cuando su director y actor --Richard Linklater y Jack Black- sean reconocibles para el público, coincidentes a su vez en ese título de (progresivo) culto que es Escuela de rock (2003). También porque Linklater es, afortunadamente, una rara avis dentro del tipo de cine que actualmente se exhibe; su último film, Antes de la medianoche, el tercero de los capítulos dentro de la adorable pero nada fácil vida de Jesse y Céline (Ethan Hawke y Julie Delpy), se mantiene todavía en cartel en uno de los complejos de la ciudad. Pero, aquí lo curioso, antes de Antes de la medianoche, hubo otro film. Capaz, entre tantas cosas más, de devolvernos la luz interminablemente bella de la actriz Shirley MacLaine.
De manera tal que la fuerza de choque que significan Black y MacLaine hace de Bernie una cita obligada. ¿Cómo resistirla? Más aún cuando el argumento gira en torno a un hecho real, sucedido en una pequeña localidad de Texas, donde un asistente de una compañía funeraria se vuelve una especie de celebridad local gracias a sus maneras amables, su habilidad cruzada entre la sensibilidad y el oportunismo comercial, su interpretación vocal durante los sepelios, sus discursos bienpensantes. Bernie (Black) es una silueta bonachona, de la que todos hablan y hablan bien, a quien las señoras bendicen con sus sonrisas mientras le exigen --dada la circunstancia- ser enterradas con las pompas que les promete. Tal es el aprecio que Bernie se ha ganado entre la comunidad.
Ahora bien, y aquí lo mejor, el film de Linklater se construye desde los relatos a cámara, a un entrevistador invisible, quien recopila datos que funcionarán como piezas más o menos sueltas, proclives a la imagen de ensueño que el incomparable empleado de funeraria supo provocar. Mientras tanto, el montaje apela a la reconstrucción de los hechos, a la interacción entre lo que las palabras dicen --de boca, atención, de verdaderos residentes de la localidad, que hubieron de conocer realmente a Bernie- y un flashback que se entrelaza desde la gracia enorme de Jack Black (quien medita, sopesa, sonríe, canta, baila, tan brillante es). Allí, también y por fin, la aparición magistral de Shirley MacLaine.
Viuda reciente, mujer recalcitrante, que gustaba de rechazar los préstamos de su marido --simplemente por deporte--, Marjorie es la antítesis justa para el orondo Bernie, pero sobre todo para quienes recuerdan sobre uno y sobre la otra. Porque esta otra será depositaria de los recuerdos peores. Sin embargo, allí es donde irá a parar --a ella, a su casa adinerada o, más precisamente, a su dinero-- el angelical Bernie. Si uno es el ángel blanco, ella es la diablesa. Pero, se sabe, nada es lo que parece.
En este sentido, la puesta en escena que Linklater despliega es admirable. Si bien Bernie será motivo de memoria melancólica, habrá de suceder algo que provoque la fisura. Si bien Marjorie será motivo de memoria resentida, habrá también allí una grieta. De todas maneras, los últimos interesados en percibir tal situación serán, allí la paradoja (o el lugar común, inevitable), los mismos pueblerinos, aferrados como están a sus memorias intachables, en donde todos coinciden. Más aún, no faltará quien se obstine en pensar, en decir, que lo sucedido no ha sido como realmente fue.
¿Qué ha sucedido? Para ello, mejor ver el film.
Entre tanto ida y vuelta temporal: desde el "presente" supuesto por los entrevistados hacia el "pasado" dramatizado; uno de sus personajes atraviesa ambas instancias a la vez. Se trata del fiscal, caracterizado por un cada vez mejor Matthew McConaughey. Personaje tan despreciable como seductor. Capaz de generar campañas publicitarias de lo más idiotas pero, a su vez, de lo más efectivas para su reelección. El será quien empuje desde su tarea hacia lo que los indicios dictan, hacia la defensa de la verdad expuesta. De nuevo la paradoja, porque será este fiscal prepotente, de conducta chanta, en quien se deposite la comprensión determinante, invariable. El, por eso, como el lugar de la razón, como el peso de la ley. Pero, para hacerla prevalecer, algún sesgo retórico habrá de intervenir.
Y finalmente, lo mejor. Shirley MacLaine. Verla es revivir gran parte de la historia del cine. Su gracia interminable, la candidez, el brillo de la mirada. Ella es Hitchcock, Billy Wilder, Bob Fosse, Hal Ashby. ¿Cómo no quererla? La paradoja otra vez. Porque Linklater la hará transitar por un camino de caricatura malvada, de bruja (cercano al de la madre de Recuerdos de Hollywood, de Mike Nichols). De todas maneras, también será una bruja seducida. No tan mala en verdad. Así como no tan bueno es nadie, ni siquiera Bernie, quien tantas cruces porta, entre sus palabras y el decorado funerario.
Porque es un gran cineasta, Linklater expone y nunca juzga. Da cuenta de una historia y encuentra la manera sagaz de comunicarla con el presente real, con el Bernie que realmente existe, quien sabrá compartir un mismo plano (de espejo mágico, casi) con Jack Black. Es el momento en el cual, por lo general, tanto otro cine dice haber recreado lo que sucedió, como si el film visto se tratara del documento más veraz. La película de Linklater, por su parte, sólo recrea, sin alterar lo sucedido, pero con una carga reflexiva que dispara hacia muchas zonas oscuras, presentes en Bernie pero sobre todo entre quienes le han hecho ser lo que parece ser. Un personaje --el de Bernie, el de la sociedad- que va más allá del hecho que presuntamente se relata.
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