"Cuando crezca a esto lo voy a escribir", dice un Adrián Abonizio personaje de su propia obra narrativa en su tercer libro de relatos, Cuando llueve (Homo Sapiens, 2013). El libro, que se presenta en Rosario este viernes 13 a las 19 en el auditorio de la librería y editorial Homo Sapiens (Sarmiento 829), reúne 150 páginas de aguafuertes y relatos breves ambientados en un barrio de la ciudad, evocando ese tiempo entre la niñez y la adolescencia que tan buenos frutos ha dado a la literatura juvenil. Aunque nada más lejos de la pretensión didáctica que esta casi novela episódica de aprendizaje, escrita en una prosa poética de contundente belleza donde no se contradice la alta lírica con el lenguaje popular: estética que es toda una postura política.

Versiones previas de los 42 relatos fueron publicadas en la sección Contratapa de Rosario/12. El que da su título al conjunto fue publicado allí, en una versión más breve, el 22 de febrero de 2009. El libro integra la colección de literatura rosarina Ciudad y Orilla, que se publica desde hace tres años con el apoyo de subsidios estatales y privados. Junto al autor, el director de la colección, Marcelo Scalona, hablará de la obra y del proyecto.

Nacido en Rosario en 1956, Abonizio compuso canciones emblemáticas de la Trova rosarina como "El témpano", "Mirta, de regreso" o "Dios y el Diablo en el taller". Recién les puso su propia voz a las tres juntas en el álbum Extraño conocido (2006), uno de los ocho discos que grabó; entre ellos, uno con el grupo Rosarinos (1997) y otro dedicado a Rosario Central. Menos conocido es su trabajo como humorista gráfico, locutor de radio, actor, artista plástico y autor de dos libros de poesía. Una vez dijo en una entrevista que volvió de Buenos Aires "por la revancha de campeones".

Hoy tiene un disco, Tangolpeando (BlueArt, 2012), que resultó ganador en los premios Gardel 2013. Mientras tanto recorre festivales El comegato (2013), cortometraje de la productora independiente Mala Frame, dirigido por Lucas Cosignani. Allí Abonizio actúa y canta la milonga del título, metiéndose en la piel de un villano muy local, que recuerda un poco a la voz del lobizón en su novela coral Tristes lobizones (Ciudad Gótica, 2010). El de Cuando llueve es un universo atravesado por el agua, contemplado por una mirada que se asombra ante la mutación de las cosas en el agua. La voz va y viene entre la inocencia y la experiencia: "éramos inocentes, infames", dice.

"Cuando llueve se oye la radio, se piensa en cosas perdidas", escribe Abonizio, retomando y reescribiendo casi palabra por palabra, con paciencia de poeta orfebre, su prosa. "La sangre se estanca y mal descansa, amparada por el olor a los cercanos bosques de álamo que silban desde los montecitos de paraísos, zanjones, campos barriados y ese aroma preciso que solamente la lluvia fabrica y que es indefinible, pues parece acercarnos el auténtico olor a chapa, zinc, materiales que sólo recién al ser mojados empiezan a definirse".

El carnaval; el patriota odiado; un croto que era Jimi Hendrix; la dictadura de Onganía, que temía a los trenes; una escena cómica de sexo adolescente; los que se van del barrio como llegaron y la pregunta por su destino son algunos de los temas en estos relatos hermosos como canciones, que forman la saga de un Macondo rosarino.