CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. EL CASTAGNINO Y TRES MUESTRAS CON IMPULSO EMPRESARIAL
Fundar. 3 Miradas. 30 Años, que reúne fotografías de Glusman, Ostera y Puzzolo, Es tan fácil pintar que hasta yo me animo de Milo Locket y la colectiva Variaciones Tecnológicas II conviven en las salas de la institución de Oroño y Pellegrini.
› Por Beatriz Vignoli
Es tan fácil pintar que hasta yo me animo: el título de la muestra que el pintor autodidacta chaqueño Milo Lockett expone hasta el 1 de diciembre en el Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino (Pellegrini 2202) es toda una declaración de principios. Por otra parte no es nada fácil pintar con una cámara como Norberto Puzzolo, Laura Glusman y Andrea Ostera. Estos tres fotógrafos rosarinos, de reconocida trayectoria tanto en lo profesional como en lo artístico, también exponen en el Castagnino hasta esa fecha, integrando una muestra colectiva patrocinada y surgida por iniciativa de una corporación: la empresa Fundar (dedicada al diseño, el desarrollo inmobiliario y la construcción), que celebra sus 30 años.
La tercera de las muestras inauguradas el viernes pasado en el Museo también surge de una empresa: Variaciones Tecnológicas II. Con curaduría de Marcelo Marzoni, es la segunda experiencia de un proyecto de muestra itinerante destinado a difundir las nuevas producciones argentinas en el campo del cruce entre arte y tecnología. Se exponen obras de Mene Savasta Alsina, Oliverio Duhalde, Hernán Kerlleñevich, Fabián Nonino, Juan Rey y Leonello Zamboni. Ellos fueron los artistas seleccionados en el Programa Interactivos 2011 y 2012 del Espacio Fundación Telefónica coordinado por Rodrigo Alonso y Mariano Sardón.
No es tan fácil explicar qué hacen estas tres muestras juntas en un museo municipal, devenido en exhibidor corporativo. Las tres parecen celebrar la producción, la noción del artista que vive de su trabajo (tal es el caso de los tres fotógrafos y el pintor) o del artista profesionalizado que produce a la par del ritmo del boom inmobiliario, sin límite ni medida, como lo hace Lockett, quien a esta altura es una empresa en sí mismo. Al comparar la exposición de fotos con la de pinturas, lo que saltan a la vista son los contrastes. El espontaneísmo de las 40 pinturas de Lockett, quien invoca las tradiciones recientes del arte urbano, el neoexpresionismo y el neofigurativismo para justificar sus recurrentes formas estereotipadas (y muy fáciles de imitar; de veras es fácil pintar como Milo Lockett), contrasta con la densidad iconológica de las piezas fotográficas.
Norberto Puzzolo (Rosario, 1948) fue alumno de Juan Grela y de su tío Anselmo Piccoli, coautor junto a Antonio Berni de un mural perdido: El hombre herido. Integró en los años 60 el Grupo de Arte de Vanguardia de Rosario, con el que inició el Ciclo de Arte Experimental auspiciado por el Instituto Di Tella (con su emblemática instalación Las sillas) y fue uno de los realizadores de Tucumán Arde. Reportero gráfico en los 70, retratista de pintores en los 80, Puzzolo cambió los pinceles por la cámara pero no dejó de leer ni de dar a leer toda la historia de la pintura en una sola imagen, como lo hace en su magistral Retrato de Derlys (2013). Derlys es un joven albañil que parece cargar la cruz de Cristo sobre sus espaldas; este cruce del realismo social de denuncia de las condiciones de la explotación con la tradición iconográfica del arte religioso ya estaba presente en El hombre herido de Berni y Piccoli y en La civilización occidental y cristiana (1965), de León Ferrari. El hecho de incluir en el título el nombre propio del retratado (de origen humilde pero no por eso destinado a encarnar una vaga alegoría o a cosificarse como material académico) es un gesto ético que continúa los de Juan Grela en su serie de vecinos de villa de emergencia en los años 60. Y en este contexto particular la obra adquiere especial significación. Lo representado es el reverso humano de las torres de lujo rosarinas que este albañil, que las supo construir, jamás podrá llegar a habitar.
Puzzolo recibió importantes galardones, entre ellos el Premio Kónex (2002). Laura Glusman (Rosario, 1971) y Andrea Ostera (Salto Grande, 1967) obtuvieron ambas el Diploma al Mérito de la Fundación Kónex ese mismo año. Ostera estudió en la Universidad de Nueva York y en el ICP de esa ciudad. Tanto Ostera como Glusman, al igual que Puzzolo, presentan sólidas obras que no sólo revelan un dominio de la fotografía como oficio, sino un saber sobre la pintura: en Glusman opera la tradición pictórica del paisaje y en Ostera, el interior. Resulta entonces que no era tan fácil sacar fotos, un clic y listo.
Otra novedad es que ayer el Museo Castagnino+macro abrió la convocatoria al LXVII Salón Nacional de Rosario 2013, que será inaugurado el viernes 13 de diciembre en la sede Castagnino. Hasta el 8 de noviembre se podrán enviar hasta dos obras por aspirante, sin importar su fecha de ejecución, que no hayan participado en otros salones o premios nacionales. Se aceptan obras efímeras o estables, que formen parte de proyectos concluidos o en proceso. Las obras pueden ser bidimensionales, tridimensionales, audiovisuales, digitales o performáticas, por autores colectivos o individuales, vivos y con por lo menos un mes de residencia en el país. Las bases y fichas de inscripción pueden consultarse en www.castagninomacro.org.
Las obras no podrán exceder los 100 kilos por pieza ni los 2,50 metros de altura. Si las formas previstas de exhibición no son las usuales, los autores deberán presentar un detalle gráfico de su instalación, para lo cual se puede descargar el plano de la planta alta del museo: www.castagninomacro.org/descargas/planta_alta.gif. Los artistas o colectivos seleccionados deberán proporcionar los equipos técnicos necesarios para la exhibición de sus obras en el salón.
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