Miércoles, 11 de diciembre de 2013 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › PLANO CONVEXO, DE RODY BERTOL
Por Beatriz Vignoli
"Un plano convexo es el tacho por excelencia del teatro, el spot histórico de los teatreros", explica el director y dramaturgo Rody Bertol. "Es un orgullo tener uno o más de uno en una sala. Es el spot que hace el círculo redondito, que marca un adentro y un afuera".
Plano convexo es el título de la nueva novela de Rody Bertol que se presenta mañana a las 20.30 en el Centro de Expresiones Contemporáneas. En la tapa del libro figuran dos logotipos: el del Instituto Nacional del Teatro, que financió por concurso y mediante jurado una parte importante de la edición, y el de Rosario Imagina, el grupo (o compañía, como se decía antes) que Bertol cofundó en 1991 y con el que lleva todo este tiempo produciendo puestas teatrales. Gente del grupo está a cargo del diseño y de la distribución del libro.
Pero además Rosario Imagina en alguna medida protagoniza la novela, ambientada libremente en el teatro La Manzana y en el ensayo general de una creación colectiva de dicho grupo a partir de textos de Antón Chéjov que el elenco estrenó en 2005 en la sala rosarina Melpómene. Artificio casamiento se llamó aquella obra ganadora de la XXI Fiesta Nacional de Teatro (Buenos Aires, 2007). Además de 30 actores en escena, el público de la obra era "invitado" al casamiento y tratado como tal por los actores. En el libro, que va y viene entre personajes y tiempos, Bertol se permite el libre juego entre los apuntes ensayísticos (con precisas y profundas reflexiones sobre su oficio), las pinceladas de crónica urbana (que entregan una Rosario reconocible), la autoficción, la ficción y el texto teatral. En cursivas se reproducen fragmentos de la obra representada en 2005.
Hay hermosos pasajes de prosa poética donde relumbran las epifanías, chejovianas si se quiere. Narran esos instantes en que parece que nada sucede, pero cuando el sentido o el sinsentido de la vida puede revelarse entre dos relámpagos, antes de una tormenta. La atmósfera que capta Bertol es la de un momento crítico, de alta turbulencia: entre el ensayo general y el estreno de una obra.
"Yo lo ficcionalicé pero son cosas que suceden --cuenta el autor--. Son los actores de cualquiera de las obras en las que he participado como director o visto: el trance que tenemos a la hora de montar una obra, la amalgama entre la realidad y el sueño que le agarra a la gente de teatro cuando está por estrenar. No sólo nos peleamos sino que esa excitación te permite hacer cosas que no las hubieses hecho". Y así coinciden: el divorcio, el reencuentro amoroso, la muerte inesperada o uno de los actores anda en bicicleta bajo la lluvia por última vez en su vida (de que fue la última vez se dará cuenta años más tarde). Para intensificar el clima, "esa noche hay dos truenos; esos pocos minutos que van de un trueno a otro", como los describe Bertol, coinciden con el momento de trance en que los actores no son su identidad ni la del personaje.
"Cuando terminó el ensayo general, a medida que los actores y actrices iban volviendo a su condición natural y sus cuerpos recuperaban los gestos habituales... me di cuenta de golpe... que la verdadera condición de todos nosotros son esas sombras, informes y espesas, aglutinadas y solas, que vi segundos antes de comenzar la obra en el patio, cuando la luz, esa luz real que es fantasía, se apagó para dar comienzo a la representación", escribe.
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