Domingo, 29 de diciembre de 2013 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › LA NOVELA "PLANO CONVEXO" Y LA OBRA "BAJO UN CIELO DE VERANO"
Ambas obras del director, actor y dramaturgo Rody Bertol pueden ser analizadas en conjunto, en los intentos por dar cuenta de ese otro hecho "fantasmal" que ocurre entre las bambalinas de la creación artística. El registro de la propia vida artística.
Por Julio Cejas
La reciente publicación de la novela "Plano convexo", escrita por el actor, director y escritor teatral Rody Bertol y el estreno de su última obra "Bajo un cielo de verano"; podrían leerse en conjunto, como un auténtico friso interactivo que mixtura la ficción y la realidad y los intentos por dar cuenta de ese otro hecho "fantasmal" que ocurre entre las bambalinas de la creación artística. Podría decirse que desde sus orígenes el autor de este libro, editado por el Centro Experimental Rosario Imagina y el Instituto Nacional del Teatro; andaba escribiendo con su propia praxis, lo que años más tarde nos devolvería en formato de novela corta.
Una praxis que reconoce sus orígenes en aquella emblemática "Agrupación Discepolín", que allá por los 80' andaba "pateando tachos" de una escena atravesada por las sombras de la dictadura militar.
Ya en el fragor de esas luchas y de las creaciones colectivas que descubrió antes como alumno de los talleres del mitológico Arteón, Bertol bosquejaba los primeros borradores de "Plano convexo": La historia no conocida de una generación que se atrincheró en el teatro para resistir el embate de una sociedad que los condenaba por intentar ser libres.
En esta novela el autor se muestra en los retazos de cada uno de sus protagonistas y no podemos dejar de reconocer su pasión por el lenguaje lumínico, en la minuciosa descripción que hace de Rodolfo: "Era un placer verlo colgando los spots en silencio, haciendo equilibrio en el último escalón de la escalera...".
Esta escritura encontrará otras lecturas en todos aquellos que siguieron de cerca la trayectoria del creador de "La Sonata de los fantasmas" (1998) o "Lo mismo que el café" (2003), por citar sólo algunos de sus trabajos más emblemáticos, donde destaca su capacidad para vestir de luz las oscuridades de las escenas más desgarradoras.
Ese Rodolfo, iluminador de uno de los tantos grupos independientes, que según la novela aprendió su oficio en la casa de sus abuelos en el campo, donde encontró la magia de sus primeros "spots": "Fuera de la convención teatral, los artefactos de iluminación que más le gustan son los faroles de kerosén...", dice el autor.
Y allí nuevamente los anclajes con las raíces y los orígenes de este teatro "pobre" de las provincias, este teatro que pareciera todavía sostenerse en una tradición donde más allá de subsidios y ayudas oficiales, sigue teniendo que recurrir mas de una vez a un improvisado "farol de noche".
De esas carencias de las que tanto habló el autor de ese libro de lectura impostergable: "Teatro salvaje", digno prologuista de "Plano convexo", el santafesino Jorge Ricci, actor, director, dramaturgo; que dirigió una de las primeras obras en las que actuó Rody Bertol: "Sueños de juventud", otra típica historia de pueblos provincianos.
Y cito a Ricci porque mucho de sus "Actores de provincia" (1991), obra del legendario Teatro Llanura, se filtra en la escritura de esta novela y en la práctica de Bertol, en la conformación de esos grupos como el que está ensayando "Artificio casamiento", obra que dirigiera en el 2005 y que lo pondría en contacto con una particular mirada sobre los textos de Chéjov.
"Pero también el Pelado, Rodolfo y el narrador son capaces de poder iluminar lo que están viviendo bajo este plano convexo: Uno de los temas de la obra es el tema de la vida que perdemos mientras la vivimos, eso es Chéjov", dice Jorge Ricci en el prólogo, citando uno de los fragmentos del texto de Bertol.
"Bajo un cielo de verano", última obra escrita por el creador del Centro Experimental Rosario Imagina, propone al lector de "Plano convexo" algunas claves para completar el itinerario trazado por estos elencos de los que formó parte como integrante y luego como director y dramaturgo.
Allí también están los ingredientes y los protagonistas de los sueños de un autor que pareciera retornar para contar bajo otros cielos estrellados, viejas historias de "amor, amistad y teatro", contar con la voz coral de un grupo de teatro de provincia, donde todos aguardan el momento del "suceso extraordinario", del que ya hablaba Arlt a lo largo de su escritura siempre vigente.
Bertol es uno de los pocos teatreros a los que le gusta reflexionar sobre su poética y hasta en sus textos teóricos, siempre liga la investigación y los aspectos técnicos de las artes escénicas a las vivencias personales y a esa especie de épica de los arrabales en la que se nutre su recorrido por los grupos y las salas independientes de las cuales es un digno heredero.
En "La estrategia del colgado" (2004), un libro que abordaba aspectos de la teoría teatral, ya introducía narraciones cortas donde se insinuaba el mundo chejoviano que tanto lo apasiona y que intentaba poner una dosis de entretenimiento para el lector menos informado.
"Nosotros los directores, los actores tenemos que escribir lo que podamos, porque eso va a tener que ver con la posibilidad de dejar un registro, de transmitirlo a otras generaciones, de poder generar una tradición", decía Bertol en una entrevista publicada en Rosario/12, con motivo de la publicación de su libro.
"El tiempo y la memoria juegan con ellos, movidos por la excitación y ansiedad ante el estreno. Esa amalgama de lo real y del ensueño, que tiene la gente de teatro, son arrollados por un cauce de agua que los acecha, los protege y los revela", dice de sus criaturas, Rody Bertol, mientras la luz de "un plano convexo con filtro blanco frío", les confiere la categoría de fantasmas.
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