Mar 11.02.2014
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. LA COLECCIóN EN FOCO 3: EL VIAJE A LOS ORíGENES. LA RUTA AMERICANA

Aguafuertes y otras visiones

Grabados, dibujos y pinturas de la colección del museo conforman una exposición que tienen como tema común el viaje americano. En ella conviven obras de Antonio Berni, Jorge Bermúdez, Miguel Carlos Victorica, Leonie Mathis y Alfredo Guido.

› Por Beatriz Vignoli

Hasta marzo puede visitarse en la sala central del Museo Municipal de Bellas Artes "Juan B. Castagnino" (Bulevar Oroño y Avenida Pellegrini) La colección en foco 3: el viaje a los orígenes. La ruta americana. Es una exposición de grabados, dibujos y pinturas de la colección del museo que tienen como tema común el viaje americano.

Además de un hermoso óleo de la pintora francesa radicada en Argentina Leonie Mathis (1883﷓1952), un retablo peruano del artista vasco José de Bikandi, un paisaje jujeño al óleo por Antonio Berni, un dibujo de Jorge Bermúdez y los dibujos de Miguel Carlos Victorica (1884﷓1955) que forman parte de su cuaderno de apuntes de un viaje a Arequipa (Perú), pueden verse allí los influyentes grabados al metal que buriló Alfredo Guido en 1923 a partir de sus bocetos de la arquitectura barroca colonial, el paisaje y las costumbres, tomados en un viaje por el noroeste argentino y el altiplano boliviano que él realizó (según otras fuentes, con su hermano Angel) de 1922 a 1923.

Según el texto de la curadora María de la Paz López Carvajal, se trata de la serie de aguafuertes del Altiplano Boliviano expuestos en 1923 en la sede rosarina de la galería Witcomb. Cabe agregar que se vieron algunas de estas obras hace cuatro años en el Museo Histórico Provincial "Julio Marc", en el marco de la muestra Entre Centenarios curada por López Carvajal y el historiador Pablo Montini. Acompaña los grabados un pequeño estudio (Mula con arneses, 1922) que Guido dibujó en Jujuy, en un tramo inicial de aquel viaje. Alfredo Guido integraba la Comisión Municipal de Bellas Artes con Nicolás Amuchástegui, a quien le regaló el dibujo, que en 1942 (según consigna la información de la muestra, basada en documentos del Museo) Amuchástegui donó al Museo Castagnino junto con las obras mencionadas de Berni y Bermúdez.

Se sabe además que las formas barrocas registradas por Guido fueron plasmadas luego en la mansión de dos pisos en calle San Luis esquina Corrientes cuya planta baja alberga hoy una tienda. La planta alta conserva la belleza original del proyecto arquitectónico creado por Angel Guido (padre de la novelista Beatriz Guido) en colaboración con Víctor Avalle. "La abuela se dedicó a soñar, con Alfredo Guido y con Angel Guido, y así surgió esta casa", contó en 2010 durante una visita Ana Inés Fracassi, actual copropietaria. "Que primero tuvo otro proyecto. Y después de que viajan a Perú, cambian el proyecto", continuó. El plural sugiere que fueron los dos hermanos. El historiador Pablo Montini corroboró que llegaron al Alto Perú y trajo a colación un ensayo de su colega Adriana Armando sobre el mural de Alfredo Guido que decora el comedor y representa escenas típicas ambientadas en los alrededores del Lago Titicaca. El mural es tan colorido que una crítica de arte porteña llegó a escribir que "expresa las divagantes alucinaciones que provoca la altura" (calificarlo de "psicodélico" fue un chiste de Montini festejado por esta cronista).

Los viajes americanos de artistas en el período de entreguerras distaban de significar lo que significaron en la tardía posguerra, aquel "Adiós. Me voy a Pucalpa/ a tener visiones" con el que se despedía de sus paisanos neoyorquinos el poeta Allen Ginsberg. Eran viajes al interior, pero no al de la propia mente sino al del propio continente. Era ante todo un gesto en la dirección opuesta a la moda anterior: el viaje iniciático a Europa, aquella educación moderna y mundana cuyo valor y seguridad la Gran Guerra Europea de 1914 a 1918 pondrían pronto en duda. Se volvió la mirada hacia el otro océano, el Pacífico: hacia los imperios precolombinos surgidos en sus orillas, pero ante todo hacia la fusión entre lo español y lo americano que se materializó en el arte colonial. Como otros "renacimientos", este redescubrimiento cultural que marcó un giro en el gusto de las élites rosarinas fue pensado por intelectuales como Ricardo Rojas y plasmado por artistas como los hermanos Guido, siendo un eslabón indispensable los hallazgos reunidos por coleccionistas como Ramón García.

Algunos artistas contemporáneos locales han seguido, en algunos casos sin saber de sus precursores, el recorrido de esta cartografía. Tanto el viaje a Bolivia de Aurelio García (descendiente de Ramón) a comienzos de los 90 ("Sabía del arte colonial, pero verlo in situ, de verdad, como parte de una cultura viva, fue otra cosa", testimonió) como más recientemente el viaje por Argentina, Chile, Perú, Bolivia, Ecuador y Colombia que María Luque dejó plasmado en su libro Valle nuevo (2014), son parte de una búsqueda de imágenes latinoamericanas. Y no sólo de imágenes sino de culturas locales, visiones del mundo, con sus mestizajes e hibridaciones. En ese sentido, otra pieza notable de la muestra es el Altar de la iglesia de Tilcara que pintó Leonie Mathis y que ingresó al museo a través del legado de Juan B. Castagnino en 1925. La artista no se limita a retratar una iglesia jujeña sino que incluye en la escena la devoción de una mujer criolla o quechua.

Del viaje a Europa se trató, el año pasado, La colección en foco 2. Europa en el horizonte. Paisajes pintados en viajes de estudio. La primera muestra de esta saga de "rescates de la reserva" fue Donaciones. Old masters en la colección. Y se viene para abril de este año La colección en foco 4. Bocetos y apuntes, testigos del hacer artístico; todas con la curaduría de María de la Paz López Carvajal.

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