Mar 15.07.2014
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. LA FINAL DEL MUNDIAL ANALIZADA DESDE EL ARTE

Gótico 1, Renacimiento 0

En "un intento experimental, arriesgado, provisorio, parcial y subjetivo", la cronista propone una relectura del partido entre Alemania y Argentina "desde una perspectiva tan distante como puede ser la historia del arte".

› Por Beatriz Vignoli

Las siguientes 59 líneas constituyen un intento (experimental, arriesgado, provisorio, parcial y subjetivo) de articular alguna reflexión sobre un hecho deportivo, abordándolo desde una perspectiva tan distante como puede ser la historia del arte. La perspectiva fue, precisamente, uno de los desarrollos del arte del período conocido como Renacimiento, en lo que hoy es Italia. En aquella época (siglos XV y XVI) la península se dividía en pequeños reinos que se enriquecían con el comercio marítimo; el arte florecía en Florencia de la mano generosa de los mecenas y es en ese contexto que surgió la figura del artista como un ser casi divino.

Así, por ejemplo, Benvenuto Cellini se plantaba y firmaba sus obras como un individuo creador que no se ponía bajo la autoridad de nadie: ni de los gremios ni del mismísimo Papa. Sí reconocía, como autoridad para su obra, el ideal de belleza de la Antigüedad clásica.

Mientras tanto, en una Alemania muy lejana (o en lo que después se llamaría Alemania), seguían en pie las lógicas de producción artística de la Baja Edad Media, correspondientes a la transición entre la economía feudal y la sociedad urbana. La catedral del período gótico era una obra colectiva, construida por un sistema rigurosamente organizado de arquitectos y canteros anónimos; también trabajaban artesanos, agremiados por oficios y escalafonados según su destreza.

El artista y biógrafo renacentista Giorgio Vasari desdeñaba estos logros arquitectónicos desmesurados, a los que apodó "maniera tedesca" (estilo alemán) o "arte gótico" (de los godos): "Este orden ha sido abandonado por nuestros buenos artistas por considerarlo monstruoso, bárbaro y carente de armonía. Más que orden puede llamarse desorden y confusión a los edificios así construidos, que en gran número han corrompido el buen gusto...", escribía hacia 1550. (Uno de los ecos de Vasari en el siglo XX es el artículo "La cacolitia", de Leopoldo Lugones, demolición crítica de la Catedral de La Plata).

Saltando un océano y cinco o seis siglos, la sabiduría popular se admira de los artistas que han salido de Rosario, ciudad poblada por inmigrantes italianos y españoles, y cuna (como comprobó Alejo Diz en el artículo publicado el domingo en este diario) de siete jugadores del seleccionado argentino que perdió anteayer ante Alemania la final del Mundial de fútbol en Rio.

Quien esto escribe no les prestaba la menor atención a los campeonatos mundiales de fútbol hasta que se topó con el 7 a 1 infligido a los anfitriones de la Copa. Había ahí un exceso, algo impensable en qué pensar. Algo, si se quiere, trágico antes que épico. Creyó ver incluso algo de diabólico, una cierta magia fáustica en la velocidad y precisión del 9, Schürrle.

El seleccionado que enfrentaría a estos godos en la final tenía, según la sabiduría popular, un as en la manga por vez: primero, Lionel Messi, egresado de la 66 de Plaza Hernández, en cuyo tanque de agua fue pintado un mural en su honor; luego, Javier Mascherano (que significa en italiano "enmascaran" y no proviene de "maschio", macho, etimología que hubiera sido más adecuada a las metáforas físicas del coraje que le asignó la sabiduría popular).

Y pintado quedó el Mesías tras rozar la gloria muy de cerca, aplastado por el juego "monstruoso, bárbaro y carente de armonía" (aunque no de coordinación) de un rival posesivo y celoso. "Vencen los bárbaros, los gauchos vencen", vaticinaba Borges, ecuánime y ambiguo.

El relator de T&C Sports, empecinado en pintar al gol definitivo de Götze como un dorado y redondo fruto caído del árbol del azar, no convenció a quien escribe esto luego de haber prestado al partido entero una atención especializada en la experiencia estética, lo que le permitió leer en él (intempestivamente sin duda) una escena: la de unos artistas renacentistas, derrotados por una "fea" catedral gótica.

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