La presentación del cuarto libro de poesía de Sonia Scarabelli, que tendrá lugar esta noche a las 20 en Oliva Libros (Entre Ríos 548) es sin duda uno de los principales acontecimientos literarios del año. El libro se titula El arte de silbar y salió de imprenta a comienzos de este mes por la prestigiosa Editorial Bajo la luna, en Buenos Aires, donde se presentó el miércoles. Para hoy, su autora invitó a dos poetas jóvenes: Alejandra Méndez y Leandro Llull, quienes continúan la veta de hondo lirismo de su poesía.

No es casual tampoco la elección del lugar. Su nombre remite al del fallecido poeta rosarino Aldo Oliva, autor del poema "Adiós en noviembre", una de las más bellas y melancólicas elegías del siglo veinte. En esa tradición lírica elegíaca se inscribe la obra más reciente de Scarabelli, cuyo nuevo estilo más cotidianista dialoga con otras literaturas contemporáneas. "Ahora lo trato de vos al mundo", dice en su nuevo poemario. Aquí se suelta de las formalidades de la tradición, dando cada vez más espacio a los giros coloquiales: "lo más tranquilos"; "fijate". Estos adquieren un valor de recuerdo preciado, portador de la supervivencia del ser amado más allá de la muerte.

Es que la voz de la poeta se hace médium de otra voz ya ausente en este mundo, que es la del propio padre. Sólo que ahora, en vez de la rememoración y evocación del "padre" de su libro anterior (Flores que prefieren abrirse sobre aguas oscuras, Bajo la luna, 2009), ella le habla con ternura a un "papá". El cambio de esquema comunicativo convierte al poema en una invocación que persiste en hacer ser. Así, si antes Scarabelli se dirigía al lector para referirse al propio ámbito familiar, ahora intima en confianza y en segunda persona con ese papá, que existe literalmente, es decir: está fuera del mundo.

"Mirá, papá, a veces quiero irme/ intensamente de unas cosas/ para estar en otras", escribe en el poema "Irse", uno de los muchos donde se alude al tema clásico de la metamorfosis: "Quiero volverme/ cualquier arbolito en las veredas/ o perdido al costado de la ruta/ uno de esos perros sueltos, un pajarito/ de los que se paran en los cables,/ de los que se esconden entre las hojas", continúa el poema.

Si en su libro anterior, ya desde el metafórico título, la poeta hacía las paces con el paso del tiempo y la ausencia de hijos, en este hace las paces con la muerte, resignificada como transformación. La voz sigue teniendo un aire a Juan L. Ortiz, al igual que en su segundo libro, Celebración de lo invisible (que obtuvo el primer premio en el Concurso Municipal de Poesía "Felipe Aldana" 2003 de la EMR). Pero en el Hades ancestral que aquí va dibujando como a pinceladas de acuarela oscura resuenan otras tradiciones más profundas. Cuenta Paracelso en Las plantas mágicas que los grandes alquimistas dominaban el arte de la palingenesia, que consistía en hacer reaparecer a un ser muerto a partir de sus cenizas. A fuerza de insistir en el único verdadero objeto de duelo, que es el lugar que se tuvo en el corazón de quien ya no está, Sonia Scarabelli rehace con palabras el mundo de la niñez.

"Te reís porque sos el mejor bailarín,/ el mejor contador de historias,/ el que mejor dice el verso del viento pampero,/ el que corta la lluvia con la cruz de sal en la tierra/ y la cuchilla/ y prepara el Fiat mil cien para salir de vacaciones./ Sos el que nos lleva a todos con él,/ y miramos el campo por la ventanilla,/ miramos avisados/ lo grande que es el mundo,/ mientras vamos muy contentos/ comiendo un sanguchito/ en el asiento de atrás". ("El bailarín").

Sonia Scarabelli (Rosario, 1968) también publicó La memoria del árbol (2000) y la crónica literaria La orilla más lejana (EMR, 2009).