CULTURA / ESPECTáCULOS › LITERATURA. DESTRUCCIóN TOTAL, DE LA ROSARINA LILA SIEGRIST
En su tercer libro, la coleccionista de arte evitó incurrir en la novela de género. Nadie del ambiente exclusivamente literario local escribe con tanto mundo como ella. Ni con tanto ingenio, filo, humor, erudición y gracia.
› Por Beatriz Vignoli
"Un segundo más y todo se dispara". Esto escribía en 2007 sobre la obra en videoarte de Lila Siegrist (Rosario, 1976) el crítico chileno Justo Pastor Mellado. Por esa época Siegrist, que vive en Rosario y el mes pasado publicó su tercer libro, emergía como artista visual con una muestra y un premio de fotografía en Buenos Aires, dos becas internacionales y una invitación a una bienal en Chile. Su nuevo libro se llama Destrucción total y salió por Blatt&Rios, la editorial que llevan adelante Mariano Blatt y Damián Ríos en Buenos Aires.
Empezado el último mes de 2014, cabe decir que Destrucción total es el libro del año. Ya desde la tapa estilo cine gore (que reproduce una obra de Sebastián Pinciroli), es una revitalizadora transfusión de sangre: al lector y a la literatura. No porque se derrame en la ficción gota alguna de ella, sino porque su prosa desbordante de creatividad se lo permite todo: desde dialogar en un mano a mano de payada nada menos que con Radiografía de la Pampa de Ezequiel Martínez Estrada hasta incluir (a modo de collage cubista y como notas explicativas al pie) pasajes de un libro inhallable sobre obras de arte destruidas de las que tampoco se conservan reproducciones; desde preparar un cóctel explosivo de personajes masculinos singulares (quienes a su vez preparan cócteles, el molotov entre ellos, cuyas recetas se incluyen todas en el libro) hasta hacer que no estalle.
Coleccionista de arte de tercera generación de coleccionistas de arte, Siegrist trata sus temas con conocimiento. Y nadie del ambiente exclusivamente literario local escribe con tanto mundo como ella. Ni con tanto ingenio, filo, humor, erudición y gracia: "O sea, equitativamente distribuidos, el paisaje se presenta siempre en dos estados de la materia, que atraviesan toda la tabla periódica de Mendeléyev en fiftyfifty. Las fórmulas son: 50% gaseoso (el cielo) 50% sólido (la tierra) ó 50% gaseoso (el cielo) 50% líquido (el río)".
Destrucción total promete algo así como una novela corta de suspenso pero lleva al lector a un lugar inesperado. Cuando todo está por estallar, justo un segundo antes, aflora la verdad autobiográfica del cuerpo en el acto de la escritura efectuado en pleno verano rosarino y comienza a hacerse explícita la conexión con la obra visual de Siegrist, a la que atraviesa una recurrente puesta en escena ficcional de la destrucción pasional ¡pero ficticia! de obras de arte.
Su carrera ya tenía algo de novelesco: expuso en el living de su abuela su obra Domínguez Dentrecasa (2003), una instalación con fotografías analógicas intervenidas digitalmente del mural pintado por Raúl Domínguez en la Estación Fluvial de Rosario y al que ella considera, junto al Paraná, como su "líquido amniótico litoraleño".
Parte de esa obra inspirada en Domínguez integra la colección del Museo Castagnino de Rosario. Entre 2007 y 2010, como responsable del programa de artes visuales del Centro Cultural Parque de España de Rosario, Siegrist hizo de los lóbregos y ásperos túneles del Centro Cultural Parque de España un lugar amable, llegando a transformarlos una vez en un living donde el público hasta podía... ¡sentarse! En 2008 empezó a escribir, en forma casi secreta. En viajes a Buenos Aires, revisó sus textos con el poeta Arturo Carrera. En 2010 comenzó a editar, con Georgina Ricci y Pablo Montini, el Anuario, una valiosa publicación anual "registro de acciones artísticas" en Rosario.
En enero de 2011, en una semana, Siegrist se concentró y escribió los cinco capítulos de Destrucción total. En 2012, publicó su primer libro: Vikinga Criolla, por la editorial Yo soy Gilda, que ella creó con Ricci. Ese año, expuso nuevamente en Buenos Aires una celebrada obra multimedia, también titulada Vikinga Criolla. La obra incluía, por un lado, una performance en vivo: la autora leyendo su primer libro sentada en un objeto intervenido de su propia autoría (el surrealista sofá de living "en llamas" que ilustra la tapa). Por otro lado, la sección más conectada por su contenido a Destrucción total era una serie de fotografías. Las mismas son falsos registros posados de performances ficcionales donde ella (de espaldas) amenaza con un hacha sus obras de arte favoritas. Su predilecta (según contó a Rosario/12) es un interior de baño con un desnudo femenino, pintado al óleo en 1888 por Eduardo Schiaffino y que integra la colección Castagnino+macro.
A fines de 2012, Damián Ríos era uno de los tres integrantes del jurado del muy promocionado primer concurso de novela corta de la Municipalidad de Rosario; leyó Destrucción total y lo recomendó para ser publicado junto con el primer y el segundo premio por la Editorial Municipal de Rosario. Pero la insistencia de un asesor de la EMR en extirparle al libro sus 52 notas al pie chocó contra la razonable resistencia de la autora. El conflicto se hizo insoluble y el libro siguió inédito hasta este año. Mientras tanto, Lila sacó otro libro: Tracción a sangre (poesía, Iván Rosado, Rosario, 2013), cuyas lecturas performáticas sedujeron a un público entusiasta en los nuevos circuitos alternativos de artistas que escriben poesía y viceversa.
Y hoy sorprende con un libro donde cumple lo que pedía el crítico Robert Jauss: defraudar el horizonte de expectativa del lector de novelas de género para entregar un texto novedosamente literario.
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