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Lunes, 27 de abril de 2015

CULTURA / ESPECTáCULOS › EL CUARTO AZUL, UNA HISTORIA DE AMOR Y SUSPENSO QUE CRUZA LOS TIEMPOS

El revés de una exasperante trama

Con Mathieu Almaric como director, co-guionista y actor junto a Stephanie Cleau, basada en una novela de George Simenon, la película apuesta a captar la atención a partir de la memoria y sus confusiones, sobre una historia de amor.

 Por Emilio A. Bellon

En calibrados y suspendidos setenta y seis minutos de El cuarto azul, tras los pasos de una tensionante novela, la mirada agazapada de un narrador nos propone internarnos en una historia que se juega desde diferentes temporalidades y que apela a nosotros, indicándonos que permanezcamos atentos, con los ojos abiertos, dispuestos a participar de una intrigante trama que subraya el ejercicio de la memoria.

Sí, de una memoria que por momentos acusa confusión, la del propio personaje, que se traduce en una mirada dirigida hacia un momento de una arrojada historia de amor, de una clandestina cita que se juega entre las paredes de un hotel de provincia; sí, de una habitación que envuelve a este hombre y a esta mujer, en sus continuas citas, en el reflejo lumínico del azul de sus paredes.

Una quietud que deja escuchar el sonido de unas palabras, de algunas preguntas que flotan en esa atmósfera azul que deja entrever dos cuerpos en su plena desnudez, de voces susurrantes, heridas ahora por una gota de sangre; huella intensa y profunda de un gesto desbordado de plenitud y éxtasis. Y al mismo tiempo, tal vez, de un presagio..., de algo que va a acontecer.

A la manera de un film de Chabrol, por su creciente suspense, de algún film de Francois Truffaut en relación con la entrega amorosa sin conocer los límites, en esa aparente quietud de un pueblo de provincia, el film de Mathieu Almaric va abriéndose en círculos hipnóticos hacia nosotros, desde ciertos indicios que en su fragmentariedad pueblan de interrogantes nuestra figura de espectador. Desde una narración que ahonda en sus fisuras, que deja al descubierto las grietas de un vínculo, asoman en la escena cotidiana el desconcierto, los rumores del vecindario, los prejuicios, los interrogatorios que se abren en una pequeña seccional de policía, primero; en una sala de juzgado, después. Tal como -recuerdo- ocurría, en parte, en aquel excepcional film de principios de los ochenta de Claude Miller, Ciudadano bajo vigilancia (Garde a vue), interpretado magistralmente por Michel Serrault, Romy Schneider, Lino Ventura y Guy Marchand.

Admirable su labor como actor e igualmente como director, Mathieu Almaric, nacido un 25 de octubre de 1965 (lo que se certifica en el film al componer a su personaje), logra junto a su co guionista y compañera en su vida, Stephanie Cleau, escenificar una movilizadora historia del pendular de una trama que se mueve entre lo que se cree que se ha vivido y en su narración posterior. En ese juego ambiguo de la memoria, más allá de creer que todo debería cerrar, es donde se comienza a fijar nuestra atención, de manera oscilante, hasta descubrir ese ángulo de fuga por donde vuelven a asomar aquellas primeras palabras que abren este subyugante e imantado film.

Tras su destacada labor en el último film de Roman Polanski, La venus de las pieles, en el que Mathieu Almaric actúa junto a la esposa del director, Emmanuelle Seigner; ahora en su carácter de co guionista, realizador y actor, pasamos a estar nuevamente frente a una historia claustrofóbica que sólo presenta algunos pasajes recortados en el espacio exterior. Y que deja liberar los recuerdos de tiempos fusionados, a través del inmenso trabajo del montaje en manos de Francois Gedigier, quien participó desde esta misma labor en los tan recomedables films La reina Margot, Intimidad, Gabrielle y Persecución, las cuatro de Patrice Chereau; Bailarina en la oscuridad, de Lars Von Trier; Home, de Ursula Meier y de las no estrenadas Pasion, de Brian De Palma y Ontheroad de Walter Salles, entre otras.

El film recoge las voces de tantos otros films basados en el escritor Georges Simenon, nacido en 1903 y fallecido en el 89. Autor de una vastísima obra literaria, gran parte de sus historias con el Inspector Maigret pasaron tanto al cine como a la tevé. Pero este Simenon no es el del detective que ha logrado reunir a tantos seguidores y entusiastas. Si no, en tal caso, esta historia se puede conectar con la de El gato, de Pierre Granier Deferre; film del 71 que logró reunir a los siempre recordados Simone Signoret y Jean Gabin. Como asimismo, el Simenon que nos sale al cruce es el de La noche es mi enemiga, de Patrice Leconte y el de Luces rojas, de Cedric Kahn.

Obra que cautiva y nos atrapa, por su acentuado diseño obsesivo, El cuarto azul invita a reconstruir los posibles hechos que pudieron haber sido desde la palabra, sus voces en off, los planos detalles, objetos, cartas. En este fluir de los discursos se trata de intuir y reconocer el revés de una exasperante trama.

El cuarto azul. Calificación: nueve (9).

("La chambre bleue"). Francia, 2014

Dirección: Mathieu Almaric

Guión: Stephanie Cleau, Mathieu Almaric, a partir de la novela homónima de Georges Simenon.

Fotografía: Christophe Beaucarne

Música: Gregoire Hetzel

Intérpretes: Mathieu Almaric, Stephanie Cleau, Lea Drucker, Laurent Poitrenaux, Veronique Alaine, Henri Cherel, Mona Jaffar.

Duración: 76 minutos.

Salas de estreno: Del Centro, Monumental y Village.

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El cuarto azul se desarrolla casi íntegra en espacios cerrados, con un tono claustrofóbico.
 
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