Domingo, 20 de agosto de 2006 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › JEANBAPTISTE ANDRE EN PARQUE ESPAÑA CON SU "INTERIOR NOCHE"
El francés es sin duda un artista integral
que mostró en "Interior Noche" una carrera
dedicada a la investigación del cuerpo.
Por Julio Cejas
Hay espectáculos que pueden conjugar el interés y las expectativas de diversos sectores de ese conglomerado tan heterogéneo e imprevisible denominado público. Independientemente de su resolución y los alcances estéticos provocados por "Interior noche", obra presentada por el artista francés Jean Baptiste André este viernes en el Centro Cultural Parque de España; sus múltiples lenguajes tentaron a espectadores que llegaron con diferentes expectativas. André es un artista del cuerpo a pesar de considerarse él mismo como artista de circo; más allá de las técnicas de clown y la acrobacia, sigue filtrando en su trabajo su herencia de gimnasta, y los altos conocimientos de la danza y la expresión corporal.
Es por eso que quizás en algunos momentos de su recorrido por el universo kafkiano, las imágenes dejen lugar a cierto regodeo con la destreza y la ductilidad de un cuerpo entrenado para dar cuenta de cualquier material dramático.
Allí es donde interviene la aprobación y el aplauso de un sector de espectadores más cercano a la degustación de las muestras gimnásticas o circenses que se diferencia de aquellos entrenados en el arte de la danza o el teatro.
Para estos últimos la posibilidad de entrever las conexiones entre aquella perturbadora "Metamorfosis" de Kafka y el recorrido que hace este talentoso artista en la intimidad de una noche eterna es un logro que garantiza una recepción favorable.
En el marco de una habitación que se abre hacia la mirada de todos los que quieran entrar en esta especie de sueño de un hombre buscando en su cuerpo la forma de atravesar un espacio que lo contiene y por momentos lo asfixia, André será el responsable de un itinerario que tiene mucho de instalación plástica o de exhaustivo estudio de la anatomía humana.
Los amantes del cruce de lenguajes estéticos, vertiente que se afirma cada vez más en las artes escénicas del mundo; podrán disfrutar de un exquisito mecanismo donde el cuerpo se fusiona con el espacio, la luz, lo sonoro y lo audiovisual.
En este último registro el trabajo de una cámara en escena, elemento que comienza ya a hacerse casi familiar en el ámbito teatral; adopta en "Interior Noche" un protagonismo que intenta espejar y a veces distorsionar los movimientos de este atribulado personaje.
Por momentos este ser aislado en un espacio oscuro, pareciera despertar de un largo sueño y tratar de descubrir rincones, intersticios por donde salir a la luz y poder abandonar su letargo.
La soledad es uno de los tópicos vitales que atraviesa la línea dramática de este hombre que deviene por momentos en animal o bicho que repta por las paredes hasta salirse de su encierro y asomarse a lo más alto que le permite este espacio acotado.
De alguna manera la presencia de esta cámara oculta además de contrastar sus movimientos y ponerlos en otro lugar de la visión, tiene mucho de la injerencia de lo público en lo privado, tema que atraviesa la cultura de los últimos años y que tiene en el "reality show" su exponente más alto.
Quizás la intimidad del espectáculo independientemente del cruce entre la tecnología y el arte, nos lleve a pensar en esta imperiosa necesidad de reproducir en pantallas gigantes hasta lo que puede verse a simple vista.
En todo caso Kafka no hubiera soñado en que el proceso de metamorfosis de su personaje pudiera haber sido registrado por alguna "cámara-sorpresa" para esparcimiento de un público que se aburre con la literatura.
Pero a veces los recursos técnicos y los efectos cumplen su cometido y por momentos deben ser renovados si no hay una estructura que garantice su resignificación permanente.
Y esto ocurre por momentos con "Interior Noche", donde algunos recursos se reiteran y más allá del impecable trabajo de Jean Baptiste André; no alcanzan a desarrollar la fuerza planteada desde el comienzo de la obra.
Esto motiva entonces la adhesión del público a cierto virtuosismo del artista en determinados pasajes de su performance; perdiéndose en parte la atención por una intriga dramática que pareciera ser abandonada al servicio de esa demostración. En todo caso lo teatral deja lugar a lo circense; cumpliéndose entonces plenamente los objetivos de este joven realizador.
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