Martes, 1 de marzo de 2016 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. NORMATIVAS DEL AMOR EN EL MUSEO ESTEVEZ.
La obra de Paula Grazzini puede considerarse como exponente local de un estilo barroco contemporáneo. Su magnífica exposición reúne recientes pinturas figurativas al óleo. El viernes 11 la autora rosarina brindará una visita guiada.
Por Beatriz Vignoli
La temporada artística 2016 en Rosario se inicia con una muestra magnífica. Destacándose sobre las impecables paredes de la Sala de exposiciones del Museo Estevez (San Lorenzo 753, entre Buenos Aires y Laprida), la exposición individual Normativas del amor reúne pinturas figurativas al óleo recientes de la artista rosarina Paula Grazzini.
La muestra está colgada desde hace unos días pero la apertura al público tendrá lugar este jueves a las 19.30, primera inauguración del año que será la ocasión para un brindis. El horario de visita durante la primera quincena de marzo es de miércoles a domingos de 9 a 14 y los feriados, de 9 a 13. El viernes 11 a las 19 habrá una visita guiada con la autora. La exposición cierra el domingo 10 de abril.
Paula Grazzini (Rosario, 1978) es licenciada en Bellas Artes por la Universidad Nacional de Rosario, donde actualmente cursa Filosofía. Realizó su primera exposición individual a los diecisiete años en Galería Krass en Rosario. "Mi maestro, la persona con quien me formé, es Julián Usandizaga", dijo en una entrevista de 2011. Agregó, ayer: "Es parte del origen, por las ideas que me transmitió sobre el proceso creativo y porque con él empiezo a trabajar el claroscuro".
En Rosario, donde vive y trabaja, Grazzini participó en exposiciones en la Fundación OSDE, el Centro Cultural Parque de España y la Biblioteca Argentina. Mostró sus obras y ganó premios y becas en Buenos Aires y en Santa Fe, e internacionalmente expuso en España y en Uruguay.
Junto a la pintura de su casi coetáneo Javier Carricajo, se puede considerar a la obra de Paula Grazzini como exponente local de un estilo barroco contemporáneo. Lejos de la noción de exceso que se asocia comúnmente con el barroco, Grazzini trabaja la técnica del óleo en capas traslúcidas para lograr escenas austeras donde una única figura, a veces duplicada, siempre femenina (que generalmente es un autorretrato), interactúa con un único objeto o pequeño juego de objetos cargados de significación, sobre un fondo luminoso y vacío.
El virtuosismo perfeccionista de esta pintora, paradójicamente, la ha condenado a tener que explicar una y otra vez que no se trata de copiar una foto, sino de un realismo que de fotográfico no tiene nada. No sólo su técnica es mucho más compleja sino que las series de fotos en las cuales se basa constituyen apenas un borrador más. La pose tradicional, cómoda y sensual, es subvertida por Grazzini en acciones de una performance íntima donde pone en juego su propio cuerpo y cuyo registro fotográfico, que ella misma realiza, es luego desarticulado y rearmado. Los cuerpos están tensos y nunca miran al espectador.
Si hay una tradición pictórica barroca del siglo XVII que Grazzini resignifica para esta época, es la de los bodegones del pintor español Francisco de Zurbarán y los interiores del holandés Jan Vermeer. Los retratos femeninos de este último (muy especialmente uno titulado Mujer leyendo una carta o Lectora en azul) se dejan traslucir en Oráculo (2013). Esta pieza inicial del recorrido funciona en la muestra como una clave para descifrar las otras seis obras expuestas. La mujer retratada de perfil, vestida (la autora misma), se inclina sobre un pocillo cuyo interior es invisible para el espectador. Ella, sin embargo, lo contempla fijamente, como leyendo la borra del café.
Dos piezas de mayor dramatismo, Duelo (2014) y Sobrevivencia (2015) muestran la propia figura yacente de espaldas, en ropa interior, con la cabeza apoyada sobre la hornalla de la cocina. Son las únicas obras de la muestra donde el fondo constituye una textura visual compleja. Se trata de grillas de azulejos, de distintas épocas, que dialogan con la misión del Museo Estevez, dedicado a un patrimonio local del arte decorativo. En una boutade genial, daliniana, Grazzini confesó ayer que cuando pintaba estas obras no estaba pensando en el Agnus Dei de Zurbarán, sino que "el Agnus Dei estaba pensando en mí".
Un sector más recóndito de la sala permite contemplar dos desnudos, Equilibrio fakir (2013) y Camaradería con la duración y el sentido de las cosas (2014). Allí el pequeño objeto reaparece, articulado con otros en teatrales escenas de espera absurda, de domesticidad siniestra o de rito peligroso. Todas estas obras son teatrales en el sentido de lo que los dramaturgos llaman la cuarta pared, es decir, una división invisible que encierra al actor o actriz en su propio espacio. La ausencia de una mirada dirigida al espectador determina esto. Las miradas, sin embargo, comunican las diversas pinturas entre sí como si toda la sala fuese un espacio barroco.
Mujeres (2012) se destaca del resto por su luz más intensa y su imagen más pregnante. Es la primera obra de este período y la única de la muestra donde posaron (es decir, actuaron) colaboradoras. Grazzini venía combinando elementos figurativos y abstractos, pero a partir de aquí pasa a un realismo ya sin nada de abstracción. "Cuando empecé a trabajar con desnudos, quería llevar la representación a una síntesis, donde solamente aparecieran la representación del cuerpo y algún objeto, y un espacio iluminado y vacío. Al detalle lo concentré en el tratamiento del color y a la luz, en las veladuras", dijo ayer.
Cabe agregar que su exquisitez técnica requiere tiempo de contemplación. No son obras de alto impacto, que se agoten en un vistazo. Al contrario. Por ejemplo, la obra que cierra el recorrido de la muestra, Duración del llanto (2015), despliega un juego sutil de rojos, naranjas y violetas en lo que a primera vista es sólo una masa compacta de cabellera. El tiempo es fundamental en estas obras, y lo es además tanto en la creación de imágenes como en la pintura.
A diferencia de las alegorías de Zurbarán y las parábolas de Vermeer, las escenas que pinta Paula Grazzini no cierran el sentido, sino que cargan con un resto enigmático y abren un campo de tensiones.
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