CULTURA / ESPECTáCULOS › CINE. SOLEADA, OPERA PRIMA DE LA DIRECTORA CORDOBESA GABRIELA TRETTEL.
Desde una progresión inicialmente abierta, Soleada se inmiscuye en la interioridad de una mujer plena pero incierta. La película propone un clima de extrañamiento progresivo, rodeado de situaciones cotidianas que habilitan a reflexionar.
› Por Leandro Arteaga
Entre los títulos en cartel, pidiendo lugar y permanencia, destaca Soleada, la ópera prima de la cordobesa Gabriela Trettel (1981). El nombre de la realizadora no es extraño para la ciudad, ya que dos cortometrajes suyos tuvieron repercusión y premios en diferentes ediciones del Festival Latinoamericano de Video Rosario: con Ana (2006), Trettel ganó en el rubro Mejor video de ficción; y con Prodigio (2009), obtuvo el premio al video más votado por el público. "En Rosario me han pasado varias cosas; de hecho, Soleada ganó en el concurso Raymundo Gleyzer, que organiza el Incaa, y las clínicas se hicieron en Rosario, así que estuve también por allí en esa oportunidad", comenta la cineasta a Rosario/12.
Soleada introduce al espectador en una atmósfera que bien sabe cómo describir la ilustración elegida para el mismo cartel de difusión: una mujer, de espaldas, es recortada por nubes y claridad de cielo, con sus pies adheridos a un azul frío. Los títulos con los que se presenta el film de Trettel, de hecho, evidencian esa misma dicotomía: la palabra "sola" es parte inmanente del nombre de la película. Pero también, "soleada" apela al sol recibido. O a variables que le relacionan con el buen humor, el descanso, la alegría o una tarde de duermevela. En todo caso, qué es lo que se ve y qué es lo que queda bajo el disfraz. "La protagonista de Soleada -explica la realizadora‑ es una mujer de cuarenta años, que se va de vacaciones con su marido y sus dos hijos adolescentes. Aparentemente tiene todo para ser feliz, pero cuando el marido se tiene que volver por cuestiones de trabajo, ella entra en una crisis y empieza a preguntarse hasta dónde todo eso que tiene la hace realmente feliz. Es una película introspectiva, que si bien está contada desde una mujer protagonista, busca retratar cosas que nos pasan a todos. Así que yo creo que el público se va a poder encontrar con muchas situaciones conocidas, en donde pueda identificarse".
Lo señalado es cierto, pero lo que hace a la película funcionar responde a una mirada sutil, con matices. La sensibilidad que Soleada manifiesta es evidentemente femenina. Allí cuando más indescifrable es, mejor se disfruta. Capaz de ahondar en cierto enrarecimiento que hace a las acciones alterarse y las miradas variar. En otras palabras, habrá también que pensar en cómo el cine puede resolver y filmar temas tales como la soledad, la familia y los entuertos personales (por internos). En este sentido, Trettel comenta que el de Soleada ha sido un trabajo de muchos años.
"Empecé a escribir el guión en el 2006, y por una cuestión extra el rodaje se fue dilatando, de manera tal que hubo muchas reescrituras. El gran desafío fue encontrar la manera de vincular con cosas concretas algo que es tan abstracto como una crisis interna. Lo que empecé a hacer fue bajar a tierra el personaje, buscar ejemplos con gente conocida y acercarlo a cosas cotidianas, para empezar a humanizarlo lo más posible. Puesto que ella se va de vacaciones con la familia, pensé en cómo eran esos vínculos: qué pasaba cuando estaba con la familia y qué sucedía cuando no estaba. Definí el contexto natural que hay a su alrededor. Fue una tarea dedicada a encontrar pequeñas cositas cotidianas, que podían dar un símbolo sobre lo que estaba pasando por debajo".
Entre los momentos que Soleada propone, como extensiones extrañas de lo que corroe al personaje de Adriana (Laura Ortiz), sobresale un momento de paz somnolienta en el agua del río. De pronto, la explosión de lo que es y está y no se puede abdicar. Ella se sobresalta y no hay demasiada explicación. Simplemente, un momento que estremece. Pero para llegar a tales instancias, el film de Trettel inicia desde planos de conjunto, atentos con el grupo familiar en su totalidad, para lentamente arribar a un último primer plano con el cual alterar, de paso, la semántica del título por el de otro, no escrito pero sentido: desolada.
Desde ya, el trabajo de Laura Ortiz es relevante. Al respecto, la directora explica que suele desarrollar la dirección de actores en sus películas junto a Gabriela Aguirre y que "a Laura la definimos con seis meses de anticipación al rodaje. Empezamos primero a acercarnos más desde lo personal de cada uno, conversábamos mucho porque me interesaba que nos conociéramos más. Lo que quise fue lograr una intimidad entre nosotras para abrirnos desde nuestras propias experiencias y, a partir de ahí, empezar a relacionarlo con lo que le pasaba al personaje de Adriana. En ese momento, Laura estaba pasando por un momento muy particular y se sintió muy identificada con el personaje, y si bien ella le dio otro giro a su vida, que no es el de Adriana, fue muy especial que sucediera eso en ese momento. Otra cosa que hicimos fue un desglose de los estados de ánimo generales de la película y los puntuales de ella. Teníamos una especie de listado de seis o siete estados de ánimo a los que recurríamos todo el tiempo, como para ubicarnos dentro de la actuación de Laura, que es muy sutil también. Ella es una actriz que maneja un registro muy amplio." Desde otro aspecto, vale encontrar en Soleada la plasmación de un comportamiento social, familiar, que parece sometido a la reiteración. Porque si bien el devenir dramático culmina por alcanzar la interioridad de Adriana, quienes van ocupando el fuera de campo son, precisamente, los familiares. Entre ellos, y de manera notoria, los hijos. De esta forma, mientras Adriana sueña o se enreda con la imagen que le devuelve el espejo, su hija tiene un amorío con el amiguito del lugar y su hijo se emborracha de cerveza. Una rueda social en donde, por momentos, las acciones de los más jóvenes resultan semejar flashbacks de vida que esta mujer añora, suspendida entre lo que ha sido y lo que teme será. Y al revés, también, pensar en ella como en el después de los más jóvenes. Una especie de planificación infalible, casi invisible, contra la que bien viene pensar para discutir.
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