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Miércoles, 13 de abril de 2016

CULTURA / ESPECTáCULOS › LITERATURA. LAS NENAS, LIBRO DE CUENTOS DE ANGéLICA GORODISCHER

Chicas que van a todas partes

En los 14 cuentos que conforman su nueva obra, la multipremiada escritora, que revolucionó la literatura mundial, presenta a pequeñas heroínas luchadoras,
inteligentes, curiosas, llenas de valentía, ricas en afectos y recursos propios.

 Por Beatriz Vignoli

¿Cómo leerán a Angélica Gorodischer fuera de Rosario, quienes no conocen su voz? Es decir, quienes sólo conocen las de sus personajes. La voz autoral de Angélica Gorodischer se inmiscuye entre los 14 cuentos que integran su nuevo libro, Las nenas (Emecé, 2016), y a la manera de una maestra de ceremonias va guiando a la lectora (la supone mujer, sola con el libro; supone bien). Va anticipando sus críticas, dando explicaciones, anteponiendo advertencias. Quienes conocen la voz corpórea de la multipremiada escritora que revolucionó la literatura mundial desde un chalet estándar del barrio Tiro Suizo, podrán sentir quizás esas notas como una presencia cálida. Y en cada una de estas carátulas, la autora desliza la intriga. El recurso suaviza las duras situaciones a las que se enfrentan muchas de sus pequeñas heroínas.

No todas salen airosas. Pero todas son luchadoras, inteligentes, curiosas, llenas de valentía, ricas en afectos y en recursos propios. Son capaces de transformar su mundo, capacidad que sólo ellas conocen y que ejercitan en medio de una sociedad que las explota y desprecia. Sus victimarios las reducen a cosas, a muñecas que pueden ser robadas, utilizadas; ellas se defienden restableciéndose como sujetos de acción y de derechos. Lo logran a cualquier precio. No son niñas inocentes.

El mundo tampoco lo es. Las líneas de fuga que Gorodischer traza a través de los atajos del realismo fantástico (o de un realismo no convencional, no "verosímil", es decir, que no condesciende ante los prejuicios imperantes, los "idola tribus" o mitos contemporáneos de la tribu) llevan a sus heroínas de ficción a encontrar salida o respuesta contra las crueles formas del mal que lamentablemente son parte de la vida cotidiana en el mundo global: violencia familiar, trata de personas, abuso y explotación sexual y laboral de niñas y mujeres, apropiación y robo de identidad; encierro y aislamiento por motivos psiquiátricos, medicalización de la infancia, "accidentes" callejeros que no son tales sino brutales agresiones discapacitantes; mortíferos conflictos intrafamiliares, o a la inversa: la creencia de que por amor a un hijo o a un esposo la mujer debe sacrificarlo todo.

El filo político de la denuncia sería insoportable si la autora no construyera, con décadas de oficio, el dispositivo literario que pone a cada una de sus protagonistas en el interior de cada uno de estos encierros como si de un cuento de hadas se tratase, donde el descenso a las mazmorras de los brujos es remontado con un elixir. Que puede ser un veneno ("Sustancias peligrosas") y que puede fallar.

Algunos motivos se repiten, pero es para revelar diversos desenlaces: los once cuentos realistas o (una vez pasada la carátula que anuncia que se ha atravesado una puerta) realistas fantásticos del libro se dejan leer como un juego entrecruzado de peripecias y posibilidades. La niña que se aventura sola en "Azotacalles" se salva por muy poco de que la conviertan en la futura vengadora de "Conodio".

La enunciación es un arte que Gorodischer domina con virtuosismo: la voz inocente en "Benito" y en "Todavía me río", la del perverso en "Absit", la del narrador no confiable en "Buen hijo", la parodia del melodrama en "Abila y Calpe", la de la iletrada que sin embargo ha comprendido a fondo el neofeudalismo rural en "Cosecha": son todas singulares, creíbles posiciones subjetivas de narrador in fabula. "Scotland Yard" y "Somos dos" merecen ser leídos como algo más que ficciones: hay en el primero una verdad sobre la locura (además de una prosa deslumbrante) y en el segundo una verdad sobre la cordura.

Párrafo aparte merecen esas fuertes líneas de fuga dentro del libro que son los tres relatos fantásticos. Uno es un capítulo de su novela de ciencia ficción Trafalgar, donde se alude a otra novela suya de ciencia ficción: Kalpa Imperial. El personaje amable de Trafalgar Medrano, un buen padre, contrasta con los ogros naturalistas de los demás cuentos. Igualmente afable resulta el dragón que es una de "Las cosas que pasan en los jardines", el único cuento de literatura infantil (apto también para niñas y niños de 60, allí donde los hubiere, que los hay). Y la incursión en la literatura juvenil es al mismo tiempo el cuento más erudito del libro: "El kiosco de la esquina" reescribe con humor "El Aleph" de Jorge Luis Borges en clave barrial, adolescente, años 80 y 100 por ciento rosarina de la soleada zona sur.

Hija de la poeta María Angélica Junquet de Arcal (1892-1975), Angélica Gorodischer publicó decenas de libros por los que ganó importantes premios como el Emecé (1984-85), el Konex (al Mérito en 1984, de Platino en 1994, a la Trayectoria en 2014) y muchos más.

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La escritora rosarina Angélica Gorodischer, autora de otro libro brillante.
 
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