Miércoles, 31 de agosto de 2016 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › LITERATURA. CAMINO REAL SANTIAGUEñO: MADRE DE CIUDADES
Bernardo Conde Narváez Elía presenta una serie de crónicas de viaje por Santiago del Estero, lo que le permite recuperar relatos de los españoles hasta datos duros del presente, intentando además reponer la riqueza del acervo aborigen.
Los nombres completos de dobles apellidos ritman una dedicatoria de más de diez renglones; es un libro inusual. A su nuevo Camino Real santiagueño: Madre de Ciudades, el autor Bernardo Conde Narváez Elía lo subtituló Crónicas de nuestro viaje a Santiago del Estero julio de 2013. Ese "nosotros" (implícito en el adjetivo posesivo "nuestro") es un pronombre que además de representar al autor ampara esos nombres, encabezados por las compañeras de viaje. Los de la lista son quienes acompañaron desde el punto de partida, "los íntimos amigos que nos llamaban casi a diario para saber cómo estábamos, qué hacíamos, por dónde andábamos, compartiendo de esa manera también nuestro viaje".
A semejante contingente, Bernardo Conde Narváez les regala un libro que es sólo en parte una crónica en primera persona del plural. Sobre las restantes páginas se despliega un montaje de pasajes de las fuentes más diversas, que abarcan desde las crónicas de los primeros conquistadores españoles hasta datos duros del presente, dedicando un buen tramo a intentar reponer la riqueza cultural del acervo aborigen.
Esta manta de retazos textual tiene la particularidad discursiva de que no hay en ella un único punto de vista. Abrigado allí el cuerpo del viajero cansado, este no sólo relata fiestas y nuevas amistades, no sólo agradece la hospitalidad de los de allá y comparte con los de acá sus adquisiciones de libros y objetos artesanales, sino que, con la ayuda de la bibliografía que trajo y de todo lo que escuchó de boca de los lugareños, emprende al regreso una zambullida en la historia profunda del lugar visitado. Santiago del Estero, nos cuenta, es "madre de ciudades" porque fue la primera ciudad del territorio nacional, hace medio milenio: un caserío no muy distinto a las aldeas agrícolas de los pobladores originarios, salvo por el poder colonial.
Bernardo deplora los abusos de los explotadores españoles pero celebra la fe católica del pueblo criollo, rescatando las leyendas de los indígenas y las ideas modernas de los intelectuales. Va armando un mosaico de relatos ideológicamente diversos, entre ellos el del cronista, que aborda a través de testimonios orales y escritos la historia cultural reciente de la zona. "Una gran concentración de músicos se reúnen en torno a María Luisa Paz de Carabajal, que nació el 15 de agosto de 1901 y tuvo doce hijos varones, y que al cumplir 60 años se convirtió en el centro de una gran fiesta", nos informa. El cumpleaños de la abuela excedió la duración de su vida y el patio de su casa. El viajero llegó para la celebración de los 460 años de la fundación de Santiago y se encontró con 460 guitarras sonando, y a Peteco Carabajal guiando el repertorio de chacareras. "Santiago vibró todo el día", resume. Y reseña folklore, alimentos regionales, artes plásticas o trabajos académicos. Crónica y discurso institucional se mezclan en la visita al nuevo Centro Cultural del Bicentenario, pero al fin: "Empanadas, vino, guitarra, fotos, cuentos, bromas, charlas, recuerdos. Hasta tarde, muy de noche, nos alimentamos con todo eso".
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