Viernes, 3 de noviembre de 2006 | Hoy
"A veces es difícil analizar qué es más genuino, venir del folclore al rock o del rock al folclore", explicó uno de los integrantes de la banda de Avellaneda que se presenta hoy.
Por Edgardo Pérez Castillo
Difícil de disociar de los pasillos de la Escuela de Música Popular de Avellaneda --ámbito en el cual se formara el grueso de sus integrantes--, Arbolito es probablemente el mejor ejemplo actual en cuanto a la mixtura de rock y folclore. Porque más allá del virtuosismo que caracteriza a sus componentes --Ezequiel Jusid en voz, guitarra acústica y guitarra eléctrica, Agustín Ronconi en voz, flauta traversa, quena, charango, violín y guitarra, Andrés Fariña en bajo eléctrico y coros, Pedro Borgobello en clarinete, quena y coros, Diego Fariza en batería y bombo legüero y Sebastián Demenstri en percusión y accesorios-, hay una concepción estética que evita el pastiche burdo, generando, desde el respeto por las raíces, una voz personal. Se presenta hoy a las 22 en El Sótano, Mitre 785.
Porque, en definitiva, Arbolito --nombre adoptado en honor al jefe de los ranqueles que decapitó al genocida Rauch, y que tan bien recuerda Osvaldo Bayer en su "Arbolito, el vindicador"-- no se asienta sobre ninguna orilla, en una determinación que se da en forma natural, según definió Ronconi a Rosario/12: "La verdad no es algo que pensemos mucho. Hay temas que se nos van para el rock porque el tema lo pidió y la energía termina desembocando en un pogo en la gente, pero es porque lo pide el tema, y a veces tenemos también la necesidad de tener un momento tranquilo en el escenario y tocamos una zamba o algo con más aire. Son impulsos, cuestiones bastante más espontáneas, no está premeditado. Creo que tiene que ver con que todos somos distintos, pero a la vez coincidimos en los momentos de cambio".
Por su parte, Jusid completó el concepto: "Nunca encajamos en ninguno de los dos lugares, fuimos haciendo el camino propio. Para las peñas éramos muy rockeros, y a nosotros nunca nos gustó la movida de las bandas de rock, tocar en los pubs, boliches, con el maltrato que hay hacia las bandas. Con la música no nos pasa, porque hay un poco de reggae, cumbia, sin ningún prejuicio hacia nada, sin intereses comerciales".
Ronconi resaltó la importancia de la formación lograda en la Escuela de Música Popular de Avellaneda, ámbito en el que se sentaron las bases fundacionales del grupo y que, sin dejar de tener una estructura academicista, sí está anclada en otras raíces. "No podemos estar más que agradecidos con la Escuela --aseguró--. Creo incluso que si los conservatorios pudieran abrir mucho más su espectro, su cabeza, a tratar de que el material pedagógico sea más amplio, actual o que tenga más que ver con la realidad de cada pibe que quiere estudiar música hoy, toda la música argentina sería mejor. Hasta el rock mismo sería de más calidad".
"Todo el material que los mismos profesores fueron haciendo, de hacer métodos de rasguido de chacarera, o de percusión, cosas que siempre habían sido de transmisión oral y poder tenerlas en un papel y aprenderlas de una semana para la otra, gracias a un programa, es positivo. Se trata de esa academización hecha con buena leche, para bien", completó el cantante.
Y probablemente a partir de esa formación organizada, los integrantes de Arbolito logran que la interacción entre folclore y rock no sea forzada. De hecho, las fusiones habituales entre ambos géneros suelen brindar resultados dispares, llegando incluso al ridículo cuando el abordaje es desde el rock hacia el folclore. "A veces lo toman como en tono burlón, y me parece que no es sentirlo propio, no están tocando un ritmo que los represente --destacó Ronconi--. Así y todo hay versiones increíbles, como la que Divididos hizo de `El arriero`, a partir de su mismo sonido. A veces es difícil analizar qué es más genuino, venir del folclore al rock o del rock al folclore, todavía estamos charlándolo (ríe)".
Como complemento a las líneas musicales, hay un horizonte lírico que se enlaza con el entorno social que marcó al grupo, nacido a fines de los 90, década analizada por el cantante como "una terrible farsa económica y cultural". "Del 2000 en adelante hay una mirada hacia adentro, en lo económico y lo cultural, hay mucho más respeto y muchas más ganas de ser nosotros mismos", completó el cantante y letrista de Arbolito, banda que de algún modo es también producto de la supervivencia de los 90, lo que se traduce en una poética que valoriza la solidaridad, el cooperativismo, sosteniendo siempre una visión crítica del contexto político actual e histórico.
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