CULTURA / ESPECTáCULOS › A UN AÑO DE SU MUERTE, NARANJO EN EL CASTAGNINO
Una emotiva muestra en el Castagnino homenajea al artista, educador, editor, escritor y ciudadano ilustre de Rosario.
› Por B.V.
"Oigo silbar el viento a través de la ventana. / No es mi ventana / ¿será mi viento?". Así comienza el poema de Rubén Naranjo (1929 2005) que, impreso en un tarjetón junto a su foto, lo homenajea continuando la serie de poemas ilustrados que él diagramaba e imprimía para regalar a sus amigos. Hasta el 4 de diciembre, en el Museo Castagnino (Oroño y Pellegrini), puede verse, entre muchas otras cosas, un gran panel con sus anotaciones a mano, dibujos de sus nietos, y mil pequeñas cosas que son y siguen siendo el rastro de su vida cotidiana en su casa y en su taller. Entre ellas, dos papelitos con idéntica frase del médico, educador y escritor polaco Janusz Korczak (seudónimo de Henryk Goldszmit): "Todo tiene su límite. Sólo la insolente desvergüenza no lo tiene".
Desde esta trama o tapiz donde la cultura según Rubén Naranjo aparece (tal como lo fue a lo largo de toda su vida, que se continúa en estas huellas) como un espacio creador indisociable de la vida misma, irradian líneas de fuga hacia otras paredes y otras salas que van mostrando las huellas de Naranjo pintor, artista de vanguardia, educador, editor, diseñador gráfico, escritor, ciudadano ilustre de Rosario y (siempre) hombre, defensor incansable de la dignidad humana. Y lo que se ve aquí de este hombre, además de la rigurosa consistencia ética entre sus múltiples obras artísticas, políticas y sociales, es que su muerte el 3 de noviembre de 2005 no fue el fin, sino apenas un cambio: el comienzo de una nueva etapa en que su legado empieza a ser tomado y continuado por quienes lo acompañaron en la lucha. La Biblioteca Vigil, cuya escuela de arte él fundó y cuyas ediciones él dirigió durante diez años, se halla a punto de renacer a más de treinta de su brutal supresión por la última dictadura. El clima de alegría y encuentro que reinó durante la inauguración, el pasado jueves, da cuenta de esta supervivencia y de la fidelidad con que la representa esta muestra homenaje.
Titulada Dedicado a Rubén Naranjo, la muestra fue ideada y realizada por Graciela Carnevale y producida por Marina Naranjo (hija de Rubén, ex Secretaria de Cultura de la Municipalidad de Rosario) con la colaboración de María Maseroni y de numerosas personas, instituciones y empresas; entre ellas, Rosario/12 y el fotógrafo Alberto Gentilcore, autor de varios de sus retratos. El título de la muestra surge de otro pintor rosarino: Fabián Marcaccio, quien le dedicó su paintant "Ezeiza", exhibido el verano pasado en el MALBA. Cabe recordar una anécdota: Fernando Farina, hoy director del Museo, fue uno de los alumnos de las Escuela de Bellas Artes de la UNR que promovieron una marcha estudiantil y de docentes el día en que Naranjo (flamante director de la misma y militante de la APDH) recibió una amenaza anónima de muerte.
Rubén Naranjo vivió una vida profundamente humana en la medida en que todas sus acciones estuvieron profundamente entramadas con necesidades y proyectos colectivos. Aun en el aislamiento del exilio interno, Naranjo era capaz de dejarle al imprentero esta nota: "el papel protestó mucho y la tinta se cuarteó". La nota está escrita en marcador de fibra color naranja y se la puede ver en el museo, donde también se exhiben una cantidad sustancial de sus pinturas matéricas de los años sesenta, bellas obras abstractas (o, mejor dicho, concretas) influidas por el informalismo entonces en boga y que revelan también una sensibilidad casi humanitaria hacia el material. "En un segundo momento, el interés por la realidad de la materia se desplaza hacia la realidad social", se lee en el texto de catálogo y es cierto.
Ese inolvidable foco de resistencia cultural que fue Tucumán Arde lo tuvo como protagonista. También esa experiencia de educación libre que representó "la Vigil", lo contó entre sus impulsores. Además, la Escuela de Arquitectura, la Escuela de Bellas Artes cuyo primer director en la actual democracia fue él, la APDH y tantas otras organizaciones desde donde militó por los derechos humanos dan cuenta de hasta qué punto era un arte su lucha por transformar la realidad.
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