Martes, 5 de diciembre de 2006 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › V SALON DIARIO LA CAPITAL EN EL MUSEO CASTAGNINO
El dibujo fue el tema convocante. La selección de los trabajos que se expusieron forman un abanico de técnicas y disciplinas.
Por Beatriz Vignoli
El dibujo fue el tema, o mejor dicho la excusa, en el V Salón Diario La Capital que pudo verse hasta ayer en el Museo Castagnino. Un pequeño díptico en tinta sobre papel, titulado "Joven sentada", le valió a la dibujante rosarina Silvia Lenardón el primer premio. El pintor Marcelo Villegas ganó una mención por "Líneas liberadas", una instalación de pared con clavos y cinta bifaz negra. Villegas lleva años trabajando conceptos y problemas espaciales provenientes del modernismo tardío, que él resuelve con elegancia y síntesis a través de reformulaciones del soporte. Ariel Costa fue el otro artista distinguido, mientras que el pintor rosarino Daniel García recibió una mención honorífica.
Un jurado integrado originalmente por Claudia del Río, Edgardo Donoso y Rubén Echagüe, a quienes luego se sumaron Pablo Siquier y Rafael Cippolini, eligió sólo 40 obras de entre las 130 enviadas. "El tema era el dibujo y se podían mandar obras en diversos formatos", cuenta Claudia Del Río a Rosario/12, intentando explicar el porqué de esta drástica selección. "Llegaron obras que intentaban hablar sobre el dibujo y no llegaban a ningún lado; obras que eran acumulaciones de trabajos hechos por los chicos, donde no se veía ningún compromiso del artista. También rechazamos aquellas obras que no se ajustaban a la propuesta. Aceptamos algunas que toman el dibujo como tema. La selección forma un abanico entre dibujos interesantes y otras técnicas que reflexionan sobre el dibujo desde otras disciplinas".
Entre estas obras cabe destacar la de Fernando Ercila, docente universitario de la carrera de Bellas Artes de la UNR que reflexiona sobre el dibujo desde la escultura y el objeto tridimensional, o "Caigo maaa" de Ariel Costa Dalmaso, pintura pop influida por el comic tipo animé. Un planteo original y tiernamente humorístico es el libro intervenido "Cesárea", de Nana González, que vincula al dibujo con la literatura infantil al hacer salir de la panza del lobo una vivaz Caperucita de papel. Impresiona por su creatividad y escala "Amor de papel", de Javier Cazenave, una monumental instalación donde el artista no sólo crea una selva de palmeras violáceas mediante el sencillo procedimiento de enhebrar cartones de envases de frutas, sino que además ofrece espacios para que el público dibuje. Alegra además ver entre la selección buenos dibujos propiamente dichos, como el "Cuaderno iluminado" del artista y poeta Darío Homs, la serie "Lo que la noche le cuenta al día", de Darío Ares, basada en noticias policiales, o las tintas sobre papel de Alfonso Piantini y las carbonillas de Silvina Reznik. De especial sutileza es la foto dibujada y bordada de Zira Katz, donde las líneas son trazadas por hilos.
Más allá de estas raras perlas, había que llenar la planta alta del Museo Castagnino. Por una decisión curatorial del director se incluyó lo que el Museo dio en llamar "Nuestros dibujos: un recorte de la colección Castagnino Macro". No sólo se buscaron dibujos y obras gráficas sino obras en otros medios, centradas en la línea.
Entre los rosarinos, Max Cachimba y Mauro Machado fueron de la partida. Se expusieron obras en una diversidad de estilos, que van desde un excelente dibujo de Guillermo Roux hasta una ya casi clásica pintura en blanco y negro de Pablo Siquier y una sutil obra procesual de Ernesto Ballesteros. Éstas son sólo parte de una lista de grandes firmas que incluye a Guillermo Kuitca, a los neoexpresionistas Armando Rearte, Ana Eckell y Martín Kovensky, y a algunos popes del conceptualismo, como León Ferrari con su denso y bello caligrama "Bienaventurados malditos", (1998) o a Horacio Zabala con sus tres anteproyectos de cárceles dibujados entre 1973 y 1974. Se destacaba una deliciosa serie de xilografías de Alfredo Benavídez Bedoya titulada "Siete pecados capitales cometidos por animales".
No podían faltar representantes del Arte Contemporáneo, entre ellos una instalación de varillas y papeles de Daniel Joglar. Ocupó bastante espacio el mobiliario devastado y disfuncional de "A la mesa" de Pablo Reinoso, donde la línea es un sugerente vector narrativo de caos y destrucción. Dentro de este estilo, fue también oportuno incluir "La casa soñada" (2002), de Tamara Stuby, una instalación que alinea trapos rectangulares que sugieren billetes o ladrillos. Dos esculturas basadas en la línea autónoma real, una en silicona por Marcela Furlani y otra en madera de peteribí por Miguel Gandolfo, redondeaban la idea de transferir a otras disciplinas la línea, elemento plástico esencial del dibujo.
De eso, en resumen, se trataba el V Salón: éste no fue tanto un homenaje al dibujo como a la línea en tanto elemento estructurante fundamental, sea en la disciplina que sea, y capaz por lo tanto de unificar una vasta diversidad de técnicas. Cabe señalar, por último, que la línea como columna vertebral formal de un corpus heterogéneo de obras, análoga a la melodía en música, es un concepto curatorial que viene siendo trabajado en otras exposiciones locales, entre las que se pueden mencionar dos antológicas recientes en el Centro Cultural Parque de España: Eternidad del instante (2005), de Hugo Padeletti, y la de Chachi Verona que también cerró ayer. Quizás se podría hablar de una tendencia.
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