Domingo, 18 de febrero de 2007 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › ENTREVISTA A ANA BORZONE, VIOLONCELLISTA RADICADA EN SUIZA
Hace 10 años se fue a formar a Europa, donde llegó a estudiar en la prestigiosa Academia Menuhin. Repasa su experiencia.
Por Marisol Gentile
De padres rosarinos, Ana Borzone nació en Holanda a principios de la década del '80. Pero cuando contaba apenas con tres años, su familia decidió regresar a la Argentina. A los siete la niña comenzó su carrera musical y a los 15, cuando las adolescentes solo piensan en valses y vestidos largos, Ana pidió dos obsequios poco tradicionales: ser argentina, esto es, adoptar formalmente la ciudadanía; y, casi en simultáneo, poder viajar a su tierra natal para perfeccionarse en el estudio del violoncello.
La familia accedió al deseo ante la inamovible convicción de Ana, que en principio se instaló en Utrecht para poder cursar estudios en la Escuela Superior de Artes de esa ciudad, pronto viajó a Alemania en busca de nuevos desafíos. Allí se acercó a la Musikhochschule Mannheim para tomar cursos con el maestro M. Flaksmann, de donde rescata como una de las experiencias más interesantes, la de haber formado parte de la Junge Deutsche Philharmonie, orquesta juvenil formada por músicos seleccionados de todas las universidades de Alemania. "La atmósfera de trabajo entre gente joven completamente comprometida con lo que hace y con un objetivo de perfección profesional común fue muy inspirador. En estas escuelas se incentiva mucho la actividad de música de cámara, y se le da prioridad a la formación de músico de orquesta", agrega Borzone, que hoy, los 26 la encuentran en la antigua ciudad suiza de Vevey, desde luego, estudiando.
"La oportunidad de estudiar en la Academia Menuhin fue a posterior de un curso de verano que hice en 2004, cuando en un receso estival aproveché para ir a esos tradicionales encuentros musicales que tienen lugar una vez al año en Suiza", explicó. Pero la experiencia fue más allá de un simple viaje: le ofrecieron formar parte de la Academia y de la Camerata Lysy con una beca completa por dos años.
"Estos dos últimos años en la Academia Menuhin fueron de vital importancia en mi formación", cuenta la joven. "El grupo de estudiantes es muy reducido, y por lo tanto tiene un seguimiento muy intenso y personal con profesores de alta reputación, por tratarse de grandes artistas. Las principales actividades consisten en conciertos con la Camerata Lysy, música de cámara y muchísimas clases magistrales con diferentes profesores. Siempre existe un ambiente de intercambio de ideas y de compartir diferentes opiniones a un altísimo nivel musical, acompañado de un entorno internacional, ya que los alumnos son de diferentes países, cada uno con su formación y costumbres. Sin duda este período fue uno de los más intensivos para mi vida musical. El gran nivel de exigencia hicieron que esta etapa de mi vida fuera indispensable para mi enriquecimiento como instrumentista y música en general".
De fugaz paso por la Argentina para las fiestas, Ana reflexionó frente al micrófono de Rosario/12 acerca de estos diez años de permanencia en el viejo mundo: su deseo de irse surgió a raíz de saber que allí existía una formación en otros niveles, con una fuerte tradición en el mundo de la música clásica, escuela que en la Argentina, lamentablemente, no existe.
"Lo principal para mí era adquirir las bases para una técnica instrumental sólida; saber en cada momento qué estoy haciendo corporalmente cuando toco el cello, cómo quiero ejecutar algo y por qué. Creo que el hecho de haber tocado siempre muy intuitivamente me hizo buscar en otro lugar la información que yo sentía que necesitaba. Descubrí muchísimas otras facetas que tiene un músico profesional: lo que se requiere técnicamente para desempeñarse como solista, los diferentes recursos técnicos para hacer música contemporánea, la relación que tienen los diferentes instrumentos a la hora de hacer música en formaciones camarísticas... y la lista sigue. Para lograr todo esto hay que tener un manejo técnico muy alto y mucha información y experiencia".
Como instrumentista, si bien no se especializa en una época histórica en particular, no puede sin embargo dejar de afirmar que se siente más identificada con determinados períodos, sobre todo aquellas obras de neto corte romántico, a lo que suma un marcado interés por la música contemporánea de determinados compositores. "No me siento identificada con todos los estilos de composición, ya que prefiero obras que conserven cierta 'relación tonal'. Creo que la música contemporánea puede expresar mejor las emociones tan cambiantes que existen hoy en día en la sociedad; es más, siento que los recursos que ofrece la música contemporánea permiten expresar tanta complejidad de los estados vivenciales, junto con las 'nuances' (variables, dinámicas) de cómo la gente siente hoy en el mundo... Creo que desde el momento en que el público entienda esto va a ser mucho mas fácil incluir estas obras en los conciertos: solo es necesario que la gente se identifique más y se permita sentir".
A la hora de programar un concierto, la intérprete está convencida de que lo más importante es tocar obras con las cuales sienta que tenga algo muy en claro para decir, y en donde sienta además una conexión más fuerte aún con aquello que el compositor quiso expresar.
Esto sin duda vendrá como consecuencia de una completa formación del intérprete: "Yo creo que el músico tiene que tener acceso a la mayor cantidad de información posible y esto incluye en lo que respecta a la interpretación historicista. El instrumentista tiene que tener todas las herramientas para después poder elegir conscientemente lo que quiere o no hacer al momento de ejecutar una obra".
En cuanto a sus maestros y referentes del presente, Ana centra su interés en aquéllos músicos que han logrado llegar a un nivel tal de comprensión musical, que al momento de tocar, el grado de "honestidad" en la ejecución es total. "Donde cada nota llega a lo más profundo de cada uno", señala, "donde existe un balance continuo en todo el concierto, donde la vivencia se hace única". Por eso, entre los grandes músicos cuerdistas que admira cita a Menuhin, Ferras y Shafran, "sin duda exitosos intérpretes que llegaron a adquirir esa habilidad instrumental por la que uno lucha todos los días y que se transforma a veces en una búsqueda que nunca termina. Es cierto que para todo esto se necesita una gran convicción, talento, trabajo y ambición. Pero lamentablemente el éxito del artista también dependerá del entorno, el espacio e importancia que le da la sociedad o el mercado".
Durante estos diez años Borzone ha vivido en Europa. Sola. "Extrañando mucho, pero también aprendiendo a valorar infinidad de cosas que allá no se tienen y que aquí sí". "Quisiera que en la Argentina se empiece a generar un movimiento que siente las bases para una tradición más sólida en el mundo de la música clásica. Si bien creo que mientras uno tenga en claro un objetivo, y hasta que éste no se haya cumplido, se puede soportar las más variadas experiencias, sería mucho mejor no estando fuera de casa ¿no?. Los ideales fortalecen la personalidad sí. Pero muchas veces miro hacia atrás y me pongo a repasar experiencias y me pregunto: ¿cómo es que yo hice eso a los 16, y sola?", se pregunta.
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