Lun 14.05.2007
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS › "TRES DE CORAZONES", ULTIMO FILM DE SERGIO RENAN

Taxis y ánimos en círculos

› Por Leandro Arteaga

Tres de corazones

Argentina, 2007

Dirección: Sergio Renán.

Guión: Sergio Renán, Rubén Mira, Carlos Gamerro, a partir del cuento "El taximetrista", de Juan José Saer.

Fotografía: José María Gómez.

Música: Adrián Iaies.

Montaje: César DÆAngiolillo.

Intérpretes: Luis Luque, Mónica Ayos, Nicolás Cabré, Norma Argentina, Sergio Boris, China Zorrilla.

Duración: 96 minutos.

Salas: Monumental, Del Siglo, Village, Showcase.

Puntaje: 7 (siete) puntos.

Sergio Renán es uno de los nombres inevitables en el panorama artístico del país. Es un referente. También un contradictorio. Depende de cómo lo queramos entender. Renán es tanto el realizador de la elogiada La tregua (1974) como de La fiesta de todos (1979), panfleto filmado junto con Hugo Sofovich para la gracia de la última dictadura militar. Será por ello que uno no puede evitar lo antedicho, sea por lo menos para un pequeño ejercicio del recuerdo, para la práctica de la buena memoria.

Tres de corazones es buenísimo. Lo que ocurre en la película ﷓que se ocupa por trasladar el cuento "El taximetrista", de Juan José Saer﷓ es prácticamente una excusa, una historia pequeña, que permite sintetizar una complejidad mayor a la que el espectador es arrojado.

Tres es el número de las aristas principales de este triángulo. Entre medio, tanto para aunar como para repeler, se sitúa el corazón de papel afiche, recorte encolado que procurará el desquicio de los partícipes, así como también su redención. Alguien obrará, justamente, de maquillador citadino, de irreverente autor de corazones y soles y juegos de palabras.

En los extremos se encuentran Coria (Luis Luque) y Angel (Nicolás Cabré), mientras que entre ellos surge, claro, Dora (Mónica Ayos), voluptuosa y encantadora. El azar (si es que existe) los desencuentra y reencuentra, sea por medio de un viaje en ómnibus, sea a través del nexo laboral. Coria es el pequeño señor feudal, es el portador y abusador del trabajo ajeno, dueño de los taxis y del club nocturno. ("Señor feudal" que, involuntariamente y porque el film transcurre en San Luis, nos provoca analogías inevitables).

Coria es un ridículo. Cree ser un "Sandro" sin igual suerte de vida. Su madre pequeña y desvencijada (China Zorrilla) le recrimina la falta de nietos. También le recuerda, mientras pinta lienzos con su imagen, al hermano perdido. Entonces Coria lo cree encarnado en Angel -surgido desde cielos de asfalto﷓, mientras decide obedecer, por fin, a su madre. Por ello es que dispone lo necesario y planea el casamiento. Y para sus fines se vale de ella, de ellas, de ellos, mientras canta y baila -aunque gordo y obtuso﷓ como su ídolo de los escenarios.

El argumento opera como si se tratase de un carrusel obstinado. De ritmo cíclico. Aún cuando se persiga lo contrario, la calesita lleva a sus pasajeros al rumbo habitual. El papel más comprometido, el peor, le toca a Dora, toda una delicia. El intercambio de roles asegura, así, la perpetuidad. Como un ciclo, decíamos. La continuidad del mismo orden, entonces, queda bajo resguardo, y con éste también las mismas diferencias, las siempre iguales relaciones de poder.

Hay heridas, muy profundas, mucho más que los golpes que el rostro o las costillas reciben. Para eso existe, siempre, el nuevo papel afiche, el que recubre una y otra vez los carteles callejeros, el que oculta, de manera incansable, al que sale de la norma, al desparpajo. Todo, decíamos, vuelve a su cauce habitual. Las calles, así, lucen sus mismas luces, sus mismos ánimos. Sólo se trata, ahora, de un recuerdo. Sólo un recuerdo.

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