Domingo, 24 de junio de 2007 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › CONCIERTO PARA RECORDAR POR SIEMPRE EN LA PLAZA SAN MARTIN
Los Gatos volvieron ayer a la tarde, como hace 40 años para repasar los clásicos del rock nacional. Fito, la sorpresa.
Por Edgardo Perez Castillo
Haber imaginado un marco diferente hubiera sido tan absurdo como creer que los clásicos recorridos sonarían igual que aquellos que hicieron de Los Gatos la banda clave del rock en castellano. Cuarenta años pasaron desde el surgimiento del grupo y el tiempo dejó su marca en los cuatro miembros originales, que ayer sacaron provecho de esa experiencia y resignificaron aquellas composiciones. Porque la voz de Litto Nebbia suena con la soltura que genera el haber recorrido caminos tan ricos como diversos, mientras Kay Galifi le saca brillo a una guitarra rockera con la justeza de un músico clásico y Ciro Fogliatta tiende las redes desde unos teclados que sonríen cercanos al blues. Jovial, Alfredo Toth es quien construye un andamiaje poderoso, firme, con la complicidad de dos aliados de lujo: Daniel Colombres en la batería y Rodolfo García desde las percusiones, asociándose para lograr así un justo homenaje a Oscar Moro, fallecido un año atrás. Con esa base, la banda brindaría un concierto de poco menos de una hora y media, en el que contó con la colaboración de Fito Páez para un cierre celebrado por las más de cinco mil personas que se acercaron hasta la Plaza San Martín para atestiguar el retorno del grupo, que eligió a Rosario como punto de partida de su gira conmemoratoria.
Sin embargo, hasta ese cierre con un par de bises, la jornada se había desarrollado como un recorrido temporal hacia el pasado, a través de la participación de artistas como el armoniquista Franco Luciani, Fabián Gallardo y Coki & The Killer Burritos, quienes acompañaron al atardecer para dejarle paso a la primer conmemoración de la noche: los 25 años de la Trova Rosarina. Allí estuvieron entonces Adrián Abonizio, Jorge Fandermole y Rubén Goldín, representantes de un movimiento que arrojó canciones inoxidables, y que cerraron su participación con una bella versión de la bellísima "El témpano". De esa manera, las puertas quedaron abiertas para el gran retorno, ése que despertó el interés de la prensa local y nacional, testigos privilegiados del regreso desde un costado del escenario.
Abajo, las escenas no eran otras que las previsibles. Generaciones reunidas frente a un escenario imponente, sin amilanarse ante un clima anunciadamente fresco, conscientes de estar participando de un acontecimiento histórico, según recordaba el periodista (y maestro de ceremonias) Gustavo Lorenzatti cuando, pasadas las 18.30, la llegada de Los Gatos se hacía inminente. Hasta que, unos minutos más tarde, la historia misma comenzó a reescribirse cuando el sexteto puso en marcha los primeros compases para cantarle así a aquella querida María.
Llegaría entonces el tiempo de las apropiaciones, de los viajes introspectivos de aquellos que sonreían con sus personales recorridos al pasado, reconstruyendo historias personales de juventudes musicalizadas por esas mismas melodías. O de esos otros que se permitían un primer acercamiento a la historia del rock argentino, jugando a descubrir los lazos que hacen de Los Gatos una marca que atraviesa la enciclopedia musical desde mediados de los 60.
Y aunque "Ayer nomás" aparece con los rasgos que la hicieron un clásico, el abordaje realizado por el grupo permite descubrir nuevos matices, generando el momento justo para que Nebbia se permita una presentación de sus acompañantes de siempre y de estos dos nuevos secuaces, convocados para suplir una única ausencia. "Nos falta, irremplazable, nuestro querido amigo y hermano, Oscar Moro. Y dos grandes músicos, amigos, se unen a la banda para esta celebración", homanejearía entonces Litto, de cara a la dupla García--Colombres. Pero no culminaría allí el homenaje, a partir de la aparición como invitado especial de Juanito Moro en la esperada "Viento dile a la lluvia".
La tarde, ya noche, comenzaba a preanunciar un final. Ya había sido el turno de la siempre pegadiza "La chica del paraguas", del poderoso "Rock de la mujer perdida" como disparador irremediable del recuerdo del gran Norberto Napolitano, de la ternura de "Madre escúchame". Sería entonces el momento de un nuevo recordatorio, disparado esta vez por Nebbia. "Vamos a hacer una música de uno de los grandes amigos, de los grandes compositores de la Trova, que se fue, Lalo de los Santos. Vamos a dedicarle esta canción, y además vamos a invitar para cantarla a otro músico amigo, que también lo conocía, que era muy amigo de él, Fito", lanzaría para permitir el ingreso de Páez y el alzamiento de las voces adolescentes que antecedieron a "No te caigas campeón". Instalado en el corazón del escenario, Fito se permitió su propio juego de voces con Litto, amoldándose al espíritu de libertad que marcó a diversos segmentos de un show que tuvo su primer despedida con "La Balsa".
Tras los bises de rigor, Los Gatos cerrarían el primer capítulo de su gran regreso, ése que ha quedado registrado para formar parte del Dvd que se ofrecerá como fruto de una gira que continuará por distintas ciudades de Argentina y Latinoamérica. La historia, entonces, comenzará a escribir nuevas páginas.
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