Mié 23.03.2016
rosario

CARTELERA

JUGANDO A LAS VISITAS

› Por Adrián Abonizio

La imágenes, las metáforas, la dialéctica del universo político golpista pueden ser certeras, pero por certeras también recurrentes. Patria sí, colonia no. A esta frase apenas se resume tanta carnicería. Uno no puede describir tanto pavor e inclemencia. No hay palabras. No se entiende, no se justifica, no se digiere. Me inquietan estas irregularidades perfectas, esta puntería renga sobre el idioma y como está construida una nota que denotará una ira encubierta y no tanto, una incomodidad punzante acerca del imperialismo, la dependencia, los lame botas de turno y un montón de estampas recurrentes, que lejos de ser inciertas, son tan reales y crudas como las de los de los hermanos Grym, antes de su censura.

Me encuentro apabullado por lo elemental, por lo fácil y sin duda incuestionablemente odioso.Aparece para ayudarme el Criollo de Leopoldo Marechal en escena con chambergo y una daga de fierro despuntando: -Se te ríen en la cara, hermano militante.Se cagan de risa de vos y tus emblemas patrios, tus costumbres libertarias y tu fe horrorizada porque estás viendo desfilar un carnaval monstruoso y nada podés hacer, salvo mostrar tu traste ante las cámaras,por ejemplo, susurra el alma tanguera del Acrata azul y blanco. Justo este 24 de marzo acude a saludar a Argentina un genocida. Uno que juega a los avioncitos guerreros sobre pueblos desarmados. Cuenta chistes. Atrapa moscas en vivo. Permite la tortura.

--Es un vivo bárbaro el negro. Te corre por izquierda. Se queja que no lo dejan hacer y gobernar libremente: andate, gil, no llorés, tomatelas si no te dejan, repica el Bardo Argento.

Yo medito y fumo. Todos los presidentes de muchos estados avasalladores suelen ser pervertidos, suicidas,perversos, criminales y brutos incultos que creen tener las manos limpias. A la tortura no se la advierte, no la televisan y no hay valientes Madres visibilizándola. Me siento el rey de las Obviedades. Estoy muy cansado de gemir, de gritar en el desierto, de escribir paredes y notas en contra de los asesinos. Soy una gota en la tormenta. Debo ver el modo que lo siniestro no me cubra y me haga bajar los brazos. No depende de mí el bienestar de la región.Ni la paz, ni la justicia. Soy casi una hormiga. Mi estómago revuelto de comida rápida lo dice todo. Apenas escribo. ¿Alcanza con eso? No, ni un poco. Tengo pesadillas, malhumor, constipación y presión alta. Pero me voy a empeñar en buscarle un costado diferente a este "derecho de empernamiento", igual al que tenían los terratenientes sobre el pubis angelical de las hijas de sus siervos. O la historia de donde proviene el mote de "cornudo": cuando el rey gustaba de alguna dama sencillamente la usaba y colgaba en la puerta su testa de astas para hacer saber al que pasase incluso el marido, quien mandaba allí. No alcanza, me digo. Poner al lobo a cuidar el gallinero. El sindrome de Estocolmo. Los ositos WinniPohh sobre Malvinas, o las relaciones carnales.

!Basta! me suplico a mí mismo. Esto es demasiado obvio, burlón, dantesco, ofensivo. Estas historias reales son, al lado de lo que se viene este 24 de marzo, un chiste, una moraleja infantil horripilante.

El Criollo --marechaliano y jauretchiano-- acude en mi ayuda: "Llegó el morocho dueño del mundo, un vivillo que la va de piola y bien pensante, sonríe y declama sus mejores intenciones para el patio trasero.Es un negro chanta, un gilún, un desclasado".

Llega en protocolo justo en una fecha sangrienta donde el imperio que hoy preside ayudó a construir. Y Mauri en su bautismo de fuego con el capanga de los mandamases, jugando a las visitas como un subyugado. Triunfa cuando en realidad fracasa. Sonreirá cuando debiera llorar. Si se me permite una apreciación xenófoba diría al imaginarme la escena que en Villa la Angostura o en un salón de Buenos Aires habrá un descendiente de inmigrantes pobres de la Italia hambreada que le habrá de servir el té a un descendiente de esclavos. Y que será feliz ese día. Habrá tocado el arco iris de Disney en ese gesto.

--Soy bueno como estratega, le oferto una taza de Tea Party al jefe del país más poderoso del planeta; ¡esto es excelente, esto es el cambio! ¡Y además es negro!. En honor de tus ancestros, vuélvanse a sus casas y renuncien--, oferta el Criollo, alma tanguera al fin, apoyada en un farol, controlando sus mensajes de whasap donde la gente indignada hace explotar los celulares.

Pero no alcanza. No poseen más que palabras llenas de odio y lugares comunes lastimados. Yo también me he convertido en otro lugar común, pero al menos puedo escribirlo acá. "¿No tienen vergüenza?", inquiere el Criollo sobre la parejita que juega a las visitas. Y hace el gesto de la "viyuya", la "mosca" en la palma de la mano, advirtiendo de que el partido está arreglado.

--¿De qué color es el plumaje del buitre?, me interroga el Alma que Canta, el Criollo Argento despidiéndose.

--Negro con plumitas más claras--, contesto. Se sonríe y declama: -Al grone este le están saliendo canas...!está igualito! El cielo atardecido detrás se va poniendo celeste, blanco y rojo sangre.

No, no quisiera. No me gustaría ser Macri. No me gustaría perder la dignidad, ser un empleado de empleados de empleados de jefes superiores. No me gustaría echar gente a la calle. No me gustaría tener placer en la venganza. No me gustaría gozar de esa familia fotografiada en felicidad de propagandas de yogurt. No me gustaría tener sus dientes bancos y sus manos que no conocieron el rigor ni del hierro ni de la madera. No me gustaría ser el Enterrador de Sueños ni el Verdugo Espiritual de Crímenes Patrióticos. Ni me gustaría ser él, en su Rosada sin sentir la vida. No me gustaría intentar borrar objetos, frases, palabras cargadas de fe. No quisiera el no poder ni alcanzar al menos la estatura del traidor. No me gustaría jugar al fútbol como él. No me gustaría hablar como él.No me gustaría comer sus platos, ni soñar sus sueños, ni exhudar olores de perfumes caros. Ni abrazar pobres en campaña ni ricos en el poder. No me gustaría sonreír como él lo hace. No me gustaría llegar a lo más alto y recibir a un morocho de USA en esta fecha. Soy supersticioso: no me agradaría que los miles de fantasmas de desaparecidos me tiren de los pies por las noches, las larguísimas noches de terror que se avecinan en su alma de hombre llano, sin horizontes ni arte. No quisiera saber que moriré cuando caiga la nieve y los lobos tengan hambre y esté solo y anden por las calles golpeando las puertas hasta dar con la de él. No, no me gustaría estar en su mísero cuero. Ser una Nada que nadie recordará con afecto. Estar protegido de la miseria y apartado de la verdad, blindado en carros de asaltos y pavotes de estirpe patricia. Lo juro. Prefiero la muerte, el destierro, ser hincha de River sabiendo que me hicieron de Boca. Preferiría ser otro, un viejo moribundo, una gusanera, un soldado en la trinchera sin una bala,un perro con sarna, un mariscal loco en el manicomio, una prostituta vieja en su pensión, el humo triste de las quemas, un caballo de carro enlutado por el yugo. No, no quisiera jamás ser él. El que reciba a un asesino justo el 24 de marzo, cuando se cumplan las doce y los espectros amados salgan a percutir con sus huesos en los parches la memoria de los que nunca sintieron ni la Patria, ni el cariño real por la gente, ni la fe, ni el desprendimiento del espíritu en los demás como cae una semilla en la tierra, un carbón encendido que ayude en el frío, una fruta del maná para que todos coman, un amor verdadero por el pueblo. No quisiera ser ése, me da miedo, vértigo y vergüenza. No quisiera ser chancho al que le dan de comer y a la vez convertirme en quien lo alimenta. No me gustaría que me olviden para siempre y pasar por este mundo sin haber sido nada, más que olvido, muerte, torpeza, crueldad, hastío y falta de respeto.

--!Además de no saber bailar, hablar, amar, enamorar y como agregado, mufa, fierro, yeta, fúlmine!--, culmina aullando en un sapucai el Criollo ya hecho una línea sobre la pampa bárbara y alambrada; al galope sobre Pampero hacia las tolderías de la indiada generosa que resiste, mientras afila las tacuaras de sus lanzas.

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