Mié 07.11.2007
rosario

CONTRATAPA

Soledades del hincha casado

› Por Adrián Abonizio

¿Qué es la soledad más que el sentirse abandonado en la barca de la tristeza? O de la dicha. El Hincha Casado que no puede compartir los devenires del cuadro de sus amores se percata del fabuloso desamparo del astronauta sin conexión con Tierra: Ni un bip, ni un "aquí Houston", ni un mate al lado de la radio. Es más, debe esconderse con ella, auricular al oído, huir de la casa familiar que en esos días futboleros pueden estar atosigados por visitas. Hablo del no comprendido, del que no quieren lo sorprendan llorando por un resultado opresor o besando la divisa por un triunfo perfecto. Las mujeres nunca entenderán. Algunas se acercan, solidarias, conmovedoramente lejanas pero nada más. El Hincha Casado que es hincha de un cuadro y cuya dama no comprende cómo se puede perder tiempo y adreanalina tras una redonda, en lugar de estar relajado, jugar con sus hijos, arribando al super con alguna oferta dominguera es el Robinson Crusoe por excelencia de esta Argentina diezmada por fútbol a toda hora. El Hincha Casado es un lobo solitario al que no se le festejan las cacerías favorables y al que se le desprecian las derrotas. Debe lamerse las heridas y aullar, en lo más alto de la pradera su felicidad cósmica del triunfo sobre las fuerzas adversas de la naturaleza cuando ello ocurre. Hay una variedad extensa de patologías pero en el fondo el ignaro que lea esto dirá: "bueno, ¿Para que el matrimonio, entonces?" "¿Porque es tan fana? " Nada de esto se prevee. Es como estar maldito, ser el hijo de un lobizón, pertenecer a una casta hereditaria y sellada a fuego.Ser pasional, bordear la locura y la estupidez.Uno no se enamora como un hecho administrativo.Al Hincha Casado le atrasa la vida: es un almanaque en desuso, pudoroso y vehemente. Cuando este magnífico ejemplar envejece o su relación conyugal se agobia suele ser denigrado, descalificado por su insonora vehemencia. Aguanta, comprende, hace zen, mira el horizonte. El Hincha Casado siente repugnancia por los violentos. Todo esto lo daña. Es un ser sensible, pero cambiaría toda la maldad del mundo, su felicidad anexa de haber procreado, la obtención de un aumento o el sexo inasequible de una vedette, a cambio de un triunfo. Solo anhela que lo dejen en paz. Suelen ser buenos padres de familia, amables conversadores de suegras e incluso receptivos mediadores en enjuagues tenebrosos de la horda política familiera: en canje solicita sin hablar que no le molesten en su hora y media de meditación con la radio, con sus olores.Se siente que hay una gran injusticia: yuga como un buey, no tiene malhumor.Lo que ostenta o propone a cambio es que no le mortifiquen a su divisa.Van a morir solos como los soberbios mastodontes de la leyenda, cargando con sus cuitas y reservadas alegrías, sus rencores callados, sus kilos de marfil a cuestas, sus goles convertidos, los promedios angustiantes. Su mundo ideal se arma de una compañera que, sentadita a su lado, en el blanco y negro de una película argentina y peronista, mientras los cachorros corren lejos para no hacer barullo, como en misa, asiste a la transmisión de su partido vibrando al lado. Es la postal añorada: porque no es egoísta, le gustaría compartan con él lo que ama desesperadamente, ese amor elevado incomparable.Está solo y no espera.Camina por las multitudes añorando el domingo.Odia a los analistas

deportivos y a los técnicos charltanes.No pierde el tiempo con lo opositores.Su dios es demasiado hermoso para arrojarlo a la bulla de la discusión.Sufre, crece y muere en mudez severa, como las bestias de los bosques.Un vez, recuerda como un enigma que no puede resolver, solo una vez dudó de su fervor y fue cuando se paró el fútbol por veinte días.Creyó enloquecer primero,luego, paulatinamente decayó esa furia iniciática y prácticamente se evaporó su adicción tal como había llegado.Era como si lo hubiesen hechizado, más no sintió dolor alguno.Ni tiempo hubo de recomponerse que los partidos recomenzaron.Pero le quedó la duda de que, mas allá de su cuadro y las batallas, debe haber otro mundo, otras pasiones, otras demencias prodigiosas.

Más, por lealtad, no se lo pregunta demasiado.

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