CONTRATAPA
› Por Sonia Catela
-¿Si me sé aborrecido? Eso corre por su cuenta. Me hice cargo de una misión frente al país, y cumplí. Pero ¿cómo consiguió usted este teléfono? ¿dice que es periodista de...? Nadie tiene acceso a este número. ¿Se lo dio el general? Entonces...
Aborrecido, no. Impopular, en todo caso. Ni siquiera.
No es que me haya "desaparecido". No me he desaparecido. Esas cartas macabras que usted tira rozan la chabacanería. No sea vulgar. Vea, mi apellido no figura en ninguna lista negra de la gente. Mis hijos circulan con tranquilidad por los sitios públicos. Tampoco han colocado en las calles afiches de "buscado" con mi fotografía. Fotos con "mis prominentes orejas"lo cito a usted, de buscado. No hubo procesos en mi contra. ¿Le parece curioso? ¿Qué usted huele manipulaciones, movida de hilos? Asumo ese estado de sospechoso común a todo funcionario público. Yo no he cortado la revisión de mi pasado,o de mi rostro en un palco oficial, leyendo un discurso frente a un micrófono, o en mis reuniones de gabinete en el Ministerio de Economía. ¿Quién lo hizo? Contésteselo usted. Había esa misión por cumplir y la llevé a cabo. Jamás me citaron en la justicia por tal gestión. ¿De qué impunidad me habla? Vea, mi secretaria me dice que el general niega haberle dado mi teléfono. ¿Quién es verdaderamente usted? Voy a cortarle. Ah, conque así están las cosas. Usted pretende un chantaje: la entrevista a cambio de silencio sobre lo que dice que ha descubierto. Yo le diría: publique eso que asegura haber destapado. Mis abogados darían cuenta de sus falsedades en un par de presentaciones judiciales. Usted es consciente de eso. ¿Que si me operé las orejas? ¿Usted qué cree? El país se desangraba en el caos. Yo me ocupé de crear una Argentina para los argentinos. Yo, Martínez de Hoz. Si fuera un villano habrían colgado carteles de "buscado" en todas las calles. Pero, en cuanto a mí, pregúntese por qué se cercenó toda trasmisión oral de lo que ustedes llaman memoria colectiva. Los jóvenes ignoran hasta mi apellido, mi cara. Me he borrado. Acepto su terminología: me he desaparecido, como quiera.
¿Que dónde estoy? Aquí, en mi casa de siempre. ¿Dónde habría de estar? Usted dice que me escondo. Usted dice que he borrado rastros, pistas, como si fuera un delincuente. No sabe que la gente me para en la calle, todavía, para agradecer mi desempeño, el haberles permitido viajar por el mundo, el bienestar. Como comprenderá, esta entrevista se termina. No me avengo a esos juegos de "desaparecedores y desaparecidos". Cecilia, mi secretaria, me dice que en la redacción del diario le han informado que el periodista que usted dice ser se halla cubriendo la cumbre de presidentes en Brasil. ¿Con quién hablo, realmente? ¿cómo consiguió mi número telefónico? Videla no se lo dio ¿Entonces? Cecilia, Cecilia... y esa mujer, dónde se ha metido... ¿que me fije en Internet, que entenderé todo? "www"... no dicte tan ligero... "prensalibre. com", "el doctor Martínez de Hoz puso fin a su vida disparándose un"...así que esta noticia aparecerá mañana; vaya broma, pero usted ¿cómo entró aquí? ¿quién es? ¿qué quiere? Cecilia. Así que Cecilia le franqueó el paso. Nunca sospeché de ella. Baje el arma. Le voy a decir qué va a ocurrir, más allá de las cámaras de video y del personal de vigilancia, independientemente de eso, de que lo atrapen. Usted no se llevará el papel de héroe, ni la inmortalidad. Esto se halla previsto. Esta situación, digo. Mi familia se niega a darse el lujo de una ejecución, se disfrace ésta de suicidio o no. A usted lo tomarán y lo colocarán en una postura en la que todo lo que diga resulte desacreditado. Y yo seguiré "viviendo", continuaré en mis rutinas cotidianas. ¿No alcanza a imaginarse que ya me mataron una, dos veces? Hace tres años, quizá, siete. ¿Cómo puede saberlo? Y sigo viviendo, haciendo cruceros a Punta del Este, asistiendo a tedéums, celebrando navidades, hasta que la muerte me sorprenda plácidamente, en mi lecho, rodeado de hijos y nietos. Está previsto. Apareceré en necrológicas, no en un juicio histórico con bandos enfrentados y vengadores ansiosos de fama. Y usted sólo podrá hablar en un ámbito desprovisto de micrófonos; llámelo psiquiátrico, institución mental, como sea. Comprenderá que esta entrevista ha concluido.
Creo que ha tomado la decisión apropiada. Los señores lo acompañarán a la salida.
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