CONTRATAPA
› Por Luis Novaresio
No ser esclavo de nada ni de nadie en el pequeño universo en donde uno halla su lugar.
Uno: Todo lo mismo. Cínicos. Todos iguales. Ya me lo dijiste una vez. Y ¿qué? Te lo repito. Eso es enojo. En serio. Todos iguales. Marchas eternas que partían la mitad de la mañana y la tarde para que los padres se comprometan con la escuela de sus hijos y ahora todos furiosos por tener que tomar brocha y pintura, que eso es tarea del estado. Y más. Nunca fui opositor, dice el tipo, sino apenas alternativa. Y no se le mueve un pelo, es cierto que es pelado. Y más. ¿Cuántos hogares sin luz podrían ser iluminados con las lamparitas del árbol de Navidad del parque Independencia? Eso decía el volante de los que estaban en campaña y, me parece, me dijiste, ni se imaginaban que pasarían tanto tiempo en el poder Una semana de enojo. Todos. Cínicos.
Todos. Dando la vida por la patria, por estos santos evangelios, por el que todo lo mira, y luego nos vamos hacia donde mejor calienta el sol. En Francia, la luz de la ciudad, la avenida del arco que triunfa, el Sena que no es el río color marrón, ni dudarlo. O el otro, todos iguales, que nace a la derecha y gira a la izquierda ni bien se entera que puede conseguir unos pesos más, un puestito más, dicen que para el hijo, panqueque de la política, su apellido tornado en verbo que demuestra la traición. Y estos que se enojan porque aquel tuvo mano dura y levantan la propia a favor del de revolución productiva, el salariazo y, ése sí, por Dios, los evangelio y que la patria se lo demanden. Haceme acordar que me anote ni bien la patria abra el registro de abogados, yo quiero tener su poder y mandato, no sabés la de laburo que vamos a firmar. Todos iguales. Cínicos. Porque no les interesa nada más que su bolsillo, su entrepierna, su deseo. A costa nuestra, cínicos, a cuesta del mando que vamos poniendo en procesión de corderos, drogados, parecemos, como oyendo la voz del más allá, vimos la luz, y pagamos en el cajero que pone sellos y sellos, gesto repetido de comodidad y cobardía burguesa en forma de impuestos. Cínicos. Nos usan los impuestos, levantan sus manos, dice verde, defecan negro, abren a diestra, componen a siniestra. ¿Y entonces? Nosotros pagamos. Y pagamos más para peor. Más porque hace apenas un mes nos prometieron fidelidad para toda la vida, hasta que la muerte nos separe, y ahora la parca no dijo presente y te aumento el pago para mejorar la redistribución social, intersecciones multilaterales de las políticas horizontales, conjugan adjetivos, estos cínicos conjugan adjetivos en vez de verbos y quieren que paguemos más de tasas. O los otros, lo peor, todos iguales, cínicos, que usan los dineros para poner uno aquí, y cuatro o cinco cerca de ellos. ¿Y por qué? Porque lo dice mamma, porque se me ocurre, porque acá, cerca mío, idiota, vivo yo y tengo más cerca la lata, que mis manos no terminan en brazos muy largos.
Esto es furia. O decepción. O esa combinación de las dos que sabe a enojo pesimista frente a la realidad de la que no te sentís su creador. Ni siquiera haberla parido. Semana trágica. La tuya, muy trágica, de enojo existencial, me parece que exagerás. Lavagna, el aumento de la luz, las escuelas pintadas por los padres. ¿Tienen que ver? Tienen. ¿No es mucho? ¿No te estás yendo al cuerno en medio de tanto improperio y diatriba por los de siempre? ¿Cínicos? Las generalizaciones son injustas, quise decirte, citando a la señorita Diana de primer grado de la escuela primera, ahora EGB, mañana lo que se le ocurre al burócrata de turno. Y no me dejaste. Cinismos. Son todos cinismos, me dijiste.
Dos: Y otra vez me lo contás. Chico siempre listo de los que profesamos admiración eterna por la palabra, el pobre, siempre ayuda: desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de las acciones o doctrinas vituperables. Menos mal que luego dice que es la doctrina de los cínicos, definidos como impúdicos, procaces o desvergonzados, eso sí. Mejor que el diccionario, el filósofo francés Michel Onfray en el genial libro que le dedica a la corrientes griega de pensamiento cínico (Cinismos. Retrato de los filósofos llamados perros. Espacio del Saber. Ed. Paidòs) no ahorra enumeraciones: "El cínico es un hombre que maldice y tiene una reputación deplorable. Es sucio, bebe y nunca está en ayunas. Cuando puede, estafa y golpea a quienes descubren el engaño antes de que puedan denunciarlo. Ladrón, a menudo se lo encuentra en comisarías a menos que se convierta en abogado de las causas indefendibles. El cínico, deja sin sentir vergüenza que su madre se muera de hambre". Apenas eso. Ahora popular el filósofo, si hasta la revista del domingo le dedica cinco páginas contando de su universidad en la que no hay notas ni desaprobaciones. Pero yo te lo conté antes, me dijiste.
Por suerte se ha dicho, con razón, que si la historia la escriben los que ganan, es que, en realidad, hay otra historia. Gracias a Onfray uno puede entender con qué fuerza los dueños de la dogmática histórica de exclusiones impusieron sobre Diógenes de Sínope o Antìstenes la condena de desgracia total para que en el idioma común, en tu enojo, conectemos a los cínicos con lo peor. Gracias a los padres de la Edad Media, sotana y fuego purificador, Platón y Aritósteles lucen dorado, los cínicos huelen a materia fecal.
Ser cínicos en la época de Sócrates era pertenecer a una escuela de pensamiento que admiraba, entre otras cosas, al perro. No al perro faldero, sino al que es fiel a sus sentimientos, "al que desconoce la correa, la casilla y la pitanza regular adquirida al precio del conformismo", dice el francés, al que como el filósofo siente que su función es "gruñir contra los obstáculos a esta tensión (social de desigualdades)". La vida es pura soledad, no hay más posibilidad que se libres, seguir nuestros instintos y dejar de creer, como Platón, en un mundo ideal de perfecciones despreciando el real porque no se ajusta a esa imaginación. Los males que sufre la humanidad pueden resumirse en un único y mismo orden: los hombres están enfermos de no saber vivir en libertad y de no conocer la delicia de la autonomía. Ni mundo ideal ni mundo post mortem. Lo que sabemos es lo que tenemos y eso es lo que hay que disfrutar. No hay peor esclavitud que no satisfacer un deseo. Un deseo satisfecho, libera. Obedecer al deseo es la mejor manera de olvidarlo. Son nihilistas para cambiar aquí lo que está mal. Sin esperar nada del más allá. "El cínico prefiere la subversión, incluso en las palabras, la sintaxis y el estilo. Las convenciones lo estorban las estructuras lo molestan, el sentido y la definición lo limitan. Vivir conforme a nuestra naturaleza propia. No conforme a la multitud. Nuestra obra de arte más grande y gloriosa es vivir oportunamente. Todas las demás cosas, como reinar, atesorar, ganar, no son más que apéndices y accesorios de lo mayor". Es otra vez Onfray citando a Luciano de Samosata.
Ser libres, subvertir la injusticia social, vivir el aquí y ahora, no esperar nada. Cómo no ser condenados con desgracia y pelear por equipar el cinismo con lo peor.
Tres: ¿Descuida el estado su función de servidor públicos porque invita a los padres a pintar las escuelas? Probablemente en Suiza o Suecia. Es lo que siento. La Reina escandinava podría verse molesta porque el gobierno que quita la mitad del sueldo de los trabajadores en impuestos recurre a los padres para que pongan enduído y sientan más cerca el ámbito en donde se educan sus súbditos. ¿Pero acá? ¿O el año pasado, y el otro, y el otro, no marchaban los de guardapolvos pidiendo que la comunidad los acompañara en el reclamo de ser con justicia reconocidos como el pilar de una sociedad mejor? ¿Pintar no es involucrarse? Pintar, acaso, ¿no es estar cerca de tu pibe en la aventura buena de enchastrarte con látex una tarde de sábado?
Lavagna te vio equivocado. Vos, que lo votaste porque él decía que se mentía con el INDEC, el gasto público y el autoritarismo. No oposición. Yo fui, balbucea afrancesado, alternativo.
Por años mostraste que en esta invencible provincia la electricidad era la más cara. Que más consumo, más me castigan. Que los cortes apenas si se pensaban desde el aumento de impuestos y tarifas. Y hoy, bastón en mano y banda cruzada en el pecho aumentás a los que más consumen y castigás a todos con un incremento. ¿Con qué cara? ¿Con qué expresión te enoja la brocha en mano, no ser oposición y aumentar la tarifa de la EPE?
¿Y qué tiene que ver todo esto con los cínicos? Me preguntaste esto. ¿qué tiene que ver?. Ya te lo dije otra vez. Es fácil: pensalo
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