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Miércoles, 20 de febrero de 2008

CONTRATAPA

Una multitud de soledades

 Por Gary Vila Ortiz

Los siete ancianos que en su juventud fueron enanitos amantes de Blanca Nieves, que se reúnen los martes (y a veces los jueves y otras los viernes) en un bar de la ciudad me entregaron una carilla mecanografiada con los fragmentos de Orwell y Brenan, y una fotocopia marcada y subrayada de la conferencia de Camus, aclarándome especialmente que no era la que pronunció en Estocolmo al recibir el Nobel sino una que dio cuatro días después en Uspala. Esa conferencia (y ahora la aclaración es mía) merece transcribirse en su totalidad, por lo que si ustedes (los que me han contratado) no se oponen, quizás en próximos informes aparezcan algunas líneas más. Una visión de Barcelona en 1937, por George Orwell.

"Era la primera vez que yo había estado en una ciudad donde la clase obrera tenía el mando. Se puede decir que todos los edificios, de cualquier tamaño, habían sido requisados por los obreros y estaban tapizados de banderas rojas o banderas anarquistas, rojas y negras; en todas las paredes estaban dibujados la hoz y el martillo y las iniciales de los partidos revolucionarios; casi todas las iglesias habían sido saqueadas y sus imágenes quemadas. Había iglesias aquí y allá que estaban demoliendo sistemáticamente cuadrillas de obreros. Todas las tiendas y cafés tenían una inscripción diciendo que habían sido colectivizados; hasta los limpiabotas habían sido colectivizados y sus cajas estaban pintadas de rojo y negro. Los mozos de los restaurantes y los dependientes de las tiendas lo miraban a uno a la cara y lo trataban como un igual. Las formas ceremoniales y hasta serviles en la conversación habían desaparecido temporalmente. Nadie decía señor o don, ni siquiera usted; todos hablaban llamándolos camaradas y tuteándolos y diciéndoles salud en lugar de buenos días. Las propinas habían sido abolidas desde la época de Primo de Rivera; casi mi primera experiencia fue la lección que recibí del gerente de un hotel por tratar de dar una propina a un muchacho del ascensor. No había automóviles particulares: todos habían sido requisados, y todos los tranvías y taxis y muchos de los otros vehículos estaban pintados de rojo y negro. Se veían por todas partes carteles revolucionarios, flameaban sobre los muros en fuertes rojos y azules que hacían aparecer a los demás anuncios como pintarrajeados de lodo. (...) Lo más raro de todo era el aspecto de la muchedumbre. Por la apariencia externa, era una ciudad donde las clases ricas habían dejado de existir. (...) Todo era raro y emocionante. Había mucho en ello que yo no entendía, y en cierto modo ni me gustaba, pero reconocí inmediatamente que era un estado de cosas por el que valía la pena luchar. (...) No me percaté de que gran número de burgueses acomodados estaban simplemente agazapados y disfrazados por el momento, esperando ese día feliz en que el poder comunista reinstalase el viejo estado de la sociedad y destruyera la participación popular en la guerra."

Una visión del "laberinto español", por Gerald Brenan

"Los comunistas que no pudieron atraer a los trabajadores manuales, quienes siguieron firmemente adheridos a sus sindicatos, se encontraron con que eran el refugio de todos aquellos que habían sufrido con los excesos de la Revolución o que habían tenido miedo de hasta dónde pudiera conducirlos. Se afiliaron al partido naranjeros acomodados y católicos de Valencia, campesinos de Cataluña, pequeños comerciantes y hombres de negocios, oficiales del Ejército y funcionarios del gobierno. Así tenía uno (en Cataluña) una situación nueva y extraña: por un lado estaba el enorme y compacto proletariado de Barcelona, con su larga tradición revolucionaria, y por el otro los trabajadores de cuello blanco y pequeños burgueses de la ciudad, organizados y armados por el Partido Comunista contra aquél."

"El artista y su tiempo", conferencia del 14 de diciembre de 1957, por Albert Camus

"Para todos los que no pueden vivir sin el arte y lo que éste significa, la cuestión está sólo en saber cómo, entre los guardias de tantas ideologías (¡cuántas iglesias, qué soledad!), sea posible la extraña libertad de la creación. Aquí no basta decir que el arte se ve amenazado por las potencias del Estado. En efecto, en ese caso el problema sería sencillo: el artista combate o capitula. El problema es más complejo y también más mortal, desde el momento en que se advierte que el combate se libra en el interior del propio artista. (...) Evidentemente el valor más calumniado hoy día es el valor de libertad. Espíritus auténticos (siempre pensé que había dos clases de inteligencia, la inteligencia inteligente y la inteligencia tonta) sustentan la doctrina de que la libertad no es más que un obstáculo en el camino del verdadero progreso. Pero tonterías tan solemnes sólo pudieron proferirse porque durante cien años la sociedad mercantil hizo de la libertad un uso exclusivo y unilateral, porque la consideró como un derecho antes que como un deber, y porque no temió colocar con tanta frecuencia como le fue posible una libertad teórica al servicio de una opresión de hecho. ¿Cómo puede sorprender entonces que esta sociedad haya pedido que el arte fuera no un instrumento de liberación, sino un ejercicio sin grandes consecuencias y una sencilla diversión? (...) Para eso tenemos que correr todos los riesgos y sufrir todos los trabajos de la libertad. No se trata de saber si, en pos de la justicia, llegaremos a preservar la libertad. Se trata de saber que sin la libertad no realizaremos nada. Y que a la vez perderemos la justicia futura y la belleza antigua. Unicamente la libertad saca a los hombres del aislamiento. La servidumbre se cierne sólo sobre una multitud de soledades. (...) Mi conclusión será sencilla. Consistirá en decir, aun en medio del estrépito y del furor de nuestra historia: 'Alegrémonos'. Alegrémonos, en efecto, por haber visto morir una Europa mentirosa y cómoda. Y por encontrarnos frente a crueles verdades. Alegrémonos en nuestra condición de hombres, puesto que un prolongado engaño se ha desmoronado y ahora vemos claro lo que nos amenaza. Y alegrémonos en nuestra condición de artistas arrancados al sueño y a la sordera, mantenidos por fuerza frente a la miseria, las prisiones, la sangre."

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