Jue 21.02.2008
rosario

CONTRATAPA

Jean Paul Sartre y el delirio de la escritura

› Por Víctor Zenobi

A Sonia Licciardi

La complejidad y multiplicidad del pensamiento de Jean Paul Sartre impiden sintetizar eficazmente su obra, cuantiosa y sumamente inteligente. Uno de sus libros más nombrados, "El ser y la nada" resulta una apasionante meditación acerca de la fenomenología confrontando los problemas de nuestro tiempo, por ejemplo, la imagen y lo imaginario, involucrados en el tema de la conciencia, cuyo concepto (tan abstracto como el de Ser) es diseminado, determinado y verificado autorrecursivamente por el discurso y difícil, si no imposible de aprehender en una concepción meramente causal de las cosas. Una idea de lo que se quiere transmitir puede insinuarla el siguiente enunciado: "La conciencia no es una entidad, sino una intencionalidad que no es nada en sí misma pero que tiene que vérselas con el mundo en tanto que expresada por un cuerpo". De todo esto (nótese el predominio de las negaciones) se puede inferir proposiciones que pueden parecer absurdas, ("la conciencia es lo que no es") y que solo son contradictorias, puesto que lo contradictorio pertenece al discurso y nunca a lo que llamamos realidad. Por consiguiente, la negación como posibilidad fundamental del discurso y el concepto de la nada que se desprende, están íntimamente ligadas a nuestra conciencia. Ya De Saussure le había adjudicado propiedades a la nada y definió a las entidades lingüísticas por lo que no son, por mera diferencia; algún eco de esta insurgencia advertimos en Sartre cuando declara: "Yo no soy los otros". Se advierte enseguida la potencia de la negación que emerge del discurso y que aquí es adjudicada a una cualidad de la conciencia perforando o sustrayéndose a la materialidad de lo dado... Los tópicos más importantes de la filosofía Sartreana: Ser, existencia, esencia, negación, nada, conciencia, libertad, yo, el otro, la angustia, el absurdo, pueden ser citados para sugerir el orden y la jerarquía de su filosofía, pero sobre todo, al menos para mí, para estimar la profundidad de su obra dramática y literaria. La mayoría de los escritores de nuestro tiempo suelen operar una nimia variación de lo que se encuentra en los clásicos; la filosofía es un excelente remedo para esa discreta reiteración de la inventiva. "La Nausea" o "Los condenados de Altona", son obras excelentes, pero "San Genet, comediante y mártir" y "Flaubert, el idiota de la familia", son monumentales. Una vez comenzadas no se pueden abandonar... es más, al culminar su lectura suele sorprendernos una ligera desazón, una dulce tristeza, pero, bueno, los placeres más intensos de la vida están irremediablemente condenados a culminar. La frase podría ser de Sartre, ya que el tiempo y la noción de lo pasajero y todas sus consecuencias es un nudo gravitante de sus ideas y de la condición humana. Pero dejemos estos aspectos, esenciales por cierto, aunque la palabra esencial no sea conveniente para indicar algo del existencialismo y acudamos a ese estilo tan punzante, analítico y dialéctico al mismo tiempo, que ha gravitado en toda una época.

Cada frase de Sartre, cada párrafo, para no exagerar, suscita una laboriosa producción del pensamiento. En Genet, por ejemplo, el más sencillo: "Hoy Dios ha muerto... hasta en el corazón de los creyentes". Por supuesto, esta consideración descarta la lectura de un texto como un mero pasatiempo y nos sumerge en la idea que la escritura y la lectura es de lo mejor que tenemos, puesto que reitera en la diferencia, lo que en este caso Nietzsche ha dejado escrito en su momento: "Dios ha muerto, lo ha matado su compasión por el hombre" Una cita perteneciente a un contexto determinado, deriva en un sentido diferente... presentificando en la extensión de la memoria, la tradición escrituraria de la humanidad. En muchos momentos regresamos a un verso que suele intensificar un momento de nuestra vida, que suele expandirla, porque el mero acontecer de los hechos no basta, ni en las tragedias, ni en la felicidad. Es como que debemos duplicar nuestra vivencia en el decir y de allí que siempre forjamos relatos. Cito a Genet advertido por Sartre: "una palabra vertiginosa, venida del fondo del mundo, abolió el buen orden". Hoy es un lugar común entender que una palabra puede forjar un destino..." Sartre dice que Genet: "emplea la facultad nominativa para convertirse en lo que desea; puede decir: soy langosta o soy rey. ¿No es una palabra vertiginosa la que ha hecho de él el ladrón?" Retomo ahora a un verso con que Sartre inicia su Genet, él que él ha forjado más allá de Genet y de él mismo, como ocurre con cualquiera que establece una relación imprescindible con la escritura: "El niño melodioso muerto en mí mucho antes que me corte el hacha" El enunciado cuya temporalidad, de por sí, es indicativa de la complejidad que aventura, que vaticina, nos advierte: alguien carga con un muerto, alguien que advierte la muerte suspendida en cada acto, muerte virtual que envuelve o amortaja los actos humanos, alguien cuya propiedad o su atributo es la melodía, un niño muerto, sesgado en el poema antes de un corte, de un desgarro crucial que sin embargo, sumido en el tiempo, desmiente en la conciencia al tiempo y torna al pasado presente, y al futuro un pasado destinado, condenado...niño simultáneo al hombre de cualquier edad que sienta la intensidad sonora y misteriosa del tiempo y del mundo... Mucho tiempo después, referida a Gustave Flaubert, la idea se retoma y reaparece como una insurgencia fatídica de la escritura: "Resumir el mundo en un libro ¿puede soñar algo mejor este pequeño histrión hambriento de gloria? La Contra Creación pondría de repente al lector frente a una aterradora inmensidad insostenible y bella, afirmándose en lo imaginario por una "desaparición vibratoria" que solo se lograría con el libro"... Recuerdo el mito de Linos, cuya desaparición dejó una vibrante estela sonora...acordes de la vida a partir de la muerte, instantes constituyentes que resaltan una naturaleza desgarrada...esparcida en busca de un alma semejante... Hay un verso de Trakl que se aproxima: Un muchacho de quebrantado pecho: se va muriendo el canto en la noche... la noche y el quebranto amenazando al canto... Por lo demás, "una aterradora inmensidad insostenible y bella" reenvía a la potencia de lo imaginario que surge de la nada y que convoca a la inmensidad (tal vez otro nombre de la nada), a lo que desborda y nos desborda en el tácito misterio de las letras, de esos minúsculos insectos garabateados en la hoja del papel que son capaces de crear el mundo y las extrañas circunstancias de nuestra misteriosa existencia. Ya en los Eleáticos las cosas que son se rigen por el logos, la palabra, el pensamiento, puesto que son conocidas por nuestros sentidos... Hay veces en que no es bueno dejarse llevar; Sartre, la prosa de Sartre, es propicia para esas derivas...la prosa que es una escansión melodiosa de su pensamiento, de su modo especial de interrogar al mundo. La interrogación que es una consecuencia de la perplejidad y acaso, por el hecho de que solo nosotros interrogamos, es el fundamento de un privilegio o exaltación de la conciencia. Retomo otro párrafo del "Flaubert...", está implícito adjudicarle a él, a Sartre, lo que él ha adjudicado a su personaje "Recrear al mundo﷓ o crear un contra ﷓ mundo﷓ y darlo para que sea visto a través de las palabras...al pequeño totalizador le fascina que sea imposible encontrar una empresa más exhaustiva. Fuera de esto, toda ocupación humana es miserable; el ingeniero, el sabio mismo apuntan a obtener resultados finitos y de este modo se determinan como seres finitos, pero el verdadero creador﷓ o contra creador﷓ no puede querer algo que no sea todo. Por esto mismo, se exige de él que no sea algo particular, algo real, sino tan solo una irrealización total de su singularidad hacia una creación cósmica. ¿Cómo podría rechazar este mandato...? Gustave será grande como el mundo. Escribir es el más hermoso de los delirios". Pero entonces, cómo... ¿hay que irrealizarse, desaparecer para crear un texto, borrarse para engendrar el mundo...? El hombre ha muerto, lo ha matado su pasión por la escritura... ¿y en su lugar?... la envoltura de una forma imaginaria sostenida por el cuerpo y sonidos articulados que se realizan o irrealizan, metamorfoseados por el poder de unas palabras...sí, escribir es el más hermoso de los delirios. Por de pronto, acalla el silencio; ese sutil silencio de la Nada. Mucho se podría decir de la prolífica vida y obra de Jean Paúl Sartre; no es la finalidad de esta nota. Roquentin, el personaje de La Nausea, encuentra en la biblioteca de la ciudad a un joven que quiere leer todos los libros por orden alfabético, pero es sorprendido haciendo proposiciones sexuales a otro muchacho y lo expulsan. Roquentin se pregunta que hubiera conseguido de llegar a la última letra... La sugerencia del párrafo es múltiple. La intención del joven es una intención imposible y se le superpone otra, visceral, carnal, reflejos de identificación, imagen, espejo... ¿quién sabe lo que oculta una conciencia? Más allá de una doble intención que se enmascara reversiblemente, es posible vincular este párrafo a otro más intenso. En "La República del silencio" nuestro autor escribe: "Nunca fuimos más libre que durante la ocupación alemana" Obviamente, por cada decisión ante un riesgo concreto de muerte. "Entre nosotros, todos los que sabían algo, se preguntaban: Si me torturan, ¿seré capaz de guardar silencio?" Entre la vida y la muerte, entre una palabra pronunciada y una enmudecida para siempre, en los intersticios, la duda... y después... ¿Nada quizá...quizá Nada? No sé. Hasta aquí, aquí y ahora, la sutura de un delirio.

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