Viernes, 28 de marzo de 2008 | Hoy
Por Gary Vila Ortiz
Estoy adormecido y con ganas de seguir durmiendo. Partidario de la modorra y la inercia, podría quizá constituir un nuevo tipo de partisano. ¿Un nuevo tipo de partisano? No, no lo creo.
Recibo una visita que no tenía en cuenta que podía venir. Abre la puerta de la casa donde estoy viviendo ahora, sobre una calle que es mitad pastizal, mitad barro, con piedras aquí y allá, caídas desde el cosmos, pienso, que me hacen soñar con un jardín Zen, sueño concedido, imagino, por algunos dioses bondadosos, infiltrados ellos en los territorios ocupados por la inexistencia absoluta de los dioses.
Entra la visita. Viste de impecable traje gris, dos botones, camisa azul claro, corbata azul un tono más oscuro con pequeñas rayas rojas, bien peinado, zapatos de gamuza, bronceado, la misma sonrisa de siempre. Hace tanto que no lo veo que solamente logro reconocerlo por esa sonrisa, la misma de siempre. Camina hacia mí con cuidado, esquivando los muebles, mientras intenta que sus pantalones recién planchados se ensucien lo menos posible.
Me habían dicho que estabas aquí, con un nuevo trabajo. A tu edad, con tus viejas costumbres. No parecía cierto.Y sin embargo es verdad su voz, grave, zumbona, es también en mi recuerdo la misma de siempre.
Finalmente llega hasta la cama donde yo he conseguido incorporarme, aún algo mareado, me toma de los hombros y me abraza con afecto.
No quería creerlo explica y a lo mejor sos apenas una visión, después de todo, y no debería creer lo que veo.
Sonrío, embotado y contento. Si existe la amistad, este tipo es sin lugar a dudas un buen amigo.
Lo más rápido que puedas tenés que irte de aquí; lo más rápido, antes de que pierdas de manera definitiva ordena con una gravedad que en él suena extraña. Te he traído algo que te ayudará a superar tus errores. Y a tomarte las de Villadiego, como dicen algunos.
Hace una pausa y recupera el gesto amable.
¿Tenés por casualidad un té en esta pocilga infame? pregunta con su habitual ironía.
Mi amigo persiste en esa invariable costumbre que yo, en cada uno de nuestros muchos encuentros en los parajes más remotos del universo, califico de "británica" y él, sin alterar su sonrisa ladina, corrige por "irlandesa": no existe razón alguna capaz de postergar una buena taza de té en el horario justo.
Me desplazo desde la cama hacia la cocina con un notable bamboleo inseguro. Le preparo una tetera, mezcla de té verde y rojo.
Caramba se asombra mientras olfatea con fingida sorpresa, aquí también se puede ser sofisticado.
Abre el paquete. Libros. Los tres de Proust.
Son algo así como sus trabajos periodísticos, si es que así puedo llamarlos. Te ayudarán con tus crónicas sobre esta ciudad absurda.
Se calla. Bebe el contenido de su taza con los ojos entrecerrados. Sacude la cabeza un par de veces.
Nada mal, nada mal aprueba con sinceridad. No has perdido la mano.
Tengo tantas preguntas para hacerle que no me decido por ninguna. Amontono mis escasas pertenencias en un par de bolsos y le sirvo otra taza de té. Él mira alrededor, como si quisiera abarcar un espacio que va mucho más allá de las cuatro paredes de la habitación, acaso hasta los límites de la ciudad.
¿Qué novedades podés encontrar donde no hay novedades? reflexiona entre sorbo y sorbo.
Se queda un rato más, en silencio. Me alegra verlo. En verdad me alegra verlo, aunque sea por poco tiempo.
Debo irme anuncia de improviso y apoya con parsimonia la taza vacía sobre la mesa de la cocina, alguien te buscará dentro de unos minutos para llevarte a una nueva casa. Gracias por no preguntarme todas las cosas que se te ocurrieron en este rato y yo no hubiera podido contestar. Ahora parto al destino que me han asignado quienes nos contratan. Ojalá volvamos a vernos. Hasta la vista, amigo.
Esboza una pálida sonrisa, se inclina en una leve reverencia y mueve con rapidez los dedos de su mano derecha, a modo de saludo. Cuando me quedo solo abro uno de los libros de Proust, sus "Crónicas", y lo hojeo lentamente, porque es una edición muy antigua y sus páginas son amarillentas, frágiles. ¿Me servirán de algo? Pienso en eso. Me viene la somnolencia.
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