CONTRATAPA
› Por Eugenio Previgliano
Ahora resulta que paradójicamente dice los dueños de la tierra y sus dependientes se dicen federalistas siendo agrega que son los que menos aportan para el sostenimiento de la provincia.
Yo lo oigo decir estas irrelevantes revelaciones con gran levedad, trato de esquivar unas baldosas apiladas que hay en el piso, esquivo una anciana que apoyada en un bastón camina por la peatonal entre las cintas que delimitan las obras de remodelación y sigo caminando con unos pasos equívocos, medidos y descompasados
Fijate que un campo de cien hectáreas ejemplifica paga de impuesto inmobiliario más o menos lo mismo que paga una casa importante en el coqueto barrio de Alberdi, pero mientras la casa en Alberdi puede dejar veinticuatro mil dólares anuales de renta explica sesgadamente el campo de cien hectáreas rinde, cuando el dueño lo alquila a un tercero que lo trabaja, una renta astronómica para nada comparable al alquiler de una casa, aunque sea acomodada.
Yo lo escucho decir estas cosas del orden de la astronomía y trato de hacer unas cuentas porcentuales que me resultan imposibles porque me distrae la letanía monótona de uno, gordo y sentado en una silla, que ofrece "cambio" mientras sujeta muchos billetes entre los dedos, como lo supieron hacer alguna vez los guardas de los tranvías.
Para el propietario de Alberdi asegura el impuesto inmobiliario representa mas o menos el uno y medio por ciento de la renta, pero para el dueño del campo tiene una incidencia varias veces menor. Resulta por lo menos curioso que estos ñatos, insiste aportando tan poco a la provincia respecto de sus posibilidades, sus ingresos y su nivel de vida, centren ahora sus protestas y agresiones para el gobierno y la gente en cosas como el estado de las escuelas o de los caminos, asuntos públicos a cargo de la provincia, en esta nueva etapa de su protesta taxonomiza queriendo eclipsar su bronca contra el aumento de la carga fiscal nacional a la exportación del monocultivo.
Yo lo oigo hablar de porcentajes, intuyo su ironía y trato de seguir sus razonamientos, pero me distraigo viendo que el gordo que ofrecía "cambio" nos sigue con una mirada codiciosa, tal vez pensando en ganancias, pérdidas, impuestos, gabelas y cargas varias.
Si lo ponés en proporción a los ingresos dice esto resulta mucho más inequitativo porque pronuncia de corrido para un trabajador con un sueldo más o menos importante el impuesto inmobiliario que le cobra la provincia puede llegar a ser entre el uno y el tres por ciento de su ingreso anual, mientras que para el hombre de campo el impuesto inmobiliario es del orden de menos del uno por diez mil de sus negocios, alrededor de exclama a viva voz tras su cálculo inexplicable doscientas o trescientas veces más duro para el que menos gana o trescientas veces más generoso para el del campo porque hiperboliza lo que no paga uno termina pagándolo el otro, el Estado sigue gastando, y seguramente puntualiza invertirá en algo más que dádivas para sus fieles piqueteros.
Yo lo oigo decir esto sin poder verificar las cuentas cuando pasamos frente a un grupo de personas que están rodeadas de animales enjaulados y sueltos, pero me pierdo un poco porque "hombre de campo" me hace acordar sucesivamente a la imagen de un gaucho que había en un steack house de Londres, a la vez que fui a un casamiento en una estancia en Gualeguaychú, a ciertas veces que me han invitado a un asado algunos parientes, a mis lecturas de autores como Lucio Mansilla y el Comandante Prado, a un tipo que casi me atropella en la esquina de El Cairo con una camioneta enorme y finalmente, a los textos de un Sr. Greco que escribe en la contratapa de Rosario/12.
Lo interesante es recordar también que las masivas y fuertes protestas camperas siempre antecedieron enfatiza a los golpes de Estado; en el sesenta y cinco se lo hicieron a Illia apresurando su derrocamiento, en el setenta y seis al peronismo al borde del abismo y no hablemos del cincuenta y cinco, cuando la tierra estaba en muchas menos manos que ahora y después de que Perón los obligó a pagar impuestos, sueldos, aguinaldos, aportes sociales y hasta vacaciones a los trabajadores rurales.
Este volcánico arrebato peronista a mí me agarra de sorpresa porque vengo mirando una rubita deliciosa que camina con unos pasos de gacela y el desmedido énfasis que pone en su discurso institucionalista termina por distraerme mientras la rubita se pierde en la multitud que recorre la peatonal.
El gobierno de la provincia tal vez no opera a favor de la equidad dice internándose en su propia selva política porque quizás se pueda estar más cómodo erosionando el poder del peronismo en la Nación con miras a nuevas elecciones que poniéndose a confrontar con un sector que quién sabe cuántos votos tendrá pero ha demostrado tener los medios para sitiar durante un mes a todo el pueblo argentino y exagera jaquear a sus autoridades legítimamente constituidas, provocando desabastecimiento y contribuyendo a generar inflación e inestabilidad política, amén de obligar a todo el pueblo argentino a pagar sus costos ambientales sin participar de sus beneficios. No podría -dice en tono de pregunta sin nombrar al gobernador- poner un impuesto inmobiliario que no sea meramente simbólico para los más poderosos de modo que sostengan al Estado provincial de acuerdo a sus posibilidades en vez de plegarse pavlovianamente a sus feroces protestas contra los impuestos nacionales y hablar en tanto vanamente de federalismo.
Yo lo oigo a lo lejos, pero me cuesta seguirlo porque a muchos metros de distancia creo ver a una muchacha bella y grácil, a quien por mucho tiempo he estado buscando sin encontrarla y despierta enormemente mi curiosidad.
Ni siquiera la oposición se lamenta se hace eco de esta cuestión, no hay asegura diputados, senadores ministros ni funcionarios que hablen de poner en foco el impuesto inmobiliario como un recurso legítimo para que haya algo de equidad y renovar el valor del federalismo en lo que es legítimamente de la provincia y no depende de los vaivenes de la relación política entre el gobierno de la provincia y el de la nación, fijate que...
Esta parte del discurso yo apenas la siento porque efectivamente he reconocido a quien buscaba en la que viene caminando, y he visto que me dirigía una sonrisa incitante, y cambio mi paso y me desvío y ya me le acerco sonriendo.
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