Jueves, 4 de septiembre de 2008 | Hoy
Por Gary Vila Ortiz
Empecemos nombrando con algunas líneas de sus poemas, lo que significa el oficio de poeta de Cortázar, ese escritor que algunas generaciones han decidido olvidar, pero que ya vendrán otras que recuperarán ese estorbo de espantapájaros que anida en ciertos señores y señoritas, niñas y jovencitos, que dicen que ese escritor para ellos es algo ajeno, algo que no los representa. Aclaremos que es difícil satisfacer a quienes por espíritu tienen un espantapájaros o un monigote mal hecho. Nombremos entonces al poeta: "...este poroso ser, este instante que dura..."; "...y les cede, con lástima furtiva,/ un vuelo de palomas."; "Toda caricia es el espejo/ que nos propone a tanta imagen,/ toda pregunta es el pasaje/ de la palabra a otro secreto."; "Aquí el hombre agachado sobre el hueco del día/ bebe su mate de profundas sierpes y atribuye los presagios del día a las escondida suerte." "Yo te pido la cruel ceremonia del tajo,/ lo que nadie te pide: las espinas/ hasta el hueso. Arráncame esta cara infame,/ oblígame a gritar al fin mi verdadero nombre."; "Los dioses están muertos uno a uno en largas filas/ de papel y cartón./ No extraño nada, ni siquiera a ti/ te extraño..."; "Sólo cosas menudas de repente me faltan/ y quisiera buscarlas: el contento; y la sonrisa, ese animalito furtivo/ que ya no vive entre mis labios"; "No hay que llorar porque las plantas crecen en tu balcón, no hay que estar triste/ si una vez más la rubia carrera de las nubes te reitera lo inmóvil,/ ese permanecer en tanta fuga. Porque la nube estará ahí/ constante en su inconstancia cuando tú, cuando yo pero porque nombrar el polvo la ceniza"; "...un tráfico secreto ordena este desorden..."; "Si de tu boca no sé más que la voz/ y de tus senos sólo el verde o el naranja de las blusas/ cómo jactarme de tener de ti/ más que la gracia de una sombra que pasa por el agua..."; "Además te quiero, y hace tiempo y frío".
Para quien, afortunadamente, no es crítico de poesía ni de nada, le es necesario aproximarse a la poesía, con pasos livianos pero resueltos a llegar a los poemas esos que nunca nos traicionan. Es cierto, he tenido el atrevimiento de escribir sobre la poesía de otros, sobre la música de otros, de la pintura de otros. Deploro haberlo hecho, pero es tarde para arrepentirse. En todo caso no de lo que hice sino de aquello que sucedió como consecuencia de lo que hice.
Hay quienes suponen para la crítica un lugar de privilegio. No sabemos si es así. Lo que sí me ocurre es que muchos libros de crítica puedo leerlos como si se tratara de ficción. Y hay casos en que sorprenden párrafos en donde se encuentra presente el poema, oculto entre líneas o tal, me gustaría más, entre las letras de su abecedario poético, el que cada uno puede hacer dejando de lado el diccionario.
Borges y Cortázar tienen textos que son críticos, pero hay quienes les niegan ese espacio donde la pedantería hace estragos y donde también aflora una gran ignorancia que no siempre es real. Se sabe, pero ese conocimiento se niega porque esa negación ayuda al juego de la mala fe, en el más estricto del sentido sartreano de la mala fe. Exponentes de una memoria selectiva, mienten.
Muchos argentinos parecen tener esa inevitable tendencia a construir una visión del pasado que ha llegado a creer que el pasado es modificable. Establecen de tal forma un juego que consiste en suponer que lo verídico se encuentra en sus invenciones y en sus transgresiones a la realidad. Y todo se da en este jugar peligroso.
Cuentan la historia en beneficio propio y no llegan a darse cuenta de que el pasado sigue allí, intacto, con todo lo que significó, significa y seguirá significando. El pasado es irrefutable y se hace más tenaz en la medida que se lo modifica o se lo ignora.
La poesía de Cortázar, un ejemplo entre tantos otros, como sus novelas y sus narraciones, se encuentran en ese territorio del pasado que ningún revisionismo, casi siempre de conveniencia para los tramposos, puede cambiar.
La poesía de Cortázar es, en su plenitud, algo que la distingue de su obra en prosa, más conocida y más traicionada por sus imitadores de mala muerte; está en esas páginas que pocos frecuentan en estos días confusos. Niegan lo nocturno en la misma medianoche y niegan la luz del mediodía cuando el sol pelotea en todos aquellos espejos que lo repiten sin límite alguno.
Destinados a vivir inmersos en una mentira que los habita sin remedio, deben actuar en consecuencia y por eso siguen un camino tortuoso en donde una estafa que parece ser constante les permite transitar un camino de mentiras que para ellos es beneficioso.
¿Qué tienen que ver estas apresuradas reflexiones con la poesía de Julio Cortázar? Mucho si uno entiende o cree entender bien lo que significa el poeta como sinónimo de creador. El poeta, como tal, es el que tiene que poner punto final a ciertas cosas en algunos lugares del espacio y el tiempo. Y en ocasiones ponerse un punto final a sí mismo para que su lenguaje sea válido. Percy Bysshe Shelley lo sabía y lo expresó para todos los tiempos: "Como un poeta oculta en la luz de sus pensamientos, entona sus canciones hasta que el mundo comprenda temores y esperanzas que nunca advirtiera".
Y si el poeta dice (en este caso Eliot) que no sabe mucho de los dioses, pero piensa que "el río es un fuerte dios pardo, hosco, bravío, intratable, aunque algo paciente". Y los que han resuelto olvidar a ese dios pardo no saben que él sigue "implacable, guardando sus estaciones y enojos, destructor que recuerda lo que olvidan los hombres". Horacio sabía que sus poemas iban a perdurar tanto o más que las pirámides. Y no se equivocó. Y así seguirán siendo las cosas.
Julio Cortázar también puso su punto final a la discutible realidad de lo que no es un poema. Lo supieron los cronopios, algunos capítulos de Rayuela, el comprender el vuelo definitivo del creador en El perseguidor. El, el de La vuelta al día en ochenta mundos, sabía (y acaso lo dijera como un secreto homenaje a Vallejo y a Neruda) que para poder escribir: "Tengo las manos negras, el corazón sudado / como después de luchas hasta el olvido con los ciempiés del humo..."
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