CONTRATAPA
› Por Víctor Zenobi
A Brian Ferrero
Hace cien años, entre 1906 y 1911, se dictaron unos cursos de lingüística general, conocidos bajo el título, ambiguo en francés, de "Cours de lingüistique générale". El hecho de que una obra sea el producto de un autor y de que el curso funciona como una obra, aunque De Saussure no la haya escrito, ya que la constituyen los apuntes tomados por sus alumnos, probablemente restringió la evocación de su nombre como uno de los fundamentales del siglo veinte. Aunque quizá, esto se deba a la cercanía temporal, ya que la historia ejemplifica otros casos remotos, más o menos similares: Sócrates, Jesús, Pitágoras tal vez...De todos modos, y al modo de esos célebres personajes, una increíble proliferación de conceptos, textos, interpretaciones, teorías, diríamos en un grado vertiginoso, se desprenden del curso, en definitiva, del registro de una palabra hablada a la que se le ha reconocido una notoria autoridad. Quizá deberíamos cambiar nuestro concepto de obra, ya que un concepto puede ser extendido o modificado, a medida que la experiencia nos obligue a ello; incluso es conveniente que esté expuesto a cierto grado de refutabilidad. Claro que esto contradice la exigencia de "unicidad y especificidad del objeto, mínimo de axiomas, y evidencia de los mismos, propios del modelo de ciencia de los antiguos", a los que De Saussure apela.
Minimalismo propio que el estructuralismo sostuvo en los más diversos cultores y que puede ser ejemplificado en lo siguiente: Minimalismo del número, supuestamente subyacente en la teoría galileana de la matematización de la naturaleza y este otro, más cercano o pertinente: toda lengua tiene un número limitado de fonemas que sin embargo sirven para nombrar todo lo que hay en el universo. De allí que era (todavía es) usual escuchar que no hay otro universo que el del discurso. Ahora bien, sabemos que nuestras teorías son siempre probabilísticas, en el sentido en que un cálculo, una hipótesis debe contemplar un margen de error. En todo caso, un grado de incertidumbre, de aproximación y no de correspondencia exacta; de hecho, cuando esta se cumple deja de portar una nueva información. En otras palabras, se torna trivial y por consiguiente, pasa a formar parte de un orden habitual, automático. No es para eso para lo que declaramos pensar, ya que siempre que pensamos en algo es para tornarlo inteligible, para esclarecer o delimitar su complejidad. Por supuesto, siempre habrá una pregunta latente: ¿en qué pensamos cuando pensamos, cuál es el proceso por el cual el pensamiento se realiza? Pero no se trata aquí de definir estas cuestiones aunque comporte que, de una manera u otra el pensamiento conlleva una acción, ya que se trata de algo dinámico, de un proceso y no de un estado. Sería imposible pensar las transformaciones del mundo, de la historia del mundo y de sus cambios, como un estado y no como el enigmático recorrido del pensamiento, y de sus consecuencias. Por supuesto, es difícil evitar las paradojas que se pueden suscitar, porque los elementos de la lengua, que nos sirven para expresar el pensamiento, se presentifican de un modo simultáneo a cada instante, (la sincronía acredita una cierta inmovilidad), aunque tácitamente se la somete a un concepto temporal. Los enunciados, el habla o la escritura donde la lengua se realiza discurren en la sucesividad. Los elementos virtuales del sistema, (relaciones en ausencia), se hacen presentes para expresar un enunciado; única manera de conocer la fecundidad o la improbidad de un pensamiento. Pero volviendo al caso, el insólito caso de Mongin Ferdinand De Saussure es paradigmático, palabra esta última que ya con derecho propio le pertenece. A finales de 1880, De Saussure fue designado en la École Practique de Haute Études de París para enseñar lenguas germánicas y más tarde sánscrito, latín, persa y lituano. Tal prolífica actividad no puede extrañarnos, si tenemos en cuenta su época. De Saussure fue contemporáneo de Adolphe Quetelet, de Franz Boas, de Sigmund Freud, de Durkheim, de Henry Bergson y de otras celebridades hoy injustamente olvidadas, la de Whitney y Baudouin de Courtenay, que ejercieron sobre él una importante influencia.
A los veintiún años, en Leipzig, siendo todavía un estudiante apareció su "Memoire sur le système primitif des voyelles dans les langues indo européenes" (Memoria sobre el sistema primitivo de las vocales en las lenguas indoeuropeas), trabajo que fue valorado por los mejores lingüistas de la época y saludado como el mayor logro en fonología indoeuropea. No era ilógico, por consiguiente que, mucho más tarde, cuando enseñaba en París, atrajera una gran número de excelentes estudiantes, fascinados por sus clases...Tampoco que recibiera la "Croix de la legión d^honneur a titre étranger" que él mantuviera oculta por diecisiete años. Su modestia proverbial le impidió siempre escribir un libro en el que expusiese sus ideas; su modestia y su obsesivo cuidado en no difundir ideas que eran susceptibles de cierto grado de incertidumbre. Por supuesto, (Mais je suis bien dégoûté de tout cela, et de la difficulté qu` il y a en général à écrire seulemen dix lignes ayant le sens común en matière de faits de langage... Pero yo estoy bien disgustado de todo aquello y de la dificultad que hay en general para escribir solamente diez líneas con sentido común en materia de hechos de lenguaje...) esto no fue obstáculo para que su fastidio por aquello que se hacía en materia de lingüística lo impulsara a cambiar algunos términos con el consiguiente cambio de concepto. Así nace la lingüística diacrónica y sincrónica en vez de histórica, así nace la definición (operación de recorte propia de la ciencia clásica): "El objeto de la lingüística es la lengua", así nace el concepto: "La lengua es un sistema de signos", que también responde al criterio del minimalismo clásico, y esta otra: "la lengua es forma y no sustancia", que roza o se aproxima a la definición de sistema en matemática: "un sistema formal es un artificio matemático compuesto de símbolos que se unen entre sí formando cadenas que a su vez pueden ser manipuladas según reglas para producir otras cadenas".
La sola mención de cadenas hace pensar en la noción de sintagma...Por supuesto, estos ejemplos parecen confirmar que un hombre ejemplar, no es el adelantado a su época sino aquel que la resume, en el sentido que organiza o sistematiza todo el saber que su época ha extendido a través de sus congéneres. De esto no se sigue que los hombres que consideramos excepcionales hayan practicado la humildad; es más sólo los que comprenden la incesante abducción de sus deudas, la practican. Ya lo dijimos, De Saussure era uno de ellos. En Ginebra, mientras impartía su curso de lingüística, ejercía la función de Bibliotecario en la Facultad de Letras y Ciencias sociales, por la cual es fácil inferir que conocía las disciplinas de las cuales tomó prestado ciertos conceptos, que no vacilaba en declarar y admitir, tales como el de valor y contrato social. No obstante, no sabemos con seguridad o en qué medida tenía influencias de Durkheim, de Tarde y de Hegel, de la lógica de Hegel. Las nociones de oposición, negación, diferencia e identidad, por ejemplo. Al respecto, cabe recordar que uno de sus axiomas básico es que la lengua es un sistema de elementos diferenciales y solidarios. Un término lingüístico se define por lo que no es, es decir por su posición y diferencia con otro, para lo cual necesita solamente un rasgo diferencial: s y z tienen un rasgo en común (la dentalidad) y un rasgo distintivo (presencia o ausencia de sonoridad) para que en Francés no se atribuya el mismo sentido a poison (pescado) y a poison (veneno). Esta idea de diferencia y de oposición, idea que lleva implícita el giro estratégico de dotar de propiedades a la nada, tuvo sus considerables consecuencias en nuestra época. En principio, establecer una disyunción entre el concepto de ser y de identidad...si la identidad está sometida a la posición y a la diferencia, el ser y el uno trascendental, heredados de la mitología platónica y correspondientes a cualquier ente, no necesariamente coinciden... Esta disyunción es una consecuencia más del desdoblamiento que se opera en el método y que de muchos modos estaba explícito en los antiguos, para ser más exacto, en los estoicos de donde De Saussure retoma los nombres de significante y significado para describir al signo lingüístico. Signo que aparece como un núcleo fundamental a las nociones de lengua y habla, sincronía, diacronía, paradigma y sintagma, que no dejan de suscitar algunas controversias. La diferencia entre lengua y habla, por ejemplo, excluye el estudio del habla por ser un hecho individual, aunque resulte imposible imaginarse una lengua que no esté o haya estado ejercida por el habla. Por supuesto, De Saussure era consciente de ello, ya que su inquietud lo llevaba a investigar, junto a los estudios sobre Homero y los personajes de las diversas mitologías antiguas, los anagramas o hipograma, que ponían en severa discrepancia el concepto de identidad del signo lingüístico definido por negación. En una carta de 1906 leemos: 'He pasado dos meses interrogando al monstruo, y operando sólo a tientas contra él... Todo lo que escribía sobre el metro dactílico (o más bien espondaico) subsiste, pero ahora, gracias a la Aliteración, he llegado a clave del Saturnio, cuya complicación es distinta de lo que uno se figuraba...".
Una de las claves son los anagramas que él encontraba, encubriendo nombre propios o una firma, y que parecían consecuencia de una actividad deliberada de los poetas, una técnica secreta que había permanecido oculta durante siglos. De Saussure vacila: "por que han guardado silencio es un problema para el cual no tengo respuesta" Escribió a algunos de los poetas de la época, interrogándolos al respecto; al parecer ninguno le contestó...Ahora bien, el concepto de anagrama no es para De Saussure el de los diccionarios; no es la alteración de las letras y de los sonidos en una palabra, como ser: pared transformada en padre, tan común en los divanes psicoanalíticos, no, es una idea probablemente alentada por sus estudios iniciales de vocales y consonantes en las lenguas antiguas: la inserción de las letras de una palabra que revelaría un nombre propio inscripto dentro de un verso latino o griego. Pero no sólo esto, sino una "ley de acoplamiento", consistente en reiterar la consonante y la vocal utilizada por primera vez en cada verso, es decir leyes o regularidades que extendían las de la rima y el ritmo.
Por supuesto, como le era habitual, nunca dio a conocer estos trabajos que quedaron en meras notas de apuntes, descubiertas por Jean Starobinski en la década del cincuenta...Podríamos decir más, mucho más, sobre todo para esclarecer su concepto del signo, distante de un concepto representacional que ha sido difundido, pero sería excesivo. Después de todo, el recuerdo de un hombre casi siempre se vincula a su destino. El de Mongin Ferdinand De Saussure está vinculado a la locura final y a la muerte, pero emociona su pasión por el conocimiento y la indiferencia ante el prestigio personal. Hay mentes que no se conforman, como otras envanecidas en la supuesta certeza del concepto que promueven o prefiguran; necesitan urgar en el vasto repertorio de los signos, sin temor a incurrir en una búsqueda incesante, porque creen en un proceso de transformación continua y no los amedrenta o empequeñece escribir humildemente un fragmento o un simple párrafo en el misterioso borrador del universo.
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