CONTRATAPA
› Por Sonia Catela
Llegaron a las cuatro de la mañana, se anunciaron mediante megáfonos "los tenemos rodeados, salgan"; el ejército israelí, pegó el alarido Mabel desde la carpa vecina, nos matan; Hernán se eyectó de la colchoneta, pero ¿quiénes eran? quienes quiera que fuesen se ratificaron bendiciéndonos con ráfagas sueltas de metralla y órdenes, "fuera, salgan" pero me acordé que esto es la ruta nueve, avenida de circunvalación, debajo del puente ¿o acaso no nos hallamos en la docta?, ¿dónde si no? Mabel, nuestra provincia, acordate, "el ejército israelí" enloqueció todavía por un rato Mabel hasta que cayó en cuenta de que Córdoba, sí, y oí ruidos de un afuera que ponía manos a la masa, "preséntense por las buenas, tienen sesenta segundos para alzar sus mierdas" y se descargaron en gritos contando uno dos tres, Hernán, parado y dormido, repetía la cuenta uno dos, levantando los brazos hacia el techo de la carpa y retrocediendo como si tuviese un revólver apuntándole al pecho, "cuidado Hernán, quedate quieto que vas a pisar a los chicos" ejecuciones no las podía haber, Córdoba no es Gaza, Mabel, "¿No?. Claro que no. Tenés razón" y el afuera ululó sus parlantes con la voz que en la noche leía un bando, prometía escarmientos yendo ya por el diecinueve y aturdía; salgamos, se encogió Hernán, y veintisiete mientras desde el pozo negro Rojas avisó "no disparen, me rindo". Espié por el cierre de la carpa, un cordón humano nos rodeaba, apuntándonos, con uniformes de asalto ¿policías? ¿a esta hora de la noche ciega? las cuatro de la mañana canta el reloj, cuatro para que no me veas ni me vean, "bajá esas manos, Hernán; despertate de una vez porque para que salgamos van a tener que arrastrarnos de aquí, preparate", digo, y en la carpa vecina, Mabel y el Toto berrearon que "a mí no me tocan", a ellos no lo tocan y ni siquiera un rifle de aire comprimido han de tener, todos vecinos del barrio José Ignacio Díaz esperando la luz del día y no el cuarenta tres, el cincuenta, salgan, cómo podríamos impedir que lleguen al sesenta. Tomo a Elbucha y la envuelvo en la colchoneta; se me ocurre, por si dios no quiera, una bala perdida, despertate de una vez por todas Hernán, envolvelo a Fernandito con ese pedazo de gomaespuma, el sesenta los desencadena y entran a culatazos limpios, tumbando nuestra barraca "no se resista o va presa" me aferro a la colchoneta que envuelve a Elbita, pero aunque cilíndrica no es un tronco al que amarrarme, "hacete la viva" me zamarrea el tipo y a las patadas me empuja haciéndome abandonar mi carpa, yo agarrada de los yuyos que sí tienen raíz y me enrosco a algo fijo en el suelo que es como prenderme a la tierra, pero me arrancan como a una hierba mala, una maleza, "es que no entendés, perra?", "Hernán, sujetalo a Fernandito, que no se lo lleven" y terminan por extraernos del lugar donde íbamos a levantar alguna vivienda, creyendo que esto era la ruta nueve, Córdoba, Argentina, pero debemos andar equivocados en geografía las cien familias a las que clasifican debajo del puente, mientras a algunos nos atan con sogas por "resistencia a la ley" todavía de noche, sin que sepamos qué caras hay debajo de esos pasamontañas en los que se embozan, y ya apartados los que vamos detenidos de los que serán alojados en la Unidad de contención del Aprehendido, siguen los berridos de Mabel, "limpiale esos mocos a Fernandito" y Mabel tiene la mala idea de abalanzarse sobre uno de los invasores y arrancarle el antifaz de un manotón para que la ley dé la cara pero no alcanzamos a enterarnos si es rostro humano o pedazo de huracán negro, nomás, un fantasma soplado por las cuatro de la mañana para desalojarnos de lo que era ferrocarril y no funciona, de terrenos que son fiscales que quiere decir de todos, pero un todos en el que no entramos, y a Fernandito le cuelgan los mocos y en tanto me cargan en el celular le grito a Hernán que se los limpie, que agarre papel higiénico y le destape la nariz, lo haga soplar a ese chico que ya ni puede respirar, se ahoga, o es que no lo ves, no ves cómo, cómo le falta el aire.
*El 23 de enero de 2009, a las cuatro de la mañana, cien familias alojadas en carpas fueron desalojadas a la fuerza por la policía, de terrenos fiscales que custodia el privatizado NCA aunque actualmente no preste allí servicios ferroviarios. La noticia fue difundida solamente por el diario local "La voz del interior" y las radios cordobesas. La prensa nacional la ignoró. La expulsión se adelantó al recurso de amparo que iban a presentar las familias para impedir la expulsión.
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