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Domingo, 5 de abril de 2009

CONTRATAPA

El Jaguar del inspector Morse

 Por Gary Vila Ortiz

Se está hablando con frecuencia desde hace un par de años, quizá un poco más, acaso un poco menos, del regreso a través de nuevos autores de la novela policial en general y de la llamada novela negra en especial. Sin embargo la novela negra, clasificación que deriva del cine negro, bautismo realizado por los franceses, no podrá regresar nunca de la manera que la conocimos. Alguna vez, si vuelve, será porque es verdadero eso del mito del eterno retorno. Y entonces otra vez Hammett, otra vez Chandler, otra vez McCoy, William Irish y tal vez ﷓con las reservas del caso﷓ Hadley Chase. Se pueden imitar recursos, los asesinatos pueden ser truculentos, puede también que esté presente la honestidad esencial de los "private eyes". Pero no es posible inventar otra vez (a menos que se trate de una imitación caricaturesca) a Sam Spade o a Philip Marlowe. Tal vez el motivo, no sé si el esencial pero sí el que importa, es que en estos tiempos del siglo XXI lo más parecido a una novela negra es el mundo en general, la globalización de los crímenes horrendos, una corrupción que no perdona a nadie. O a muy pocos.

Es cierto que, como bien decía Raymond Chandler, fue Hammett el que sacó el crimen del jarrón veneciano y lo arrojó a la calle. Lo que ocurre ahora es que todo parece tirado a la calle como basura, incluyendo, o sobre todo, al ser humano. Hay algunos buenos autores, como es el caso (que ya hemos comentado) de Benjamin Black, que se aproximan, que casi tocan los bordes de la llamada novela negra. O al menos lo que nosotros entendemos por novela negra. En el cine las cosas son más espectaculares, gracias a los efectos especiales más que al talento para dirigir un film, y la truculencia se ha multiplicado no sé por cuánto. Pero también se ha multiplicado, y no se detiene en seguir multiplicándose, la estupidez, eso que como bien nos enseñó (y no aprendimos) Flaubert nunca termina. Me impresiona que los últimos en crear algunos protagonistas memorables fueron Sciascia y Dürrenmatt. El inspector Rogas, el primero, y el inspector Barlach, el segundo. Los dos murieron rápidamente. Rogas asesinado con la música de fondo apropiada para el caso: la de Gershwin. El segundo de cáncer. Fue memorable el Barlach que encarnó en el cine Martin Ritt, más conocido como director que como actor.

Junto al retorno a las pantallas de televisión de Miss Marple o de Sherlock Holmes, por el mismo medio se ofrecen series que vale la pena tener en cuenta. Una de ellas en especial, que data de fines de la década del ochenta y terminó cuando murió el actor que hacía el papel principal, el inspector Morse, y que ahora continúan dando con el personaje de Lewis, que fue su sargento y después se convirtió en el inspector en jefe. La repiten con frecuencia en uno de los pocos canales que pueden verse con entera satisfacción, "Films & Arts", que es excelente, por lo cual debemos pensar que en cualquier momento lo sacarán del aire. Aunque como no debe tener una audiencia mayoritaria quizá pueda sortear ese peligro, aun cuando en nuestro país el respeto por las minorías no le preocupa a nadie salvo a esas minorías.

El inspector Morse tiene un Jaguar, le gusta particularmente la cerveza, es amante de la música de ópera, en especial de Wagner, y es el inspector en jefe del Valle del Támesis. Todo ocurre en Oxford y en la mayor parte de las ocasiones los crímenes tienen lugar en la misma y célebre universidad. Recordemos que Oxford está al NO de Londres y debe andar cerca de los 200.000 habitantes. La universidad se fundó en el siglo XII y también es famosa la biblioteca Bodleiana, con muchos más de 2.000.000 de libros y más de 40.000 manuscritos. En su núcleo fundamental se destacan la catedral románico normanda y muchos centros universitarios que datan del mismo siglo XII, aunque por supuesto existen varios más próximos en el tiempo. Si bien entre algunos de los primeros títulos del Séptimo Círculo había crímenes que ocurrían en las universidades, esta serie de Morse parece que diera a conocer la otra cara de Oxford, y también la corrupción existente entre la clase aristocrática. Tal vez se trate de una visión de la Inglaterra de fines del siglo pasado (al menos de sus últimas dos décadas) y del presente siglo XXI que no deja títere con cabeza. Los académicos se matan entre sí, algunos llegan hasta a descuartizarse, hay tradicionales equipos de cricket que en realidad son narcotraficantes y uno no puede dejar de pensar en la gran corrupción de la ciudad de Los Angeles y sus alrededores, donde trabajaba Philip Marlowe. La diferencia, acaso, se encuentra, como ocurría en otras novelas policiales inglesas, en las citas a otros autores ingleses o a la dramaturgia griega o a la latina, y en ciertas reflexiones que se dirigen hacia discusiones de carácter teológico.

Todo esto trabajado para la televisión de una manera espléndida, no sólo en lo visual sino en los diálogos y en los argumentos. La serie tiene como sustento publicaciones o ideas de Colin Dexter, de quien aún no hemos encontrado ninguna otra obra. Como ya dijimos, el inspector Morse está interpretado por un estupendo actor, John Thaw, cuya desaparición hizo que la serie continuara con su sargento, Lewis, quien ahora es inspector en jefe y continúa el camino de su ex compañero en dupla con un sargento que ha sido seminarista.

Pensando en el inspector Morse, nos gustaría encontrar la serie que en 1983 se hizo para televisión por cable dedicada a Philip Marlowe, interpretada por Powers Boothe y que, creemos, nunca se emitió en Argentina. Aparentemente era excelente. Y también los diecisiete films que se hicieron sobre Philo Vance entre 1929 y 1947. Por demasiado obvio, no señalamos todo lo hecho con Sherlock Holmes, el detective que en mayor cantidad de veces fue llevado al cine. Gran parte por quien con mayor talento lo interpretó: Basil Rathbone. Sin olvidar a Nigel Bruce en el papel de Watson.

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