Vie 28.08.2009
rosario

CONTRATAPA

La deuda

› Por Bea Suarez

Cuando debo ¿quién debe? ¿yo? ¿mi nombre? ¿mi cuerpo debe?.

Cuántos capítulos tiene una deuda!, ella abisma al olvidado y, en vigorosa corriente, es un zócalo sin el cual no puede uno enderezarse.

Si no pago ¿me llevan presa? ¿y si me llevan presa, a quien vienen a buscar? A mi cuerpo, entonces ¿quién es el que debe cuando debo? ¿un cuerpo debe? ¿un nombre debe?.

Mi nombre podría mancharse con una deuda impaga eternamente, me señalarían con el dedo, debería cruzarme de vereda hasta ordenar los tabúes y calmar acreedores dentro mío. Coordenadas de naturaleza impositiva, diccionario que nutre la mañana.

Empobrecida y en exilio, puedo deber. La vida se vuelve elástica por mi incapacidad de respuesta. De la falta de pago al vacío, del banco a Coronda, del don a la chica cautiva. Desde el presente adelgazado a oraciones unimembres.

Debe mi nombre o debo en mi nombre. Debo también hacer tal cosa, tengo sendas hernias en billetera y biblioteca, mientras, se acumulan días; hay una estría en el deber, padres microscópicos, sirenas alumbran el camino.

Vienen limaduras de la que alguna vez fui. Tanteo. Colmada y a poco de estar hastiada, mi miro en espejitos.

Se llevarán mis ojos como forma de pago; alguien se va a burlar de mis razones, ¿vendrá el juez?, dirá: hable o calle, decida.

Errante en el pensar, transito el arrabal del mercado, donde incesantemente todos somos deudores, no sé si de Garbarino o las generaciones anteriores, no sé si la social obligación de ser derecho.

Polos simbólicos (tan fantasiosos como reales) me invitan a pagar, a reconocer garantes de conquistas y cultura.

Querría una asunción colectiva, algo que embargue mis bienes pero me deje libre, un alivio que repare autoridad y que a su vez advierta el agotamiento de mi capacidad humana para faltar, para poder, para el éxtasis de hablar.

Mi deuda va en vehículos vegetales, se la llevan plantas, la traslada un ombú como chivo emisario. Una Mandrágora comanda, el Opio da la letra.

Producto de consumos habituales, voy con ella, me lleva ella hacia la antigüedad de mis nociones, de cuando ser deudora no dolía.

¿Y si me llevan, a quién llevan en esos patrulleros del olvido? ¿y si no pago vendrá mi herencia griega a defenderme?

Entre patrimonios estorbo, entre garantías sobro.

Vienen revendedores a querer compartir su doble origen, el quince por ciento de mí es una coima literaria y el resto un Cristo al que no puedo rezarle.

¿Qué ha de pasar? ¿qué ha de ocurrirle a la escultura de mi nombre si esta deuda prohibida me recubre?

Llevo reservas mínimas, un diario, el equipo de mate, mis malarias.

Hago la cuenta en escenas, sumo ritos, resto pactos, divido asesinatos, elevo sensaciones al cuadrado y dan: la deuda, sin límite ni derecho civil.

Una misión normativa llama a la puerta de casa, yo soy aquél que ha cometido un niño inexplorado, pero canta.

Han tocado dos timbres y vienen a buscar mis restos, han de llevarse la dermis y no a mí. Debo excluir el apellido, que el blanco no se manche, equiparar las cosas, ser un caso, que el deber no me arrastre, no me intoxique la obligación legal.

Se precipita mi destino, se prueba mi impotencia, soy dueña de lo que no debo y el curso del mundo mira eso, un deber al alcance de todos.

Y la frontera de la ley ahí, y yo entre impactos físicos y probables locuras, moviéndome en la esquina de los kilos, con la ofrenda adicional de la escritura.

Cuando las transgresiones se acumulen pero el castigo y la culpa me dejen, y haya yo comprendido este universo (con sus caos y sus frutos), y la poesía me alimente hasta volverme natural como un origen; cuando las coordenadas que me han hecho existir se endurezcan en pugna, y los hombres dejen de querer cobrar, y la fertilidad desarrolle comunicaciones divinas, entonces la deuda hará parodias explicables en la intimidad de mis sentires.

¿Cuánto debo, a qué hora debo? Debo tiempo, la noche, la luna, el método, debo los días trabajados por otro, los debo yo, en el momento mismo de cada despedida.

Me echaron de precarios accidentes

afuera del espacio y la experiencia

explotados viajan mis derechos

a regular patrones y trabajos

ilegítima, entrevistada, voy por el poema

camino la consonante burocrática

no me llena la empresa ni me encanta

voy a deberle a un rol

a un rato largo que desacopla mi paciencia

deberle a mis bajos rendimientos

a mi juventud deberle algo

deber lo que arma mi cabeza

cuando la víctima la saca del botín

y caigo presa con las manos vacías.

Y pagaré con héroes de góndola y tarrito, y un derecho de ciudadanía vendrá, muy parecido a la paz.

Yo diría, idéntico.

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