Lunes, 5 de octubre de 2009 | Hoy
Por Sonia Tessa
"Cuando tenga la tierra, la tendrán los que luchan, los maestros, los obreros, los hacheros", decía esa hermosa y profunda voz, y hacía llorar a muchos que habían vivido la dictadura en la Argentina como habían podido. En aquel recital estaban los que habían estado presos, los que habían vivido un largo exilio interno, los que querían volver a escucharla simplemente. Yo era una adolescente. La dictadura militar se iba de la Argentina, nosotros cantábamos en las plazas "Se van, se van y nunca volverán", y soñábamos con un país más justo. Entonces, en aquel clima irrepetible de la vuelta de la democracia, mis padres me llevaron a ver a Mercedes Sosa, en vivo. Creo que era en Rosario Central.
La Negra había sonado hasta entonces en magazines, en casetes, en discos, pero nunca en vivo. Su voz era parte de nuestra vida silenciada, era un cable a tierra en épocas donde el dolor formaba parte de la vida cotidiana. Y esa noche, en los primeros 80, Mercedes se paró en el escenario y empezó a cantar. Su voz llenó los corazones de todas las personas que estábamos ahí. "No te mueras nunca", le gritaban algunos espectadores. Era un momento esperado durante tantos años. Y ella no falló: cantó con toda su voz, hizo las canciones que la habían hecho famosa, las que habían estado prohibidas, las que todo el mundo esperaba de ella. Casi al final, se despachó con "Cuando tenga la tierra".
Siempre Mercedes Sosa fue coherente con sus ideas. Muchas veces escuché que la criticaban por cobrar bien sus recitales pese a ser comunista. Me daba tanto odio que a nadie se le ocurriera pedirle lo mismo a otros cantantes. ¿Por qué debía regalar su trabajo, que era mucho más de lo que la mayoría ofrece? ¿Por sus ideas políticas? La Negra era excepcional. Su voz, su repertorio, esa sensibilidad que se colaba en cada inflexión. El nervio que ella ponía en sus canciones es inexplicable, mágico. Y a la vez, sólo desde su profunda convicción política, desde su sentido de justicia, podía encarnarlos de esa manera.
Y también fue vanguardia. Siendo "el folclore" no tuvo miedo de mezclarse con el tango, con el rock, con cualquier música que pudiera conmoverla. En cada disco encontraba algo más para dar. "Quién dijo que todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi corazón", cantaba el tema de Fito Páez, que más que nunca tomaba la forma de una ofrenda generosa. Ayer, un mural en Córdoba y Teniente Agnetta, pintado espontáneamente por los integrantes de El Movimiento Rosario recordaba una canción de Ariel Ramírez al que sólo su voz pudo darle semejante expansión. "Que la revolución viene oliendo a jazmin", decía en Juana Azurduy.
En Cantora, su último disco doble que fue una despedida, hace "Canción para un niño en la calle", una versión remozada de aquel poema de Armando Tejada Gómez musicalizado por Angel Ritro. Y una vez más, Mercedes demostró lo que es ser una artista: lo hizo con Calle 13, el grupo de reggaeton de Puerto Rico, que sumó algunos versos propios. Aquella vieja letra se hace presente en la nueva realidad latinoamericana. La emoción es incontenible. Cómo no conmoverse. Mi sobrino Camilo, que tiene 9 años, se la sabe de memoria. Y ayer decía: "¿Viste que se murió Mercedes Sosa? Qué triste". En su casa, los discos de La Negra llegaban tan rápido como hubiera uno nuevo. Y en Cantora, ella no sólo convocó a Calle 13, sino que renovando su falta de prejuicios poco común, llamó a Shakira, a Caetano Veloso, a Jorge Drexler. Su palo ya no era el folclore. Hacía mucho que era universal. Porque cuando Mercedes cantaba "Gracias a la vida", toda la profundidad de los versos de Violeta Parra se hacía más bella.
El año pasado, cantó en Tucumán, durante la cumbre del Mercosur. Le dedicó una versión de Insensatez al presidente de Brasil, Lula, que la aplaudió conmovido. Y ese encuentro entre dos personas que pudieron escribir su propio destino a puro talento y ganas fue, para mí, conmovedor. Es que Mercedes era un ícono de la cultura popular. Pero no quiero abusar de palabras que durante estos días se repetirán por todos lados.
Al contrario, como todos los grandes artistas, Mercedes Sosa está en el corazón de cada uno como mejor pueda recordarla. Por suerte hay muchos discos para no perderla del todo. Yo me quedo con unos cuantos, no puedo elegir. Ella tuvo una presencia diferente en cada momento de la vida de los que tenemos 40. Cuando era muy chiquita escuchaba en su voz irrepetible estos versos: "Duerme, duerme negrito, que tu madre está en el campo negrito. Trabajando...". También me la cantaban para dormir, por supuesto. Pero cuando la cantaba ella, al escucharla uno podía imaginarse a esa mujer trabajando en el campo... Y también recuerdo La Carta, porque entonces Gracias a la vida no me parecía tan combativa. Con los años, esa canción se develó en toda su sabiduría pero claro, fue con la voz de Mercedes dándole color a cada verso. Y también me vuelve su voz, hoy, con una canción poco conocida pero muy significativa que en uno de sus versos dice "marrón, marrón por las calles de la villa, por las calles de la villa se me astilla esta canción".
Por su voz pasaron las canciones más maravillosas, supo darles un nuevo sentido a todas con su sensibilidad. Ella las mejoraba. Y cuando cantaba "Como un pájaro libre, de libre vuelo, como un pájaro libre, así te quiero", uno podía sentir ese llamado a la libertad. Es difícil entender que no habrá discos nuevos, que habrá que conformarse con escuchar una y otra vez los que ya hizo. Ya no volverá a sorprendernos pero tampoco la olvidaremos. Es parte de nosotros.
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