Domingo, 7 de marzo de 2010 | Hoy
Por Jorge Isaías
La poesía de Jorge Boccanera hunde sus raíces más profundas en una de las tradiciones más señeras de la poesía occidental. La que tiene al hombre y a la contingencia del hombre como protagonista principal. En el caso de esta poesía, que está hecha de restos, de hilachas, de luchas y de recuerdos de luchas, de una pasión fuertemente solitaria que enhebra y se entabla en la tradición del homo viator.
Es decir del viajero. Pero del viajero que agrega un mensaje, y el de Jorge es el trabajo que une con su transitar de artesano viajero las voluntades de los poetas que encuentra en su camino donde sus sandalias se llenan de polvo.
Nutrido de la tradición de Raúl González Tuñón y no sólo en su poesía sino en su accionar de poeta y periodista viajero, logró con su bionomía y su trabajo, la amistad de los poetas de la tan extensa geografía latinoamericana que también conoció como residente y no sólo en sus viajes.
Contrariamente a aquello que Baldomero Fernández Moreno aseveraba, "que un poeta para cantar no tenía que salir de su suelo", él, Jorge Boccanera salió y entró de lleno en la tradición de sus admirados: Rubén Darío, Luis Cardoza y Aragón y Juan Gelman, entre otros grandes.
¿Qué es aquello que hace a la poesía de Jorge Boccanera sea algo distinto?
La creencia y el compromiso (uso deliberadamente palabras devaluadas porque para mí no lo están) que nada en poesía puede perdurar si no toca "al hombre", y acá estoy citando a José Pedroni.
Como alguna vez escribió el angélico, el fraternal Raúl Gustavo Aguirre sobre la poesía de Boccanera: "Esta poesía es de las que avanzan como ciertos ríos de montaña; existen, pero es como si cada vez pudieran, quisieran, existir más. Es indudable su presencia, por su sentido de lo vital a la vez de lo estético, pienso, por pilares de un mismo puerto".
¿Qué es una "Palma Real"?
Palma Real (oreodoxa regia): Definición de la Real Academia "árbol de la familia de las Palmas muy abundante en la isla de Cuba, de unos 15 metros de altura, con tronco limpio y liso, de cerca de medio metro de diámetro, duro en la parte exterior, filamentoso y blando en la parte interior; hojas pecioladas, de cuatro o cinco metros de longitud, con lacinias de un metro, floras blancas y menudas en grandes racimos, y fruto redondo, del tamaño de una avellana, colorada, con huevo que envuelve una almendra muy apetecida".
Lacinia: "cada una de las tirillas largas y de forma irregular en que se dividen las hojas de los pétalos de algunas plantas".
pecioladas: "dícese de las hojas que tienen peciolo".
peciolo: "razón de la hoja".
"Palma Real", se llama el -hasta ahora último libro de Jorge Boccanera, que obtuvo el primer premio Casa de América de Poesía Americana, en una octava edición, y que le otorgó un caracterizado jurado internacional, presidido nada menos que por Juan Gelman.
Hay dos poetas claves; como sujetos poéticos que hablan con su propia voz, Pedro Garfías y Pablo de Rokha.
Es un libro panteísta. Es verdad esto que dice Carlos María Domínguez. Pero llamar a este libro "panteísta" es dejar una -no digo definición pero una probable descripción de la poesía caudalosa de "Palma Real" en algo incompleto y rengo.
Tiene, me parece a mí, esta intención "cósmica" que le dio Neruda a su Canto General. Con la diferencia que Boccanera no propone ni defiende los grandes destinos de América y de la lucha de sus mujeres y sus hombres, sino que este gran poema libro de Boccanera "es América Latina", humildemente desde el lenguaje, desde la médula de la escritura y es como un ancho río que viaja, y, de vez en cuando se permite hacer "hablar a dos grandes poetas, uno español (Pedro Garfías y otro chileno Pablo de Rokha) hermanadas por la lengua cada vez más cerca en su desesperación, en su desamparo, humilde en el español y rabioso en don Pablo de Rokha. Uno hablaría de su exilio que pasó en Méjico, en la pura intemperie y el otro en su propia desesperación entre la pobreza y lo acumulativo de sus kilométricos poemas, hasta que su paciencia dijo basta y se pegó un tiro pese a su Winett que nombra Jorge en el poema.
"un colar de chillidos que puedo traducir en un nombre: Winett"
"Palma Real" en principio se plantea el sujeto poético como un viajero. Es un viaje que yo me atrevería designar como "proteico", un viaje que va cambiando según se alimente.
Las voces no solo son humanas, se humanizan las voces de los insectos, de los animales y las plantas y los ríos y las selvas.
Y cuando hablan, metaforizan como sentencias cuasi bíblicas.
"El escarabajo dice"
"La hormiga escribe"
"La iguana verde piensa"
-Todo silencio es extranjero o Aroma del misterio.
o "El silencio existe solamente para los muertos, pero ellos no pueden escucharlo". (poema XIV)
El libro no deja de representarse en ese recorrido de un viaje por la geografía de América, a través de un misterio y detallado profundo de lectura donde se nombran en su origen términos que no nos son familiares a nosotros pero sí a los habitantes de otros países hermanos: Tehuana -potate, calaca . Como en los grandes poemas nerudianos también talla la lluvia.
El poema extenso, de nombres minuciosos y exhaustivos, donde merodean los versos de sus poetas amados enzarzando intertextos que brillan en su opacidad lujuriosa. Si se me permite el aventurado oximoron.
"Palma Real" se me presenta como uno de los grandes, de los imprescindibles textos de la poesía americana, único en su formalización, impoluto en esa mezcla de restos espurios, en su maridaje insólito, nombrando vegetales, ríos, hombres, animales, insectos, para calar hondo en esa poesía de la tradición americana: Whitman, Neruda, de Rokha, Darío, Gelman: los grandes nombrados los inmensos poetas que lo nombraron casi todo, que le pusieron nombre a toda naturaleza incierta, como Hudson, como Tuñón, como ese grande, ese desconocido que se llamó Luis Cardoza y Aragón, de quien Boccanera que insiste en "confiar en el misterio", se ocupó en reportajes y ensayos, y también lo hizo con la poesía de su hermano mayor, el Juancito Gelman (el "Juancito de Juan Moreira"), como lo llamó Paco Urondo para siempre.
Jorge tuvo el triste privilegio de ser tal vez el exiliado más joven en el México de los setenta, y se rodeó de grandes maestros y desde allí prosiguió su canto que había comenzado aquí con "Los espantapájaros suicidas", en 1973, y que por cierto no abandonó ni su poesía ni sus viajes, lo que lo convierta en un embajador sin cartera, pero en un embajador de lujo para nosotros.
Tal vez el hecho de haber nacido en un puerto lo haya convertido en poeta para recodarlo.
Jorge podría suscribir aquellos versos de su maestro Raúl González Tuñón, su momento "está en un puerto. ¿Un puerto?. Yo he conocido un puerto. Decir: yo he conocido, es decir. Algo ha muerto".
Confiar en el misterio.
Durante una de sus últimas entrevistas, Gelman deslizó: "Tengamos confianza en el misterio". Amasar ese enigma es según su parecer fracasar siempre, ya que los resultados quedan lejos de las pretensiones. A propósito de "El cementerio marino", Paul Valéry aseveró que para el creador perfeccionista un texto nunca está terminado, sino que simplemente se abandona. En ese caso, la propuesta original se ajustaría en que se suspende la expresión.
Fracaso o abandono, la poesía es la perfomance residual, vestigio de un complejo proceso, involuntario a veces. Camino inverso del cazador, el poeta renuncia a la presa por amor a la pista, a las huellas del camino, recuerdos de recuerdos, ideas de una idea rondándole la pluma como restos de un vestido restregado en el hocico de un lebrel. La poesía, entonces, como conciencia de un imposibilidad, expresa cabalmente una mutilación. En todo este proceso cobra significación el silencio. Subraya Gelman que las palabras dejan más cosas en silencio que dichas: Porque cada palabra en una lengua arrastra, calla y dice, y vuelve a callar, lo que está unido a una constelación de silencios y decires de todas las palabras de esa lengua.
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