Lunes, 12 de abril de 2010 | Hoy
Por Sonia Catela
A eso de las diez, cuando haya acabado la cena, desnudito me lo ponés a José en la entrada del cuarto, y que el señor Silverio lo reacomode después como quiera. Josecito sólo no da abasto, viste su piel, a lunares lo han dejado, pero con los más chicos no hay caso, lloran, se refriegan los mocos contra la almohada y asquean a nuestros huéspedes, vaya plaga la que azota a esta finca, pero como Silverio comentó que asume en José un ángel celestial, tomá esta llave y buscá en el arcón de la capilla (el de volutas doradas), un par de alas de las de plumas, ésas antiguas, en color rosa sería lo ideal, de flamenco, las hay, las hay, y colocáselas a Josecito, que le vayan a medida, no las de adulto, así que elegí bien en homenaje a la estética de Silverio, y, cuando nuestro huésped termine sus juegos, que se las quite él mismo, (vamos, que nuestro visitante no está loco, es un cabal artista, por qué tenés miedo, de qué tenés miedo, qué le va a hacer). A Josecito ponelo en cueros y con las alas, como te dije, al lado de la lámpara de alabastro o mejor, paradito a un metro de la puerta para que lo primero que vea Silverio cuando gire el picaporte del dormitorio sea la encarnación angelical que Salta le prepara. De partida te recomiendo que no bañes al niño. Aunque ya lo sepas, te lo subrayo, debe emanar su aroma natural, su hedor anal, el aura de su carne, si no, tampoco sirve; ellos se orientan y buscan por los olores. Y si a Silverio le disgusta el vaho penetrante, él sabe lo que quiere y lo hará. No tengas miedo.
Cerciorate que Josecito no se orine en la cama como ese sucio de Guadalupe, grandote zonzo. A la cara limpiásela, pasale una toalla hasta que quede radiante, y pintale los labios, a ver, con este rouge rosado. Mejor traémelo al chico, lo voy a decorar yo, antes pasá por la capilla y buscá, en el arcón de las cosas viejas del Gólgota, esas alas de plumas rosadas que hacía mi finada tía Delfina, con la paciencia de antes. O el aburrimiento.
Pero si es bonito el coyita, vamos José, vos ya has hecho de ángel en las procesiones, a ver esa cara roñosa, aquí, aquí y aquí, un poco de rubor en los cachetes y algo de purpurina dorada en el pelo, sacate la mano de la entrepierna, para qué te tapás, ya hemos visto antes langostitas de ésas, y mayores también; las palmas colocalas juntas, en oración, Cuando entre el señor Silverio, no abras la boca salvo que él mismo te interrogue sobre algo específico, lo conocés a nuestro invitado, es artista plástico, (no preguntes el significado de cada palabra, después buscalas en el diccionario; bueno, entonces, cuando aprendas a leer), el señor Silverio encuentra en vos sustancia angelical, no se te ocurra rezar o cantarle a Cristo antes de dormir, ni hablar del catecismo, abstenete de cualquier barullo tampoco alborotes bajo circunstancia alguna, vos firme, de pie y callado como las tallas de la capilla, no esperes propina aunque quizá al señor Silverio se le ocurra darte algo por tus servicios: no agarres un centavo, no se molesta a los huéspedes, mirate el cuerpo a lunares, esas ronchas, los disimulamos con un poco de esta base, ah, la plaga, sí, te pedirá que te subas a este altarcito, y te extenderá las alas de este modo, se retirará hacia atrás, te observará, se te acercará nuevamente, y te acomodará las manos, las piernas, como él diga, te irá armando pieza a pieza y probablemente te dibuje; luego, te dejará toda la noche en esa postura para que le protejas el sueño, eso te pedirá o cualquier otra cosa más; y cualquier otra cosa más lo complacés: vos le hacés caso en lo que te pida. Cuando el señor Silverio se duerma podés bajar y acostarte a su lado si es que te dejó ahí hasta ese momento, cosa que dudo, obedecelo, actuá como te pida, a la gente de la capital hay que hacerles su estadía confortable, mirá la pulsera celeste que encontré, te queda bien, y este cinto de cuentas... completo: il bambino San Gabriel en persona, tenés suerte, protagonista de una obra de arte, Silverio promete como pintor, publicaron una excelente crítica de su obra Alegoría nada menos que en La Prensa, qué mejor que colaborar con un creador como mecenas de las artes (buscá las palabras que no sabés en el diccionario, ya te dije), la capital es diferente, allá no hay ángeles encarnados pero tampoco necesitan poner niños de cebo para los mosquitos, cómo flechan ¿no? no tienen que molestarlo a don Silverio ni los zumbidos ni los aguijonazos, vos dejate picar, vas a parecer un San Sebastián ¿quién? ese santo atravesado por saetas, qué plaga ésta. Hay que cuidarle el descanso a Silverio. Complacerlo. No tendrás piojos vos ¿no? ¿Te orinás en la cama? Aunque quién sabe con estos artistas. A lo mejor eso le despierte la pasión... del arte. Acomodate Josecito, y esperá. Falta apenas una hora. No te vayas a dormir. Mirá lo que veo... esto es un bozo, qué vellos duritos... Estás grande. Seguramente a Silverio le va a encantar un ángel con bigotes. Imagino sus pinturas, la reseña en La Prensa, citando el contexto, la finca, a vos como personaje... ¿No te emociona? Quizá hasta se prende de vos y te lleve a Buenos Aires. Coraje. Falta poco.
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La costumbre de colocar "niños cebos" se practicó en estancias salteñas de la alta sociedad durante las primeras décadas del siglo XX, entre las que se encontraría la de Patrón Costas.
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