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¿Este 25 de mayo quién es el cumpleañero? ¿o será cumpleañera? ¿la Patria? ¿el país? ¿Argentina? ¿los Argentinos? ¿la primera junta de gobierno?

¿Quién es el festejado, el agasajado, los invitados, quienes cumplen años? ¿Quién cumple doscientos años, en que planilla quedó asentada la cuestión?

Tal vez es el cabildo, los Andes, la Patagonia, ATC, el Magiclick, el tarro de bizcochos Canale, mi abuela que ya no está o la viveza criolla.

No sé. No lo sé. Cuesta definir al que los cumple.

Una Patria, una Nación, es más que la reunión de sus partes. Una suma de ínfimos.

La multiplicación de pelotas Pulpo, cada Alka Seltzer que se tomó un descompuesto, los cospeles de Entel, el Italpark, el laguito.

Es probable que cumplan doscientos años mis profes de la secundaria, además de las Topper, las pastillas Billiken y Cornelio Saavedra, Manuel Belgrano sin dormir, una noche como la de este viernes (pero hace dos centenas de millones de minutos) por querer convocar a Cabildo abierto después de las cerrazones españolas que nos antecedieron.

¿Quién es el cumpleañero? ¿la pacatería? ¿la esperanza? ¿la corporación de ideas que nos hace argentinos? ¿los presidentes? ¿la hipocresía del gobierno que andaba en chiripá? Cumplir doscientos años de tender a algo, a ser alguien. No es poco, no me resulta poquito. Mil años del cigarrillo cuarenta y tres setenta, la Biducola, el teléfono, la sietemares, la Spica, la libreta de ahorros, el pingüino del vino.

¿Quién cumple? ¿Quiénes cumplen?

Es una lástima que no estés, cumpleañero, podrías acercarte de sorpresa a decirnos que vamos a estar mejor, que el gaucho mundialista del 78 cambió por otro más digno, más preciado, que el montón numerable de los años mutó a algo más que el legítimo yo yo Russel y estará en mi vereda para que la palabra "Argentina" no apuñale, no angustie.

Meccano, leche La Martona, viajar a Buenos Aires una vez y nunca más, cabeza de Geniol, comercio, ruiseñores, tardes, universos, todo ello cumple años a mi alrededor.

Festejar con banderas, las banderitas, asociar, simplemente preguntar quien ha de comer la torta. Modernidad colgada de principios ocultos, Argentina es muy grande, ¿festejamos lo mismo el próximo 25 de mayo?.

Requiero que la Patria festeje su cumpleaños y que cada quien anote en un papel qué se entiende por ella, así en una de esas la suma resulta un poco más que el frasco de Glostora, la sigla de YPF, Titanes en el ring.

Cumpleaños incierto, todo parece claro, inexorables glorias se tejen de obelisco. El Monumento lleno, las nubes se suicidan en el cerebro mágico, escarapelas redondas como ruedas hacen funcionar a algún vehículo.

¿Quién soplará las velas cuando llegue el martes? ¿usted? ¿yo? ¿todos?. ¿Y los muertos? ¿y los de ciento cuarenta años a esta parte, que ya no están? ¿y los parientes de Larrea, los negros, los hippies tardíos de los años setenta, los que fueron arrojados al río De la Plata?. ¿Quién soplará las velas este mayo fantástico donde todos tenemos sensación de pertenencia?

Cumplen años las grietas de lo que no se hizo, también lo que no anda, las faltas del Estado, los puentes, organismos.

Cumplen años las cosas que no tienen sentido, la avenida Pellegrini, los chicos de la calle, los que limpian los vidrios, los pobres, los sucesos, el trole, el subte, lo que jamás sabremos.

Esa Patria soñada que a veces no arriba nunca.

Que nos cansa.

Que aplasta.

Que malhiere.

Que gasta.

Esa Patria que no juega ni al ludo, al estanciero, que no sabe de éxito ni compra LCD.

Esa Patria en empanadas, en guiso. Un guiso de Patria para comer entre conjuntos y raíces.

Para cantar, de todos modos, para aplaudir, de todos modos, que aquí estamos entre pequeñas dosis de eternidad, intentando hacer algo.

Hacer todo, por momentos.

¡Felicidades!

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