rosario

Miércoles, 26 de mayo de 2010

CONTRATAPA

Pa' que bailen las muchachas

 Por Irene Ocampo

El tango no es mi fuerte. No sé bailarlo. Conozco pocas canciones. Me gusta mucho el tango post Piazzola, el instrumental, que no es ni para bailar, ni para cantar. Pero algunos tangos y sus letras son parte de mi vida, mi infancia más precisamente. Y a veces, alguna que otra estrofa asoma en mi escritura, como la que le da título a esta nota.

Entre 2009 y 2010 me ocurrieron varias M en mi vida. Por lo que comenzaron a aparecer en mi poesía claros signos de una emesificación, por decirlo en una forma grave y circunspecta. Lo concreto es que escribí mucho, variado, trastocadamente y perdidamente enamorada. Poemas dirigidos a varias mujeres que tuvieron en común además de haberme atraído de alguna manera o de otra, que sus nombres comenzaban con la letra M.

Si bien empecé a escribir algunos de estos poemas sin tener en cuenta ese detalle, la relación con una de esas mujeres, quizás porque fue la más significativa, cuya ebullición me provocó una mayor producción poética, y tal vez porque la naturaleza de la relación -completamente clandestina y oculta- me obligó a mantener el verdadero nombre de la receptora de esos versos en secreto, fue que comencé a escribir en un archivo, al cual le di un nombre aparentemente en clave. Así nació Poemas con y sin M.

Al cabo de un tiempo, comprendí que aquella relación no era la más importante de mi vida, con cierta tristeza. Me encaminé entonces al duro trabajo de desenamorarme, y en eso estaba cuando comprendí que el título de ese poemario podía abarcar muchos más poemas de los que había escrito dirigidos a una de las M en particular.

La poeta norteamericana Marilyn Hacker publicó hace unos años Love, death and the changing of the seasons. Un libro que, como su título indica, habla de amor, a lo largo de todo un año, y que como las estaciones, asoma, estalla, decae y se transforma, no sin provocar todo tipo de reacciones en la autora. Leí algunos de esos poemas, creo no recordar mal, un par de sonetos, en la hermosa antología Erótica que editó Margaret Reynolds. Esa lectura, la de unos sonetos eróticos y lésbicos, me impactaron y decidí comprarme el libro de Hacker. Es un libro denso, estructurado en ocho partes y una coda. Lo más importante para mí en ese momento fue el tener en mis manos un libro de poemas de amor escritos por una mujer, madre de una niña, profesora de un lado y otro del océano atlántico, poeta, ensayista y erudita, a otra mujer, mucho más joven, y música.

No emprendí, como era mi intención cuando me compré el libro, la lectura ávida en pos de traducirlo. Mi interés se fue diluyendo, la complejidad de los poemas, y lo más frustrante para mí, la dificultad de poder traducirlos y que esa tarea diera por resultado otros poemas lo más dignos posible de una poeta de la talla de Hacker, hicieron que abandone por un tiempo su lectura.

En cambio, seguí escribiendo en mi poemario. También fui leyendo en diferentes eventos poéticos, lecturas, reuniones con amigas, algunos o varios de los poemas que fui produciendo. Comencé un curso de métrica, con el que pretendí acercarme al menos a la estructura del verso rimado y medido en castellano, con el fin de poder en algún momento tener otras armas para cuando decidiera abocarme a la traducción de algunos de los sonetos de Hacker. Sin embargo, sigo pensando que los que incluyó Reynolds en la antología Erótica son los mejores.

Pero lo que me motiva a comentarles todo esto no es el problema de la traducción del inglés de poemas escritos por una erudita. En realidad, lo que quisiera es compartir algunas sensaciones sobre la escritura de poesía amorosa lésbica en esta época que nos toca vivir. Mis poemas tuvieron una misma destinataria durante muchos años. Sin embargo, la escritura de poemas amorosos no era lo que más abundó en mi escritura. Ahora siento que deseo escribir poemas de amor, y quiero que esos poemas sean de amor lésbico. Pero ¿qué significa eso para mí?

Por una lado una fuerte identificación con lo que escribo, lo que redundaría en tomar una voz cantante como poeta lesbiana, como alguna vez dijo Diana Bellessi en un ensayo, y que quienes me leen esperen, tal vez, que tome ese lugar. No tengo problema en hacerlo, porque siento que puedo decir mucho a muchas con unas pocas líneas, tal es el valor simbólico que la poesía multiplica.

Pero ese compromiso no está desligado de las causas sociales, que como mujer feminista y proveniente de la clase trabajadora en el interior de este país latinoamericano que se llama Argentina, me atraviesan. Para colmo, como alguna vez concluimos con Mercedes Gómez, si ella es poeta fiestera, yo soy poeta bailantera. Bailo de todo, aunque ya les dije que el tango no es lo que mejor me sale. Soy hincha de Boca. Y hablo varios idiomas, uno más colonialista que el otro. Lo político-sexual será mi caldo de cultivo, el medio a través del cual exprese mis ideas, bailando, batallando, y batiendo el parche de lo que sea, redoblante, zurdo, caja...

¿Qué quiero decir con todo esto? Que soy una persona más, con miles de contradicciones, pero con una inmensa y alocada fe en que las palabras nos dicen, nos pueden nombrar, y esa es una de las tantas microacciones que emprendo, y aquí me uno a Valeria Flores, compañera patagónica, cuando por ejemplo digo: "Amar a una mujer/ y amar a esa otra mujer también/ Amar a la mujer que hay en mí/ y amar a la mujer que hay en vos/ otra distinta a mí/ posibilidad de ser yo/ en las otras/ de ser las otras en mí/ un ida y vuelta progresivo/ en expansión/ a contrapelo de las definiciones/ abriendo el juego/ de lo simultáneo/ de la expresión del deseo/ multiplicado en voces/ soy un coro/ y soy la solista/ desandando la fría/ mezquindad de la culpa/ habitándome en ellas".

[email protected]

Compartir: 

Twitter

 
ROSARIO12
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.