Domingo, 18 de julio de 2010 | Hoy
Por Gary Vila Ortiz
Me ha llegado una carta, una carta carta, es decir por correo y en un papel levemente azulado, manuscrita. El nombre de quien la firma es, por cierto, un apócrifo, ya que se trata de Jorge Psalmanazar, un personaje de sangre y hueso, también de riñón, mentón, rodilla y meñique, que había nacido en Francia hacia 1679 y murió en Londres en 1763. Para aquellos escépticos que pueden creer que esto es otro apócrifo, les aconsejo consultar la Enciclopedia Británica, en su décimo quinta edición, donde se le dedican 7 líneas. Se dirán que son pocas, pero certifican su existencia. Eso si usted, el lector, que puede ser tan hipócrita como el de Baudelaire, no piensa en que creer en la Enciclopedia Británica es demasiado borgiano. El firmante de la carta la ha escrito con estilográfica, lo que me parece mejor aún, y me la envía recordándome que el 9 de agosto de 1989 yo escribí sobre él, es decir sobre Psalmanazar (1). No recordaba con exactitud la fecha pero sí que alguna vez hablé de Psalmanazar con Borges hacia 1964. Lo único que me aclaraba quien me escribe es que se trata de uno de los tantos descendientes del personaje, que por otra parte no son muchos. Fue en Inglaterra que se dijo japonés, nacido en la isla de Formosa, que como territorio debe haber existido desde siempre, pero que perteneció a distintos países. Me impresiona que por aquel entonces los ingleses no sabían demasiado de Formosa, lo que siempre me resultó raro, lo que le permitió a Psalmanazar inventar para su país un alfabeto, una gramática, una religión, una historia y una literatura de su patria.
Tenía por ese entonces unos 20 años y sin duda una imaginación que hasta el mismo Borges (2) admiraba. Tradujo al idioma por él inventado el catecismo anglicano y escribió un libro con una pormenorizada descripción geográfica y la historia de Formosa. Incluso con ilustraciones, todas ellas de su invención. Lo notable, aún cuando entiendo que todo lo que hizo lo es, fue que muchos quisieron aprender el idioma por él creado, y este simpático impostor se los fue enseñando con la lectura de los autores formoseños. Nunca pude saber nada de ellos y quien me escribe me dice que eso es algo que su lejano antepasado se llevó a la tumba. Pero Psalmanazar se enamoró y como se ha escrito con el amor le entró la virtud y quiso revelar su engaño. Como ya se había hecho cristiano, no lo dejaron, pero tuvo tiempo (murió a los 84 años) de escribir sus memorias en donde contaba la verdad, al menos su verdad. Ahora, mi interlocutor, me dice que él ha logrado establecer que todos los países, o casi todos, son una invención como la de Psalmanazar, entre ellos el nuestro.
"Yo nací en la República Argentina, en un pueblo de la provincia de Santa Fe, Colonia de los Sánchez, ya desaparecido. Mi padre tenía una gran biblioteca, que había heredado de su padre y este de su abuelo, inglés de nacimiento. Así pude encontrar algunos papeles desconocidos en que hablaban de la formidable invención de la Argentina, no tanto de su territorio y su fauna, sino de su historia. Es cierto que no es el único país inventado, pero es uno de los más inclinados a la superchería. Una prueba, me sigue diciendo, es leer algunos libros sobre la historia del país, del ayer al hoy, y tratar de pensar cómo son posibles tantas discrepancias cuando existen documentos que probarían la verdad, al menos una de las verdades expresadas. Lo que pasa (creo que aquí el que me escribe se pasa de la raya) es que en realidad mucho de lo que comentan sobre tal o cual hecho con tantas diferencias es que esos hechos, e incluso algunos de los protagonistas de los mismos, no existieron, fueron pura invención y de primera línea, digna de ese Borges que usted admira tanto. Notará, agrega, que no doy nombres ni fechas. Se preguntará el por qué. Es muy simple de explicar: soy un cobarde que tiene miedo, mucho miedo de lo que pueda pasarme. El precio que se puede pagar por algo así es alto, no sólo la muerte sino la tortura, la humillación, del despojo de toda forma de dignidad. Puedo decirle, eso sí, que con nuestra historia se puede hacer algo parecido a lo que hizo George Orwell con su `Rebelión en la granja', pero sin necesidad de utilizar animalitos en lugar de seres humanos. Se preguntará, otra vez, por qué le escribo. Pues bien, creo que podría hacerse con la historia de nuestra República, un algo parecido a la ucronía. No todos los diccionarios le explican lo que esta palabra significa, pero lo mejor que encuentro para decirle es una `historia reconstruída lógicamente de tal modo que podría haber sido lo que en realidad no fue'".
Agrega luego nuestro contemporáneo Psalmanazar: "No todo es invento, claro. Mi antepasado tuvo en cuenta que la isla de Formosa existía y sobre esa realidad y otras fue que logró fundamentar su invención y hacerla convincente. Con nosotros pasa lo mismo: la Revolución de Mayo, la Declaración de la Independencia, la Constitución del 53, son hechos que pasaron en realidad. La ucronía que usted debería hacer es hacer una historia de qué es lo que hubiera sido de nosotros si los ejemplos de esos hechos se hubieran seguido como tendría que haber sido. En lo esencial, en eso de por qué aquello que debería haber sido no fue, debería ser el pilar en el cual se sustentaría su escrito. ¿Tendrá el valor de hacerlo? ¿O sentirá el mismo temor que yo¬? Pongo a su entera disposición mi biblioteca y mis apuntes. Vivo solo y no tengo descendencia alguna. Seré el último de los Psalmanazar y creo que es usted quien deberá heredarme. Lo espero".
Luego de estas líneas y la firma, me deja su dirección. Por cierto que de antemano sabía que si iba a buscarla me encontraría con cualquier cosa menos con mi corresponsal. Pero me quedaba cerca por lo cual fui. No era lejos y la media mañana estaba soleada y no hacía tanto frío del cual debo cuidarme. Diré la dirección: Buenos Aires 1328. Es un edificio que está a la venta, una vieja casona que creo debe tener valor histórico, pero que lo mismo dará paso a su demolición y luego a un edificio de departamentos. ¿Hay alguien que se interese realmente en nuestro patrimonio histórico por pequeño que él sea? Creo que no. Hasta que fui a verla, hace un par de semanas estaba en pie. Rodeada por esa valla de chapas y cartones que son el anuncia de lo que finalmente pasará. Siempre se podrá decir que hay cosas más importantes que mantener una casona tan vieja. Aún cuando fuera remodelada, pero respetuosamente, cuando allí se encontraba el Colegio Alemán. Es cierto, hay cosas que pueden importar más que nuestro patrimonio histórico. Pero esas cosas tampoco se hacen.
(PD. Mientras meditaba sobre quien podría ser mi apócrifo escritor de la carta que comento, me llega una nueva. Como la otra se encuentra escrita a mano, pero la letra es mucho más temblorosa. Me dice que se encuentra internado y que no cree que saldrá con vida del hospital. No me dice cual, pero me da el nombre de un abogado a quien le ha dejado instrucciones precisas de qué debe hacer con su biblioteca. El nombre que me da existe, lo encuentro en la guía, pero no es el de ningún abogado sino del dueño de un boliche de esos que aún perduran en su condición de tales. Un catalán entrado en años, que recuerda a Psalmanazar, pues es el nombre que le dio, y concurría con frecuencia a tomarse un par de cañas, siempre con un libro, "esos de papel biblia", me dice el catalán, en el cual escribía constantemente con una esas "viejísimas lapiceras de tinta. Él, me agrega, era tan viejo como la lapicera, pero me han dicho que murió y fue enterrado en el osario común, porque un amigo que había hecho aquí en el boliche logró impedir que lo mandaran a la morgue de la facultad. Me alegro, dice finalmente el catalán, no era un viejo que mereciera ser descuartizado".
1. ) Un interesante estudio sobre Psalmanazar se encuentra en un ensayo de Lord Macaulay sobre Samuel Johnson incluido en los "Estudios de política y literatura", Tomo XCIX de la Biblioteca Clásica. Librería de Perlado, Páez y Cia., Madrid 1908.
2. ) Si se buscan en Internet las entradas sobre George Psalmanazar, se encontrarán cosas curiosas (una página sobre el tango, por ejemplo) y un denominador común: la asociación del nombre de Psalmanazar con el de Borges.
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